🏈17🏈

1.8K 163 17
                                    

SEBASTIAN

Esta última semana ha sido un asco. De esas que se hacen interminables y, por más que te estés deseando que llegue ya el puto fin de semana para perderte del mapa, transcurren el doble de despacio.

Hemos perdido otro partido, esta vez contra los Jaguars de Florida. Los chicos lo dieron todo, pero en cuanto expulsaron a Drew por una falta bastante arriesgada y Mara se vio obligada a poner en su lugar a un novato de segundo todos supimos que estábamos jodidos.

Pero la gota que colmó el vaso fueron todos esos comentarios de odio masivo que ha estado recibiendo en todas las redes sociales, hasta el punto de obligarla a ponerlas en privado.

No quiero ni pensar en cómo debe de haberse sentido porque me dan ganas de rastrear las direcciones IP de todos esos haters de mierda y decirles cuatro cositas bien dichas.

En su lugar, harto de todo el veneno que estaban soltando, decidí optar por lo que todo el mundo me aconsejó que no hiciera: pronunciarme sobre el tema en mi cuenta de Instagram.

Tal vez lo más correcto sería haber esperado hasta que las aguas volvieran a su cauce, pero cada vez que veía algún comentario de gente insultándola y diciendo todo tipo de barbaridades sobre ella, me hervía la sangre.

Tampoco ayuda en nada la campaña de desprestigio que ha montado la prensa, insinuando cosas desagradables sobre ella como que ha conseguido el puesto por enchufe o por ser "demasiado simpática" con nosotros.

También los he amenazado con demandarlos si vuelven a publicar más basura como esa sobre ella.

Y no voy a mentir; hasta he llegado a pensar que mi padre podría estar detrás de todo. Aunque, por desgracia, no tengo pruebas de ello. Pero lo he estado vigilando de cerca.

Nuestra relación está en el punto más tenso y cargado de animadversión mutua que recuerdo desde que tengo uso de razón – y ha habido momentos la hostia de jodidos -. Cuando llegué a casa me estaba esperando, colérico, para echarme un responso épico. Sin embargo, le paré los pies y gracias a la mediación del tío Rick las aguas se calmaron antes de que alguno de los dos hiciera o dijera algo irreversible.

Lo bueno es que lleva desde entonces sin dirigirme la palabra y ni falta que me hace, sinceramente.

A estas alturas ya ni siquiera me sorprende o me decepciona su comportamiento. Estoy acostumbrado.

La que me preocupa es Mara.

He perdido la cuenta de la cantidad de veces que he estado a punto de llamarla o de escribirle para preguntarle cómo está, para acabar echándome atrás en el último momento.

Me digo a mí mismo que es porque no quería agobiarla más, pero la verdad es que supongo que lo que me da miedo es que vuelva a rechazarme.

Así que me las ingenié para hablar con mi hermana – que ya pensaba hablar con ella de todos modos porque han congeniado de un modo increíble desde que se conocieron – y que me hiciera de mensajera. Ella aceptó, pero no sin antes intentar sonsacarme haciéndome un montón de preguntas incómodas que esquivé como buenamente pude.

Aun así, sé que no he conseguido engañarla ni mucho menos. Mía me conoce mejor que yo mismo y sé que me ha calado desde hace tiempo.

Pero es un precio que estoy dispuesto a pagar. Sé que ella me guardará el secreto.

A pesar de todo, me quedé con mal sabor de boca cuando mi hermana me contó que Mara rechazó su propuesta de venir a casa a pasar una noche de chicas con ella y así distraerse un poco.

Diez razones para romper las reglas ✔️ COMPLETA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora