SEBASTIAN
Mara cumplió su promesa y después de que echáramos el resto en el entrenamiento, nos dejó marchar antes de tiempo para ir al hospital a conocer a la nueva integrante de la familia Woodshire.
Los gemelos aseguran que tanto su madre como la bebé están bien y que los visitemos cuando queramos. Así que como todavía hay horario de visitas aquí estamos.
Hemos convencido a Mara para que viniera con nosotros, en agradecimiento por el gesto que ha tenido de dejarnos terminar antes.
La verdad es que ese ha sido todo un detalle por su parte y me ha cerrado la boca.
Porque cuando se trata de ella siempre me estoy llevando sorpresas. Y eso que lleva aquí un par de días.
Si no estuviera suspendido, creo que las cosas serían muy distintas entre nosotros. Pero como no es el caso, es inevitable que tengamos cierta tensión.
Ahora estamos en la sala de espera y Mara está riéndose de una broma que ha hecho Charles con toda naturalidad, como si fuera una más.
Admito que me escuece un poco que se haya ganado al equipo tan deprisa. Y ni siquiera tengo motivos para sentirme así, más allá de una suspensión que tampoco es responsabilidad suya.
Una enfermera nos indica que podemos ir pasando pero que no estemos demasiado tiempo para no cansar a la señora Woodshire.
Todo el mundo nos mira de hito en hito – supongo que no estarán muy habituados a que un equipo de fútbol se presente en planta neonatal – y Mara se asegura de que guardemos silencio, haciendo callar a los chicos cuando arman alboroto, dejándose llevar por la emoción.
El padre de los gemelos sale, visiblemente emocionado, y le damos la enhorabuena.
— Gracias chicos, podéis pasar. Lizzie está durmiendo, es tan pequeña...— casi se le saltan las lágrimas y es realmente bonito. Los Woodshire son una familia muy unida.
En muchas ocasiones he deseado que mis padres se parecieran un poco a ellos. Pero esas cosas no se eligen.
Suspiro y me saco esos pensamientos que no me van a llevar a nada de la cabeza, siguiendo a los demás a la habitación.
Pero antes de que pueda entrar, una suave mano se posa sobre mi hombro. Al girarme, veo que se trata de Mara. Y por su mirada, sé que se ha dado cuenta de mi estado de ánimo melancólico.
¿Tanto me ha estado observando?
— ¿Estás bien, Seb? — inquiere y me es inevitable fijarme en lo guapa que está con ese top celeste que resalta sus pechos firmes.
Joder, no debería estar mirándole las tetas a mi entrenadora, así que me obligo a parar y carraspeo.
— Sí, claro.
Es evidente que no la he convencido, pero no alega nada más y eso me alivia.
Cuando entramos, Drew tiene en brazos a su hermanita y la sostiene con mucho cuidado, porque realmente se ve diminuta entre sus brazos. Tiene la piel blanca como el mármol y una pequeña mata de pelo, de intenso rojo fuego.
Es como ver una versión en miniatura de ellos, solo que en femenino. Devon tiene los ojos brillantes de emoción. Le doy un rápido abrazo, al que corresponde de buena gana.
— Joder, miradla tíos, es preciosa y tan pequeñita... — Drew está eufórico, totalmente enamorado de su hermana recién nacida. Y no es para menos, es realmente una monada. Parece una muñequita —. Juro que le cortaré los huevos a cualquier tío que le haga daño, va en serio — exclama de pronto, en un arranque de hermano sobreprotector.
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Diez razones para romper las reglas ✔️ COMPLETA ©
RomanceUn deporte para muchos; una pasión para ellos. Con tan solo veintiún años Sebastian Allen es una de las estrellas más reconocidas del fútbol americano. Lo tiene todo para despegar, si no fuera por la fama de mujeriego y juerguista que le precede...