Capitulo 3.

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Volví a tener el mismo sueño de siempre. Aquel en el que sigo un camino que no tiene un principio, y mucho menos un fin. Tan solo doy un paso tras paso, ignorando así lo que me rodea. No es algo interesante en realidad.

Estoy atenta al aleteo y al viento que este mismo provoca con cada uno de ellos. Me angustia no saber de qué se trata.

Mi cabello de nuevo es de ese color platinado, idéntico al de Daenerys Targaryen. Quizás este no sea mi sueño, quizás sea el de ella... ¿Pero entonces por qué lo estoy viendo yo nada más? ¿Por qué solo yo muestro plenitud y calma cuando de la nieve se habla? En Qarth la nieve suele ser escasa, incluso en invierno.

Ahora, a lo lejos, una figura con forma humana está parada frente a mí. Es alta y viste atuendos oscuros. Pero no lo logro ver más allá de ello.

Corre... Huye... ¡Despierta!

....

Eadlynne estaba en cama, de nuevo, con la respiración agitada. La misma pesadilla o alucinación de siempre la estaban volviendo loca. Quería saber con ansias el significado de la misma, o siquiera comprender lo que ocurría en su sueño, responder a las mismas incógnitas. Pero como era evidente, ninguna tenía una respuesta clara y concreta.

Se despabilo y arregló para continuar con su misión. Era seguro que Daenerys ya se habría reunido con varios de los maestros para obtener la ayuda necesaria y recuperar su antiguo hogar, pero Eadlynne conocía bien a los ciudadanos en Qarth. Sabía bien como estos se negarían a las peticiones de Daenerys en su búsqueda por recuperar el trono de hierro, y como otros estarían dispuestos a dar algo a cambio de otra cosa... Algo mucho más personal en realidad.

"Las cosas así funcionan aquí"

Pensó.

Salió de su habitación con sigilo y luego se dirigió a la salida. Como en los días previos a la llegada de Daenerys y su khalasar a la ciudad, el maestro Xaro se encontraba junto a la joven Targaryen para aconsejarle y quizás apoyarle. Aunque Eadlynne sabía de sobra que él también buscaba algo con mucha ambición. Todos los maestros son así.

No escuchaba de lo que hablaban, estaba demasiado apartada y tan solo se limitaba en observar.  Así hasta que desaparecieron de su vista. Habían cruzado una puerta que daba a los aposentos que la joven Targaryen compartía con su gente.

Y entonces es que toda esperanza en ella se desvaneció al momento en que escucho las campanas, mismas que anunciaban malas noticias.

— ¡¿Dónde están mis dragones?!— escucho que Daenerys gritaba con gran furia desde el interior

"No puede ser"

Pensó con temor.

Al poco tiempo de que las campanas se hicieran escuchar. Varios soldados — mismos que servían al amo Xaro y a la ciudad en general — llegaron para auxiliar a la Madre de Dragones. En cada rincón de la ciudad había un guardia revisando vivienda tras vivienda. Pero era evidente que ninguno de los maestros permitiría que entrarán en sus mansiones, además de que negaban saber sobre el paradero de los dragones de Daenerys.

Sin duda alguna, Eadlynne no había visto antes a una mujer enfurecida del mismo modo en que Daenerys lo estaba.

"No hay mayor perdida que la de un hijo"

Pensó de nuevo Eadlynne.

....

Los días pasaron y aún no había noticias de los dragones. Eadlynne suponía que quizás habrían llevado lejos a los hijos de la joven Targaryen, y eso explicaría porque aquel caballero rubio que seguía a Daenerys todo el tiempo se había ausentado. Aunque, si lo pensaba mas a fondo, había pasado mucho tiempo desde entonces.

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