SEBASTIAN
Todavía estoy que echo chispas cuando mis amigos y mi hermana – que ha aparecido de la nada cuando ya me tenían sujeto, sin saber qué había pasado – me sacan al jardín prácticamente a rastras.
No pienso ni razono como una persona normal ahora mismo. Porque la imagen de ellos dos en la cocina se me ha quedado grabada a fuego en las retinas. Y me duele más de lo que debería, sobre todo por él. Porque jugaba a ser el mejor amigo perfecto y a apoyarme en los momentos difíciles y era todo una farsa.
Creo que por eso me he puesto así, no porque la quiera a ella. Es por la traición.
Joder, no he tenido bastante. Necesito hacerle más daño, tanto como me ha hecho él a mí. Me los imagino riéndose de mí todo el tiempo que haya durado esta porquería y siento que voy a explotar como un volcán.
No me sueltan. Ninguno de los cuatro. Me conocen y saben perfectamente bien lo que se me está pasando por la cabeza.
Mía me sujeta la cara con ambas manos y me dice algo como que respire y entonces me doy cuenta de que estoy casi bufando de la ira que siento.
— Eso es, respiraciones pausadas. Cuenta hasta cinco y suelta el aire, ya está — me indica, muy preocupada.
Me obligo a hacerle caso, solo para que no se angustie más. Las lágrimas están a punto de aflorarle y eso me desarma.
— Soltadme — pido, más tranquilo. Al menos lo intento. Pero ellos recelan, así que respiro hondo —. No voy a hacer nada, lo prometo.
Se relajan cuando digo esto último. Si lo prometo es porque voy a cumplirlo. Tengo palabra.
Obedecen, poco a poco, como evaluándome. Y al ver que no se me va la olla de nuevo y salgo corriendo al interior para matar a ese gilipollas, suspiran de alivio.
Veo a Alex y a Troy salir de la casa, con cara de circunstancias.
— Eh, tío...¿estás más tranquilo? — se interesa Alex, rascándose la nuca. Es un tío tímido al que no le gustan las broncas, pero sus ojos dicen que de verdad le preocupa lo que me pasa.
Me las arreglo para asentir, con Mía abrazada a mi torso como a un salvavidas. No para de decirme que quiere irse. Y yo también, pero a la vez...no quiero llegar a casa, porque sé la que me espera. Y lo asumo, la he cagado. Me he cegado por la ira. Pero es que no he podido evitarlo.
— Nosotros no teníamos ni idea — asegura Troy, dándome una palmada en el hombro como apoyo.
— Lo sé.
Ni siquiera yo la tenía. Qué ciego he estado y qué rabia me da.
— ¿Chad está consciente? — se atreve a preguntar mi hermana. Y sé que lo hace porque tiene miedo por mí.
Alex asiente y dejo escapar el aire contenido. No merece la pena.
— Sobrevivirá. Pero... esto te causará problemas, Seb. Han llamado a una ambulancia. Y a la poli, creo. Deberías...
— Sí, vámonos — digo, antes de que termine —. Gracias, a todos.
Nos despedimos y me hacen prometer que los llamaré en cuanto termine la bronca, que no va a ser corta ni bonita.
Steph arranca en cuanto subimos y es el más preocupado de todos.
No sabe ni qué decir. Y lo entiendo, porque yo tampoco.
No hay nada que decir, en realidad.
Yo resolveré esto.
Solo espero que el cabrón de Chad me tome en serio y se largue del equipo, porque si no...
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Diez razones para romper las reglas ✔️ COMPLETA ©
RomanceUn deporte para muchos; una pasión para ellos. Con tan solo veintiún años Sebastian Allen es una de las estrellas más reconocidas del fútbol americano. Lo tiene todo para despegar, si no fuera por la fama de mujeriego y juerguista que le precede...