MARA
Un mes después.
Con el portátil abierto entre mis piernas en mi bandeja de entrada de emails, entro en pánico.
—No puedo hacerlo, Seb, no puedo abrirlo —me rehúso, al borde del llanto.
Pero mi novio es persistente y usa sus mejores argumentos para convencerme.
—Vamos, preciosa. Tienes que hacerlo, sé que son buenas noticias.
—Pero ¿y si no? —rebato, dejando que mi lado más pesimista aflore.
—Recuérdame otra vez cuántas reproducciones y me gustas tiene ya el vídeo, anda —me pide, con paciencia.
—Un millón y medio de reproducciones y más de setecientos me gusta, además de cuatrocientos comentarios...casi todos positivos.
Sí, puede que lo haya estado consultando compulsivamente cada día, pero sin el puede.
Sigo alucinando con la tremenda acogida que ha tenido el tema y ya estoy componiendo el siguiente. Pero me da miedo lo que voy a encontrarme en ese correo.
Seb está en el vestuario, su entrenamiento acaba de terminar y sé que no debería haberlo llamado para una tontería así, pero es que necesito su apoyo.
Se está adaptando estupendamente al equipo. Poco después de su graduación, formalizaron el fichaje y firmó un contrato de cuatro años con el equipo de sus sueños.
Con sus compañeros también se lleva muy bien, aunque me consta que echa mucho de menos a sus amigos. Y eso que se ven a menudo.
A Stephen le hicieron una oferta hace poco los Panthers, Drew ha fichado por los Tigers, los Saints están interesados en Nick y el resto todavía no tienen equipo pero estoy convencida de que las ofertas no tardarán en lloverles. Son excepcionales.
En cuanto a Devon, ya se ha recuperado por completo y está empezando a entrenarse para volver a ponerse a pleno rendimiento. Es un campeón.
—Vamos, ábrelo y léelo en voz alta. Te prometo que van a ser buenas noticias.
Me había olvidado de que Seb seguía al teléfono.
Asiento, aunque sé que no puede verme y, armándome de valor, obedezco.
Tan pronto como termino de leerlo, dejo escapar un grito y Seb se alarma, por lo que tengo que aclararle que era de felicidad.
—¡Me ha escrito una discográfica! Les gustaría trabajar conmigo, me han dado su número de teléfono para que les llame. Quieren hacerme una propuesta formal para grabar un disco —exclamo, eufórica.
No me lo puedo creer. Tengo que estar soñando, esto no puede ser real.
—Lo sabía y mucho han tardado, si quieres mi opinión. Eres la mejor, estoy orgulloso de ti.
Sus palabras están llenas de amor y de admiración y no puedo evitar que una lágrima solitaria se me escape. Soy tan afortunada por contar con él...en este tiempo nuestra relación no ha hecho sino afianzarse, a pesar de que los dos estamos muy ocupados.
—No puedo esperar a que vengas a casa para celebrarlo —afirmo, impaciente. En ese momento, se escucha el ladrido de Zeus, al que estoy cuidando.
Rose me lo ha dejado antes de irse a trabajar. Ha vuelto a su puesto de decoradora de interiores y se la ve la mar de contenta. Me alegro mucho por ella, desde que Daniel salió de su vida es una mujer renovada.
Al principio se resistió, pero acabó firmando los papeles del divorcio para evitar un escándalo. Desde entonces, salió de nuestras vidas para siempre.
Solo le hemos visto una vez; Seb y yo fuimos de compras al centro y nos lo encontramos, saliendo de la consulta de un psicólogo.
Mi novio ni siquiera lo miró. Y no puedo culparlo.
—¿Cómo se está portando mi chico? —me pregunta, refiriéndose a Zeus. Es más inquieto que Atenea y entre los dos hay química, así que no puedo dejarlos solos mucho tiempo.
—Bien por el momento, pero no puedo decir lo mismo de Atenea —confieso, entre risas, al ver cómo mi perrita se acerca a él y le coquetea, con aire majestuoso.
—Es de armas tomar, como su dueña —bromea. —Llama a esa discográfica, a ver qué te proponen, y luego me cuentas ¿vale? Te quiero.
—Y yo a ti —me despido mandándole un beso y respiro hondo hasta en tres ocasiones antes de marcar el número que venía en el correo, con el corazón latiéndome como un tambor en el pecho.
No tardan en contestar y es una suerte, porque ya me estaba arrepintiendo.
—Buenos días, soy Mara Dyers, he recibido un correo suyo...
—Buenos días, Mara. Gracias por llamarnos. Verá, soy Arthur McClein, representante de la discográfica Golden voices y quería hacerle una propuesta formal porque nos interesa que trabaje con nosotros. Su vídeo nos ha impresionado y estamos convencidos de que con nuestra ayuda podría convertirse en una gran artista.
Escucho con atención todos los pormenores de su propuesta, atenta hasta al último detalle -sé lo suficiente de este mundillo como para tener cuidado con la letra pequeña, porque hay mucha gente que se aprovecha de los artistas que están empezando- y al final, cuando cuelgo, lo hago con una sonrisa en los labios.
Me han citado mañana a primera hora para ultimar los detalles en persona y firmar el contrato, si estoy conforme. Iré con Vivianne, por supuesto.
Rick y ella han empezado a salir y se ve que les va muy bien. No puedo alegrarme más por ellos.
Me entretengo haciendo tareas domésticas hasta que por fin llega Seb de entrenar y entonces decido darles la noticia a mi padre y a él.
Están fuera, jugando un partido de baloncesto mientras Zeus y Atenea corretean a su alrededor. Me asombra la energía que tiene este chico, debería estar agotado después del entrenamiento y sin embargo, todavía tiene ganas de seguir haciendo ejercicio.
Papá y él suelen pasar tiempo juntos y se llevan muy bien, algo que me encanta.
—¡Chicos, venid un momento! —los llamo, desde el porche, pero están tan entregados que ni me oyen.
Así que decido probar otra técnica; me llevo las manos a la boca y emito un agudo silbido.
De inmediato, ambos se giran hacia mí y sonrío, satisfecha.
—¿Sí, entrenadora? —inquiere Seb, con picardía. A veces me sigue llamando así porque sabe que me pone un montón.
Me muerdo el labio y les digo por gestos que se acerquen. En cuanto les doy la enhorabuena, mi novio me coge en brazos y me besa, emocionado. Hasta que mi padre se aclara la garganta y me deja en el suelo, poniendo una cara de corderito que no engaña a nadie.
—Felicidades cariño, sabía que lo lograrías —mi padre me besa en la mejilla y me abraza, orgulloso.
No tengo palabras para agradecerles a los dos por haber creído en mí, por su apoyo incondicional y por animarme a perseguir mis verdaderos sueños.
No soy ingenua, sé que no todo va a ser de color de rosa.
Nos esperan meses muy duros. De mucha dedicación, trabajo duro y disciplina. Pero si algo me ha demostrado Seb es que está dispuesto a estar conmigo en las buenas y en las malas, al igual que yo con él, porque nos queremos de verdad.
Juntos formamos un equipo perfecto y sé que encontraremos la manera de compaginar nuestra relación con nuestras carreras.
Y pensar que todo empezó con una suspensión y una lista.
Una lista de diez razones para no romper las reglas.
Pero después de todo, ¿no dicen que las reglas están para romperlas?
Mañana os subo el epílogo, he amado escribir esta historia y espero que también la hayais disfrutado mucho ❤🥺
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Diez razones para romper las reglas ✔️ COMPLETA ©
RomanceUn deporte para muchos; una pasión para ellos. Con tan solo veintiún años Sebastian Allen es una de las estrellas más reconocidas del fútbol americano. Lo tiene todo para despegar, si no fuera por la fama de mujeriego y juerguista que le precede...