Capítulo 11: Nostalgia de Gustav Klimt.

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El camino hacia la mensajería era mucho mas incomodo de lo que pensé, usualmente disfruto el silencio, pero este era el más desagradable que he experimentado en toda mi vida. De alguna manera, se percibía una tensión exasperante pese a que ella actuara como si mi presencia no existiera en su mundo, podía sentir ese escalofrió que recorre tu espalda de forma abrupta, como si su odio se reflejara en mí. 

Estábamos en el primer bus, camino a la dirección que nos indicó el profesor. Y antes de embarcarnos a este, ella tenia un comportamiento un tanto extraño.

Ya que insistió en bajarnos frente al Parque de la Cuña Verde de Latina, lo que provocó que para tomar el segundo autobús debíamos de caminar hasta el otro extremo del parque. El cual tiene de frente el Hospital Centro de Cuidados Laguna. Para llegar hasta allí tuvimos que pasar por el Lago artificial del parque Cuña verde y por capricho de ella tuvimos que sentarnos allí para ver los patos. Me parecía anormal ver como estaba tan al pendiente de su entorno, como si estuviera buscando algo o a alguien, mientras estábamos sentados veíamos como enfermeros llevaban en silla de rueda a personas de distintas edades, familias compartiendo momentos en un picnic o parejas tomados de la mano. Admito que disfrute la vista del lago y lo verde que se encontraba el ambiente, se podían presenciar esas auras llenas de serenidad, jamás en mi vida me había estacionado en ese lugar que era capaz de transmitir tanta paz. Pero mi admiración no duro mucho, ya que al ver que no encontró lo que parecía estar buscando me dice que pasemos por la Fuente de La Rosaleda que se encuentra justo al lado.

Definitivamente me sentí como un niño ante una nueva experiencia, mi vista no dejaba de enfocar hacia la gran variedad de flores de distintas tonalidades y especies que adornaban el lugar... estaba en presencia ante el romanticismo que hay entre el ser humano y la naturaleza, ya que, el espacio arquitectónico del lugar complementaba esa conexión. Esta escena era similar al Jardín de flores de Gustav Klimt ¿quizá esto fue lo que experimento en aquel viaje que le cambiaría la vida?

Ante esa simple pregunta, recordé el sermón de mi vecina Marta:

—Eres artista ¿no?, No puedes dibujar nada si te encuentras encerrado aquí, ve y conoce el mundo.

—Oye. —Acompaña de chasquidos— ¿Padeces demencia o qué? —Pregunta Úrsula—.

—¿De qué me hablas?

—Te ando diciendo que debemos de seguir este camino para que esperemos en la estación.

Ambos seguimos el caminamos al Noreste de la fuente hasta llegar a la parada de autobús. No obstante, seguía insistiendo en que quería esperar en la parada que se encontraba frente al Hospital, lo cual me parecía absurdo ya que es el mismo trayecto, la diferencia que esta ruta era un poco más lejano. Su atención andaba fijada hacia la entrada del Hospital y al pasar un hombre con bata blanca ella sonrió y saludaba de forma tímida. Aunque esa sonrisa no duro lo suficiente, porque al momento de subirnos a este bus ella seguía manifestando ese mismo gesto de inconformidad. Esta enfocada en su teléfono, pero bastante molesta. Parece que esta discutiendo con alguien, por un momento deja de teclear y es allí donde desvió la mirada.

—¿Acaso tengo algo en la cara? ¿Por qué me miras tanto?

—Nada en particular. —Si observando la ventana como si nada—.

El autobús estaciona, finalmente estamos a dos cuadras de la mensajería. Úrsula camina a pasos agigantados, trataba de seguirle el ritmo, pero no era capaz de mantenerlo, me sentía exhausto por culpa del pequeño trote que dimos en el parque. Desgraciadamente ando fuera de forma.

Mis tonos en tu lienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora