Capítulo 13: Colores confundidos.

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Es domingo por el mediodía, le envié a Verónica en la mañana preguntando si estaría disponible el día de hoy para proseguir con la pintura. El viernes y sábado fui rechazado ya que sus mejores clientes frecuentan con ella los fines de semana. Luego de la incertidumbre finalmente llega ese mensaje que aclara mis dudas: «Lo lamento Steven, el día de hoy también tengo algunos encuentros, pero a partir del lunes si estaré disponible». Fui rechazado por tercera vez consecutiva por mi modelo estrella, no tengo mucho por hacer el día de hoy... Podría continuar con el diseño de personajes, pero creo que lo que avance estos dos días fue suficiente. En el transcurso de la semana le estaría informando a mi Profesor, ya que no quiero verlo un domingo. Por otro lado, mi vecina preparó algunas palomitas para acompañarlo con la ruleta de la suerte, pero es aquí donde ella saca a relucir su peor lado.

—¡Es P de Pamplona, P de Pamplona! —Exclama muy atenta al televisor—.

—S de Sevilla. —Responde el participante del programa—.

—¡Maldito imbécil! ¡¿En dónde entra la S?!

En ese momento me llega una llamada a mi teléfono que reposaba sobre la mesa, bajé la mirada y vi que era Gerardo. Ahora que recuerdo, nunca le respondí los mensajes de la vez anterior, y la anterior a esa...

—¿No responderás tu teléfono? —Pregunta Marta sin apartar la vista de la televisión—

—No tengo la necesidad.

—¿Y si es algo importante?

—No, no lo es.

—Steven... —Me observa con su mirada juzgadora—

—Es que... —Suspiro—. Es un hombre que quiere que le de asesoría a su hijo, pero siéndole sincero no me hace sentir cómodo ir a su casa.

—A ti todo te incomoda, ahora que hizo el pobre hombre ¿Respirar?

—Nada mas y nada menos que presenciar Los felices azares del columpio.

—¿En español eso es...?

—Es una obra de arte realizada por el francés Jean-Honoré Fragonard y relata la historia de un caso de infidelidad. Donde un marido locamente enamorado mese a su dama en un columpio mientras que su amante que yace bajo los arbustos puede verla, descaradamente debajo de su falda.

—¡Steven! ¡¿Tuviste una aventura con una mujer casada?! —Me intenta dar un golpe con su pantufla—.

—¡¿Qué?! —Trato de defenderme—. No, me refiero a que acompañe al señor a su hogar y al entrar nos topamos esa escena tan espeluznante, lo peor de este caso es que la mujer actuó como si nada hubiese pasado y el ni cuenta se dio.

—¿Cómo no se dará cuenta de esa barbaridad? ¿Acaso es pendejo o se hace el ciego?

—No se hace, es ciego.

—Madre bendita...

—Y por esa razón me niego ir a su casa.

—Pero se nota que te necesita, no ha dejado de llamarte en todo el día. —Come algunas palomitas—No seas tan egoísta, su hijo quizá te necesite.

—No lo creo, ya encontrara a otro tutor.

—Eres un apasionado al arte, fíjate que me hablaste sobre el columpio de los infieles y ni cuenta de que algo como eso existía. Debes de considerar la idea de hacer acto de presencia.

—No me tomaré la molestia ni de pensarlo, pero si tanto insiste le daré una oportunidad. Si me llama justo cuando sean las 2:00pm me planteo la idea de ir. —Le propuse, pero ya sabía que él no volvería a llamar—.

Mis tonos en tu lienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora