Ha transcurrido una semana y mi mente está a la misma altura que estas hojas de papel: blancas y quebradas. Levanto nuevamente otra hoja y empiezo hacer siluetas de forma aleatoria para así refrescar un poco la mente. Este ejercicio lo ponía en práctica en mis clases de arte, a veces donde se ven rayas se encuentran obras de arte. Expresaba mi profesor. Parece ridículo, pero me ayudaban mucho cuando me encontraba estancado sin saber que dibujar, lamentablemente ha perdido su efecto, es solo un garabato más del montón.
Me reclino en el asiento y empiezo a divagar la mirada en el techo, suspirando alguna solución que pueda aparecer ante mí. Traté de mentalizarme, según la historia del profesor o bueno, mi extraño jefe Rafael. Está centrada en una chica de unos veinticinco años que trabaja como enfermera de un hospital para personas en estado terminal. Ella padece una extraña patología llamada Alexitimia, una enfermedad que incapacita a la persona de mostrar alguna emoción. Según sus características superficiales es una chica totalmente blanca, al tal punto de ser pálida y parecer alguna especie de fantasma, sus ojos son grisáceos y su cabello es totalmente largo de tono negro y brillante.
No recuerdo la ultima vez que hice un dibujo... ¿Qué resultado podría esperar en todo esto? Me siento bloqueado, frustrado, estresado. Creo que debería dejarlo así por el día de hoy y preparar algo de comer, no se ni cuanto tiempo ha transcurrido desde la primera comida. Me levanto y observo el reloj que está colgado en la pared, según la hora marcada son las 21:00, redirecciono la mirada a la ventana que se encuentra cubiertas con unas cortinas oscuras y noto que en los bordes sale un poco de luz solar, miro la hora del teléfono y son las 15:00, claramente no soy el único estancado en esta habitación. ¿Cuándo fue la ultima vez que le compre unas baterías? —Me pregunté en voz alta—.
La noción del tiempo se me escapa por completo de las manos, no se a que hora como, ni duermo, mucho menos cuando despierto. Debido a que el hambre puede mas que el pensamiento me dirijo a la cocina a ver que me puedo encontrar; Mi departamento es pequeño, solo tiene una habitación, un baño y una sala un poco reducida donde a su lado yace la cocina. Me acerco a la alacena y al abrirlo me percato de la gravedad del asunto: No hay absolutamente nada mas que unos panes de días pasados. ¿Tan descuidado me estoy volviendo? Para mis treinta y tres años de edad esto es un suicidio silencioso. Creo que es hora de dar un paseo y hacer la primera compra de mi adelanto en el trabajo.
Antes de salir por la puerta tomo del espejo mi gorro de color gris oscuro que yacía reposando en el y por accidente me topo con mi reflejo observando así mi barba con falta de decoro, por suerte la facilidad del cubrebocas disimula ese hecho. Suelo usar ropa holgada, podría decirse que uso pijama casi todo el día, normalmente es oscura. Si mi madre me viera bromearía conmigo señalándome como un gótico de la era moderna... Hace mucho que no se de ella.
El tránsito de ciudadanos es igual de abundante que siempre, las personas caminan de paso acelerado, chocan por accidente sin siquiera disculparse. Hombres altos con sombrero de vestimenta elegante y maletín van apresurados a su destino. Niños llorando por querer un poco de atención, pero su madre se encuentra chismeando un poco con la vecina. Y los gatos que siempre están paseando por el lugar de manera desconfiada y atentos a todo tipo de circunstancias. Esta ciudad es como cualquier otra con sus ventajas y desventajas.
El sol está completamente enervante, no creo que salir con ropa oscura haya sido la mejor idea para esta época del año. Trato de presionar mis pasos para sentarme debajo de la parada de autobús y así poder esperarlo con tranquilidad. La banca se hallaba acompañada de un hombre de contextura ancha, piel oscura y lentes de sol completamente negros, tenia en si unos audífonos donde al parecer el volumen de estos era ensordecedor, porque se encontraba cantando a todo pulmón sin vergüenza alguna. Me abstuve a sentarme y simplemente me refugié del sol en la esquina del techo de la parada. Fue totalmente incomodo, sufro de pena ajena, pese a que cantaba muy bien me encontraba ansioso. Cantaba una de La Oreja de Van Gogh «La playa» me parece, hace mucho que no la escuchaba.

ESTÁS LEYENDO
Mis tonos en tu lienzo
RomanceSteven es un Artista de 33 años de edad que perdió por completo su amor al arte. Viviendo amargado y bastante distante de cualquier responsabilidad afectiva, se ve envuelto en ciertos acontecimientos la cual se ve obligado a interactuar. Siendo uno...