Capítulo 24: Miedo a la oscuridad.

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Una semana antes del picnic.

Tres días han transcurrido desde la visita al parque el capricho, me encuentro almorzando junto con Marta y Verónica, donde Marta queda impactada debido a la intriga que la anda envolviendo ante la anécdota.

—¡¿Y el primer lugar es para?!, niña continua y no mantengas el misterio. —Expresa Marta curiosa.

—Lo que pasa es que... —Le hace un ademan con la mirada señalando de que la respuesta puede ofenderme.

—El primer lugar lo ganó Pablo Rubén. Muy merecido, su trabajo estuvo excelente. —Dije mientras comía.

—¿Ves? —Dice Verónica en susurro, pero aun así logro escucharla—. Anda sensible desde entonces.

—No exageres... No me siento mal por la respuesta.

—¿Lo dices en serio? —Pregunta Marta.

—Es la primera vez que no me divertía tanto en una pintura, podría decirse que admirando un poco el trabajo de mi profesor pude relajarme y dejar a un lado esa actitud competitiva. Pese a que no me gusto lo que hice... Fue un buen día.

—¡¿Entonces admites que fue un día divertido?! —Dice Verónica.

La observo y me limito en dar una respuesta dándole un sorbo a mi bebida.

—¿Usted cree que el pepino haya causado efectos curativos? —Le pregunta a Marta entre susurros nuevamente.

—¡Joder, olvida ya eso! —Respondí con cierto tono.

—Eso me hace recordar cuando Ernesto llegó a tocar en la orquesta de su instituto. —Añade Marta en alegría.

—¡Su hijo es musico! —Exclama Verónica.

—Era, sólo fue una etapa. Luego de no haber clasificado desistió de su sueño y dejó de tocar el Violonchelo, no se imaginan lo triste que fue para mí. Aun puedo recordar cuando daba sus hermosas prácticas en su habitación. A veces me pregunto qué sería de él si hubiera clasificado, tal vez estaría de gira con cientos de músicos por el mundo, transmitiendo sentimientos con su instrumento. —Expresa de forma nostálgica—. No entiendo y jamás entenderé a los artistas, pero que no se te ocurra abandonar tus pasiones, tienes un don. —Me amenaza con el cuchillo y luego prosigue a cortar su carne.

—Un don... He pensado que esa palabra se ha sobrestimado mucho, no creo que las personas nacemos con una habilidad, solo que algunos nacen con cierto sentido un poco más agudo que el promedio, y eso les facilita su aprendizaje. —Le aclaré.

—¡Oh! Como esos niños prodigios que a los tres años ya pueden tocar instrumentos o decir todas las capitales del mundo. —Añade Verónica.

—Si, muchos son capaces de identificar a un prodigio. ¿Y los que no?, los que no son descubierto terminan forzados a realizar otras actividades, condenados a vivir en una sombra que no les pertenece. Y aunque aquellos tutores se llegasen a percatar de alguna de sus habilidades innatas, en su mayoría serían los primeros en decir que es una pérdida de tiempo, ya que, al no seguir sus ideales, asumen que su vida estaría a cargo de una avalancha caótica.

Ambas quedan con la comida en la boca silenciada ante mi argumento.

—Joder, ¿Por qué cuando lo dices tú suena de una forma tan fúnebre? —Dice Verónica.

—Suspiro—. Cuando mencionaste la palabra prodigio me desvié un poco del tema. Pero a lo que iba, el hecho de que mencione la palabra "Don" esta sobrestimada, es porque mayormente suele marcar un nivel de preferencia en la clase educativa, enfocándose más en aquellos que tienen talento e ignorando a los que no. Cosa que veo algo injusta, ya que los estudiantes suelen desmotivarse ante la poca atención. Y ver imposible llegarles a los talones al estelar de la clase, bajando su rendimiento y provocando el abandono ante sus propósitos.

Mis tonos en tu lienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora