MARA
Anoche caí en un sueño profundo y reparador. Hacía tiempo que no descansaba tan plácidamente y sin duda la compañía de Seb -y lo que hicimos anoche- tuvo mucho que ver.
Fue maravilloso. Ahora más que nunca sé que he hecho lo correcto, porque estoy enamorada de él. Y no me arrepiento de mi decisión.
Solo espero que él pueda entenderlo y no me guarde rencor por no habérselo contado. Es lo mejor para todos, tiene que ser así.
Me despierta a las seis en punto. Está a punto de amanecer y no deben vernos juntos. Aún no, no nos conviene.
Por eso, aunque me duele separarme de él después de lo que compartimos, tengo que hacerlo. Estoy segura de que, de todos modos, los chicos notaron nuestra ausencia anoche y sumaron dos más dos, pero aun así...si no tienen pruebas no podrán estar seguros.
Cuando Seb se va a su habitación para cambiarse -casi tengo que echarlo, porque si por él hubiera sido lo manda todo al diablo con tal de quedarse conmigo- entro al baño para darme una buena ducha que me ayude a pensar con la cabeza fría.
Sin embargo, nada más poner un pie en la ducha, los recuerdos de todo lo que hicimos anoche hacen acto de presencia en mi mente, haciéndome imposible la tarea de relajarme.
Aun así, hago mi mejor esfuerzo y al menos consigo despejarme. Estoy agotada y necesito recuperar fuerzas para el día que me espera.
Salgo para vestirme, envuelta en una toalla, cuando algo llama mi atención. Es una rosa roja. Y está sobre la cama.
La cojo con cuidado e inhalo su aroma. Es preciosa.
Seb ha debido de entrar a dejarla aquí mientras yo me bañaba. Se me escapa un suspiro al ver que también me ha dejado una nota. La desdoblo, emocionada.
¿Tienes idea de lo sexy que estás llevando mi camiseta, con mi número a la espalda? Te quiero.
Bailoteo por toda la habitación como una quinceañera y me dejo caer sobre la cama, abrazando la almohada mientras imagino que es su cuerpo.
—Te quiero, te quiero —le contesto al aire, porque él no puede oírme.
...
Cuando bajo al comedor para el desayuno, todavía estoy en una nube y debe de notárseme, porque soy la última en llegar y todos se giran para mirarme, ya sentados a la mesa.
De forma inconsciente, mis ojos viajan hasta Seb, que está sentado a la cabecera de la mesa devorando unas tortitas con zumo de naranja.
Al reparar en mí, curva los labios hacia arriba en una minúscula sonrisa que pasa desapercibida para todo el mundo excepto para mí.
—Buenos días chicos, siento llegar tarde.
—Te he estado guardando el sitio —comenta alegremente Mía, señalando el asiento entre ella y Seb, en el que me dejo caer, agradecida.
—Muchas gracias, estoy hambrienta.
—¿Una noche dura? —inquiere Drew y algo en su forma de decirlo hace que me ponga en alerta. Grace le da un codazo que solo provoca que su sonrisa canalla se acentúe y hasta Seb lo mira, entrecerrando los ojos. —Lo digo porque parece que no has podido dormir mucho y es culpa nuestra, anoche acabamos tarde la juerga —añade, pero algo me dice que no está siendo sincero y la posibilidad de que sepa lo que pasó entre nosotros hace que la sangre se me concentre en las mejillas.
—Sí, fue brutal. Deberías haberte unido a nosotros, la piscina es impresionante —lo secunda Troy, quien a diferencia de su compañero lo dice sin ironía.
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Diez razones para romper las reglas ✔️ COMPLETA ©
RomanceUn deporte para muchos; una pasión para ellos. Con tan solo veintiún años Sebastian Allen es una de las estrellas más reconocidas del fútbol americano. Lo tiene todo para despegar, si no fuera por la fama de mujeriego y juerguista que le precede...