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MARA

He pasado por todas las emociones imaginables hoy.

Ver a Seb enfrentarse a su padre para defender a los suyos me ha hecho llorar por el niño que tuvo que soportar golpes y malos tratos, pero también sentir orgullo por el hombre valiente y fuerte en que se ha convertido.

Lo amo con todo mi corazón y soy afortunada por ser correspondida.

Todo lo sucedido también me ha hecho pensar en mi padre y en lo mucho que lamento no haber pasado más tiempo con él estos años.

Pero si algo he aprendido es que no sirve de nada querer volver el tiempo atrás. Porque la realidad es que no podemos. Y hay que concentrarse en vivir el presente.

Cuando le he dicho que Seb vendría se ha puesto muy contento y me alegra haberle contado yo misma lo que estaba pasando entre nosotros. Lo hice el mismo día en que le comuniqué mi decisión de dejar el equipo.

Y él me apoyó, con ambas cosas. Seb le agrada, siempre se llevaron bien y asegura que le gusta para mí siempre que me trate bien. Pero eso sí, hoy está dispuesto a tantearlo y no puedo negar que me divierte ver a mi quarterback -siempre tan seguro de sí mismo- nervioso por causarle una buena impresión.

—Pasa, te está esperando —lo invito, en cuanto abro la puerta. Los ladridos de Atenea resuenan alegres, dándole la bienvenida.

—Vale.

Lo veo retocarse el pelo disimuladamente en un espejo y me río. Cosas como esta solo hacen que lo quiera más.

—Vaya, mira quién se ha dignado a dejarse caer por aquí.

Mi padre está de broma, pero Seb no lo sabe y se pone tan rojo que es casi cómico.

—Hola, Tom —se aclara la garganta y le extiende la mano, que mi padre estrecha con una media sonrisa. —Siento mucho no haber venido antes. Verás, yo...te debo una explicación —empieza a decir, pero mi padre le resta importancia con un gesto.

—No es necesario. Tenías miedo de haberme decepcionado, ¿o me equivoco? —aventura, dejándolo atónito.

—No, ¿cómo lo has sabido?

—Porque te conozco, Seb y sé que una de tus debilidades más grandes es creer que has decepcionado a tus seres queridos. En eso os parecéis mucho los dos —añade risueño, echándome una ojeada. Touché.

—¿Entonces no estás enfadado? —trata de asegurarse, todavía confuso.

—No, chico. Aunque la próxima vez que quieras ver a mi hija podrías entrar por la puerta, es más cómodo —apostilla mi padre, dando el golpe de gracia.

Seb se pone de todos los colores. Apuesto a que no se lo esperaba.

—¿Cómo...?

—Nos escuchó una de las últimas veces que te colaste. Yo tampoco lo sabía —le aclaro, mucho menos azorada que él. Si quisiera habernos regañado lo habría hecho, pero él no es así.

Seb abre y cierra la boca varias veces antes de poder hilar una frase coherente.

—¿Y por qué no me dijiste nada?

—Vamos, Seb. Yo no soy Daniel. Siempre he querido que mi hija sea feliz y nunca le he visto ese brillo en los ojos hasta que empezó a verse contigo. Sabes que te considero como un hijo más y sé que la cuidarás bien —le habla con el corazón y es evidente que sus palabras lo emocionan.

—Por supuesto y te lo agradezco. La quiero y la trataré como a una reina —le promete y ahora me toca a mí el turno de sonrojarme.

—Más te vale. ¿Quieres una cerveza? Hoy hay partido, podemos encender la barbacoa.

—Claro.

SEB

Estoy tomándome una cerveza con Tom y Mara mientras vemos el partido y me siento como en casa.

No puedo mentir; estoy un poco inquieto porque Daniel es impredecible, pero sé que estando el tío Rick en casa no se atreverá a acercarse.

Es un cobarde.

—Ya está encendida, papá. La has puesto cuando te he avisado de que Seb vendría —le aclara mi chica, con tacto.

Veo cómo la expresión jovial de Tom se transforma en incredulidad y luego en pesar y asiente.

—Sí, lo he olvidado, cielo. Gracias por recordármelo.

—No pasa nada, ha sido un día estresante —lo reconforta ella, apretándole la mano con cariño.

A mí se me rompe el corazón porque no puedo soportar el mero hecho de pensar que poco a poco se irá deteriorando hasta el punto de no reconocer ni a su propia hija.

No quiero ni imaginar lo duro que debe ser esto para Mara. Y se mantiene tan entera...

Sé que gracias a Dios todavía faltan unos años -espero que muchos- para eso y estaré a su lado para apoyarla en todo momento.

—Bueno Tom y cuéntame, ¿qué te pareció nuestra forma de hacer pública la relación? Admito que no fue lo más discreto...

Decido cambiar sutilmente de tema y Mara me lo agradece. Tom se echa a reír y por mucho que después intenta hacerse el padre severo siempre ha sido un buenazo.

—Creo que fue un muy buen beso, pero será mejor que no lo repitas a menudo delante de mí, chico —me previene y decido no jugármela.

—Sí, señor, no tentaré a la suerte.

—Seb, necesito pedirte un favor —me pide mi chica, cuando terminamos de comer.

—Claro, dime —acepto, intrigado.

—He compuesto un tema especial y me gustaría que me grabaras cantándolo... voy a seguir tu consejo. La música es mi sueño y quiero intentar abrirme un hueco en ese mundillo. ¿Me ayudas? —inquiere, tímida.

—Joder, eso es genial. Claro, cuenta con eso. Vas a ser una estrella, Mara Dyers —vaticino y de pocas cosas he estado tan seguro en mi vida.

—Sabes que te quiero, ¿verdad?

Nunca me cansaré de escucharla pronunciar esas palabras que son como música para mis oídos.

—No más que yo a ti.

La beso, cogiéndola de la cintura y acomodándola a horcajadas sobre mis piernas.

En ese momento, justo cuando nos estamos besando, Tom se asoma por la ventana y me regaña.

—Eh, vaquero, las manos donde pueda verlas.

—Lo siento, Tom. Es que estoy enamorado de tu hija —contesto, con simpleza y ella se derrite entre mis brazos.

—Por eso te salvas...

Es evidente que a mi suegro no le va lo de hacerse el duro, pero tampoco quiero subestimarlo y arriesgar mi pellejo. Seguiré las reglas por una vez.

—Y yo de ti, número doce de los Patriots.

Es Mara la que me atrae hacia sí para culminar el beso.

Y otra vez mando al diablo las reglas.

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Diez razones para romper las reglas ✔️ COMPLETA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora