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MARA

Seb ha estado un poco raro estos dos últimos días y empiezo a preocuparme. Hay algo dentro de mí que me dice que me está ocultando algo y está relacionado con ese misterioso hombre con el que estuvo hablando a solas, porque lleva así desde entonces.

Esta mañana sin ir más lejos me ha dicho que no podíamos vernos en nuestro lugar de encuentro habitual, alegando que tenía que entrenar más duro antes de clase. Lo cual sinceramente me parece una locura, porque se levanta a las cinco de la mañana todos los días para correr y levantar pesas, no necesita entrenar más duro.

Entiendo que esté estresado por su inminente regreso al terreno de juego, pero su forma física es impecable y sé que lo hará genial porque confío en su potencial. Lo he visto con mis propios ojos y solo deseo que él también pudiera verse como lo percibo yo.

Por desgracia, no sé cómo abordar este tema sin que piense que me estoy metiendo donde no me llaman o que piense que no entiendo lo que este deporte significa para él ni lo que está en juego, porque nada más lejos de la realidad. Simplemente no quiero que se machaque tanto porque no es sano.

He pensado en hablar del tema con Stephen o con Mía, ya que ellos lo conocen mejor que yo y sabrán qué hacer, pero todavía no he encontrado el momento porque siempre que los veo Seb también está presente.

El fin de semana se acerca y con él el encuentro con los Scorpions. Soy más que consciente de que, a pesar de nuestra última victoria, no podemos permitirnos una derrota o la liga se habrá acabado para nosotros esta temporada.

—¿Estás bien, hija? Te veo muy pensativa esta mañana.

La pregunta de mi padre me saca del trance en el que he estado sumida sin darme cuenta y trato de salir del paso como puedo. Por más que me gustaría contarle la verdad, no puedo hacerlo.

Sé que él ante todo desea mi felicidad, pero también que se sentiría decepcionado no solo porque entre uno de mis jugadores y yo haya ocurrido algo sino porque lo hemos ocultado. Lo último que quiero es darle más dolores de cabeza, especialmente ahora que los está sufriendo cada vez con más frecuencia.

—Sí, no es nada. Solo que últimamente me cuesta un poco dormir, pero nada que el café no pueda solucionar —bromeo para intentar quitarle hierro al asunto, pero no funciona. Él me mira con un marcado gesto de preocupación que activa todas mis alertas.

Suspira y deja su plato vacío a un lado para hablarme con franqueza.

—Llevas una carga demasiado pesada tú sola y eso no es justo. —Se queda callado unos segundos, meditando sus siguientes palabras y me alarmo de verdad. —Escucha, lo estás haciendo muy bien y no alcanzas a imaginar lo orgulloso que estoy de ti, pero podemos buscar a alguien más si...

—No —lo interrumpo antes siquiera de que acabe la frase. La simple idea de tirar la toalla y defraudar a todo el mundo me horroriza. Por eso, aunque sé que para mi relación con Seb sería más fácil, no puedo hacerlo. Porque va en contra de mis ideales. —No hace falta, papá, de verdad. No te preocupes por mí. Si asumí esta responsabilidad es porque voy a cumplir con lo que se espera de mí, solo es un poco de cansancio pero se me pasará pronto, tranquilo.

Su mano cubre la mía y la vulnerabilidad que veo en sus ojos me toma con la guardia baja.

—Si eso es lo que quieres, está bien. Pero solo quiero que sepas que si por el motivo que sea decidieras dejarlo, lo entendería perfectamente. Ya has hecho mucho más de lo que me merezco.

—Papá, no digas eso...—lo acallo, incapaz de soportar el arrepentimiento y la culpa que rezuma su voz.

Es la primera vez que veo esta faceta suya y lo dejo continuar porque sé que necesita desahogarse.

Diez razones para romper las reglas ✔️ COMPLETA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora