MARA
Mientras esperamos a que traigan la comida, más de treinta pizzas de todas las clases y sabores habidos y por haber, empezamos a charlar y me alegra conocer a los chicos en un ambiente relajado y fuera del contexto del fútbol.
A fin de cuentas, solo les llevo un par de años y congeniamos en muchos aspectos.
Sobre todo con Sebastian.
Mierda, no sé por qué he pensado eso.
Quizá influya el hecho de que esté sentado justo frente a mí, mirándome fijamente.
Nos hemos venido a una pizzería céntrica que está a pocos minutos andando del estadio y hemos ocupado una mesa para veinte que, por suerte, estaba sin reservar porque tengo a todo un equipo de fútbol hambriento y cabreado, lo cual nunca es buena combinación.
—Oye Sean —lo llama Mía, provocando que deje a medio camino el trozo de pizza que iba a llevarse a la boca para mirarla con curiosidad —, ¿desde cuándo os conocéis Mara y tú? Tenéis una amistad muy bonita.
Sonrío y dejo que sea él quien conteste. A decir verdad, ya me extrañaba que nadie nos hubiera hecho esa pregunta antes. Sé que todos tienen curiosidad y más de uno – no quiero mirar a nadie, especialmente a cierto quarterback que tengo enfrente y no pierde detalle de la conversación – piensa que entre nosotros dos hay algo. Nada más lejos de la realidad.
—Pues aunque parece que desde hace siglos, la verdad es que nos conocimos en el primer año de carrera. Maggie, mi prometida, y yo salíamos de secretaría cuando accidentalmente nos chocamos con ella y...
—Un momento, ¿tu prometida? ¿Estás...comprometido? —lo interrumpe Sebastian, con una expresión de absoluta perplejidad en su rostro. Y es la primera frase que intercambia con Sean desde que llegó, así que eso lo dice todo.
Apuesto a que era lo último que esperaba. Pero me alegro de que Sean lo haya dicho – sé que lo ha hecho adrede, porque después del numerito de los celos en el entrenamiento, su trabajo de Cupido está hecho – porque la verdad es que no quiero volver a usar esa treta nunca más. No me sentía cómoda.
Sean esboza una enorme sonrisa antes de responderle.
—Sí, de hecho ella iba a acompañarme. Pero al final no ha podido, por trabajo.
Maggie es profesora en una academia de canto y en estas fechas están a tope con los recitales.
—Y es una pena, porque me habría encantado verla, pero espero que la próxima vez —aseguro, risueña.
—Dalo por hecho, eso si no nos casamos antes. Solo para que conste, estáis todos invitados.
—¿Comida y bebida gratis? Cuenta conmigo, tío —se apunta Drew, con el desparpajo que lo caracteriza.
Su novia Grace le da un sutil codazo y lo regaña.
—Por Dios Drew, córtate un poco.
—¿Qué? Si es verdad —replica él, poniendo cara de no haber roto un plato.
Todos nos echamos a reír con ganas, incluido Sean, y varios de los chicos lo secundan.
Luego empiezan a interrogar a mi amigo –sobre todo Nick, como el buen cotilla que es –con preguntas como si no le tiene miedo al compromiso o cómo puede casarse tan joven, si está seguro de que no se va a arrepentir en el altar y esas cosas de chicos.
Luego terminamos de contarles la historia de cómo los tres nos volvimos inseparables.
En un momento dado, en medio de las bromas y el buen rollo, cruzo miradas con Seb y siento que se me eriza la piel por el efecto electrizante que esos ojazos verdes tienen sobre mí.
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Diez razones para romper las reglas ✔️ COMPLETA ©
RomanceUn deporte para muchos; una pasión para ellos. Con tan solo veintiún años Sebastian Allen es una de las estrellas más reconocidas del fútbol americano. Lo tiene todo para despegar, si no fuera por la fama de mujeriego y juerguista que le precede...