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MARA

En cuanto Sebastian y su padre se marchan – cerrando con un portazo, por cierto – dejo escapar el aire contenido.

No negaré que cuando me he quedado a solas con él y la conversación ha empezado a virar peligrosamente en un intento de discusión me ha resultado complicado mantener el tipo. Pero soy consciente de que si hubiera cedido en esto estaría perdida.

Puede que sea joven, pero sé lo suficiente de este mundillo como para saber que si no me hago respetar desde el primer momento estaré jodida. Al menos hasta que me labre mi propia reputación y logre deshacerme de los estigmas que tanto la Junta como los padres van a atribuirme. Ya estoy acostumbrada.

Pero soy una persona perseverante y no me dejo intimidar. Siempre he peleado por lo que quiero y esta vez no será distinto. Así que lo siento por Sebastian, pero debe aprender a controlar sus impulsos si quiere llegar lejos en la NCAA y poder jugar en la NFL. Y la verdad es que, por lo poco que lo he visto en acción, el chico sabe jugar. Tengo que asegurarme de cubrir bien su baja para que el equipo no se resienta, de manera que he pensado en convocar un entrenamiento para hoy mismo y así tener la oportunidad de tantear el terreno.

Cuanto antes, mejor.

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Cuando por fin me siento a disfrutar de un minuto de paz con mi padre, después de haberme pasado la mañana haciendo llamadas para concertar el entrenamiento, estoy famélica. No he comido nada desde ayer y mi estómago empieza a protestar.

Sin embargo, mi padre me sorprende asegurando que se encargará. Cuando le pregunto si está seguro, su expresión divertida me sorprende.

— Cariño, no te preocupes tanto. El médico asegura que puedo hacer vida normal, no se me van a olvidar repentinamente los ingredientes del guiso. Será algo...más progresivo.

Aunque lo dice con ligereza, puedo ver cuánto le duele tener que admitir algo así. Que hoy puede estar bien, pero pronto empezará a ir deteriorándose poco a poco mentalmente. Es muy duro. Y tan injusto que me pican los ojos, pero me mantengo entera porque tengo que ser su apoyo moral. Y sé que trata de parecer fuerte, pero estoy segura de que cuando esté a solas no deja de comerse la cabeza y no quiero eso.

Me he mudado precisamente para hacerle este trago más llevadero, así que creo que lo menos que puedo hacer es distraerlo un poco. Lo que sea que lo mantenga ocupado y tenga menos tiempo para pensar.

Sin embargo, no esperaba que mi inconsciente me empujara a sacar el tema de Sebastian.

— Oye papá, ¿cómo es Sebastian Allen? —. Cuando me mira con un brillo de curiosidad y algo más en sus ojos, me apresuro a explicarme para que no malinterprete las cosas y crea que me gusta o alguna estupidez por el estilo —, me refiero a qué tipo de persona es.

En cuanto a su juego, ya he visto lo bastante como para saber que apunta las maneras de una estrella en ciernes, pero no es eso lo que me preocupa. Su temperamento sí.

Empiezo a preparar la mesa para así echarle una mano y de paso evitar su mirada escrutadora que empieza a tenerme un pelín inquieta. De modo que, cuando al fin me responde, le estoy dando la espalda.

— Sé que puede parecer un poco arrogante, pero es un buen chico. Con bastante temperamento, eso sí, pero nada con lo que tú no puedas lidiar — me asegura, provocando que me gire hacia él con una sonrisa.

Yo puedo.

Hasta ahora mi padre es la primera persona que ha confiado en mí para esto y oírlo asegurarlo con tal rotundidad me llena de calidez el pecho, me hace sentir respaldada. Y solo entonces me doy cuenta de la inmensa falta que me ha hecho todo este tiempo.

Diez razones para romper las reglas ✔️ COMPLETA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora