Capítulo 28: Un sentimiento oculto.

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Después de que Marta compartiera los detalles de su relación con su hijo, Verónica y yo decidimos dar un paseo. En esta ocasión, la observé desde atrás, notando el silencio entre nosotros. Las palabras parecían esquivarnos, y me encontraba en un dilema sobre cómo iniciar una conversación... Sin embargo, reflexiono y me doy cuenta de que siempre ha sido así. Nunca he sentido la necesidad de entablar diálogo con ella, pero esta es la primera vez que la falta de comunicación realmente me inquieta... Me pregunto, ¿Qué pasos debería tomar...?

—¡El día de hoy tengo libre! ¡¿Qué te parece si continuamos con la pintura?! -Propone como si fuera una intrusa de mis pensamientos.

—Si, tienes razón. Deberíamos de avanzar en el proyecto.

—Hace días me detuve a pensar entre mis sabanas, lo hermoso que debe ser estar en la observación de muchas personas. Ya sabes, no como un objeto sexual, sino como una obra de arte. -Expresa con una sonrisa ilusa.

—Pensé que te gustaba que las personas te observaran de esa manera. -alego su contradicción.

—Se detiene-. A decir verdad... —Expresa con un tono apagado y poco deprimente, y luego de unos segundos da la vuelta y continua—. ¡Amo con locura que los hombres me deseen! —Suspira, gracias a ellos desde hace mucho no me he sentido sola. Puedo seguir trabajando de esto y ser la mujer más feliz del mundo en los próximos cincuenta años.

—Si tú lo dices...

Caminamos hacia mi casa, y la gélida barrera del silencio finalmente se rompió por su gesto. Aunque la duda persiste, acechando los misterios que ella guarda en ciertos instantes, opto por seguir el consejo de Úrsula y me abstengo de hacer preguntas que puedan invadir su espacio personal, aunque parte de mí desea explorar más a fondo. Al llegar a mi casa, abro la puerta y Verónica entra con un visible entusiasmo.

—¡Estoy ansiosa por ver lo que has avanzado en mi ausencia! -Se dirige al lienzo que se encuentra cubierto con una sábana blanca.

—Creo que aún no es suficiente... —Le confesé mientras me acercaba a su lado.

—¡No te pregunte! —Le quita la sabana—. ¡No me la puedo creer! —Se tapa la boca con ambas manos de la impresión—. ¡¿Esa de verdad soy yo?! ¡¿Soy así de hermosa?! —Voltea a verme mientras me señala la pintura.

—Cada artista tiene una perspectiva diferente de cómo interpretar lo que ve, si tú te ves hermosa, entonces me alegra saber que mi punto de vista artístico te haya gustado... -Me sorprende con un abrazo.

—Tonto, solo bastaba con decirme que soy linda... Muchas gracias.

Es la primera vez que me abraza. Sus manos toman con gentileza mi espalda, mientras que su rostro se acurruca en mi pecho como una almohada. En definitiva, tu talento es ser impredecible, un día me abofeteas, me insultas y te alejas de mí. En otro me tomas de forma suave y cuidadosa como si fuera una figura de arcilla que aún no termina de secar. Verónica, como quisiera gritarle al cielo que, en la quietud de mi corazón, te contemplo en silencio, como una obra maestra que aún no sabe que es admirada. El calorcito de tus mejillas me cautiva el alma; pueden sentirse como ejerces pinceladas al estilo de Berthe Morisot sin tener herramientas en mano, eres capaz de pintar dentro de mí, todo tipo de paisajes de colores suaves y sueños despiertos. Los tonos pasteles que evocan tu presencia llenan de luz esta habitación soporífera, aunque por ahora sigo guardando mi afecto entre las sombras de mi discreción. Donde en mi devoción oculta, te he elevado a mi más preciado arte. Cada gesto tuyo, cada sonrisa, es un trazo en mi interior, donde te he pintado con los colores más cálidos que he aprendido de ti. Pero en este museo de mi mente, solo yo soy el espectador y tú, la musa inconsciente, la razón de mi silencio fogoso.

Mis tonos en tu lienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora