🏈10 🏈

2.3K 184 51
                                    


SEBASTIAN

Convencer a mi padre de que nos dejara salir para ir a la puta fiesta ha sido lo más humillante de mi vida. Actúa como si tuviera doce años y pudiera prohibirme cualquier mierda, pero ya tengo veintiuno y estoy hasta los huevos de sus intransigencias.

Menos mal que he dejado hablar a Mía, que se lo ha camelado enseguida, porque si no me da a mí que el equipo habría tenido que apañárselas sin su capitán y yo me habría convertido en la comidilla de toda la fiesta por no asistir.

Pero ahora que nos estamos alejando de mi casa, respiro. Estoy jodidamente aliviado. Hoy Daniel está de un humor de perros, mucho peor de lo habitual, y si ya de por sí aguantarlo es un reto entonces se vuelve el triple de insoportable.

No me extraña que mi madre se refugie en el alcohol, por mucho que me duela. Todavía no entiendo por qué se casó con él.

Como sea, esta noche quiero divertirme y olvidarme por un rato de todos mis problemas. Además, aún tengo que conocer a la cita de mi hermana y hasta el momento se resiste a soltar prenda.

— Vamos, dime su nombre, joder. Voy a enterarme de quién es tarde o temprano — insisto. Vamos en el coche de Stephen, como ya se ha hecho costumbre, y el ambiente está muy tenso porque la señorita se niega a desembuchar.

— Eres un pesado. Cuando llegues y me veas con él te enterarás y no te atrevas a amenazarlo — me advierte, muy seria.

Suelto un bufido y pongo los ojos en blanco.

¿Qué cree que voy a hacer? ¿Partirle las piernas en plena fiesta?

Todo va a depender de cómo la trate.

Al ver que no suelta prenda, Steph y yo nos resignamos.

Él va conduciendo más rápido de lo normal y por muchas ganas que tenga de llegar prefiero hacerlo de una pieza, así que lo freno.

— Eh, eh, frena un poco. ¿Qué pasa contigo? ¿Sigues cabreado por lo de derecho? — lo interrogo, sin importarme que Mía esté con nosotros. Parece demasiado distraída mandando mensajes.

Stephen rebaja la velocidad, a regañadientes, pero se limita a contestarme con un gruñido difícil de interpretar.

Lo dejo estar por el momento. Ya se lo sacaré cuando estemos a solas. No puede emborracharse porque tiene que conducir, pero yo tengo mis métodos.

— Qué raro es venir aquí en plena noche. La universidad parece muy distinta, ¿no creéis? — comenta mi hermana, asomada a la ventanilla.

— Sí, la verdad es que así me gusta mucho más — suelto, haciéndome el listillo y ella me mira mal. Pero estoy de acuerdo con lo que dice. Personalmente creo que un lugar gana mucho encanto de noche, cuando todo está en calma.

Todos necesitamos un poco de calma a veces.

Pero la tranquilidad nos dura poco. La pick up de Drew llega con la música hasta los topes y la mitad del equipo va en ella. No me sorprende que hayan dejado al pobre Alex al volante, desventajas de ser el novato. Troy ha sido más listo y ha venido en taxi.

— No quiero ni un rasguño en mi pequeña, ¿vale campeón? — le advierte Drew, muy serio.

— Tranquilo D, he conducido algunas de estas en el taller. Cuidaré de ella — le promete y el gigante pelirrojo lo levanta en peso y saca su escuálido culo del coche.

Todos los demás nos estamos riendo al verlo hacer el idiota. Hasta que alguien llama nuestra atención.

— Hombre, si ya está aquí el equipo. Me vendrán bien todos esos músculos para transportar los barriles. Vais a hacerme ese favor, ¿verdad?

Diez razones para romper las reglas ✔️ COMPLETA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora