MARA
Mi plan para hoy sábado era quedarme encerrada en casa y atiborrarme de helado mientras veía mi mejor repertorio de comedias románticas, preferiblemente en las que saliera Ryan Gosling.
Hasta que he recibido un mensaje de Mía, invitándome – o más bien sobornándome con la enorme tarta de tres pisos de chocolate que va a haber, porque sabe que es mi debilidad – al cumpleaños de Maggie Woodshire, una de las hermanas de Devon y Drew.
He intentado convencerla de que no era buena idea que asistiera. Y ya no solo por el desastre que han sido nuestros dos últimos partidos, sino porque ni siquiera le he comprado un regalo a la niña y me muero de vergüenza ante el hecho de presentarme allí por la cara.
Sin embargo, ya debería saber que es inútil discutir con Mía, pues ha acabado haciendo uso de todas sus dotes de persuasión hasta que he cedido. Asegura que nadie espera que lleve nada y que solo quieren mi presencia y que me sienta a gusto.
Mi principal razón para negarme, no obstante, no puedo compartirla con ella; porque se trata de Sebastian. Esperaba poder pasar al menos un día sin verlo para ver si de ese modo se apaciguan los irracionales – y cada vez más fuertes – sentimientos que despierta en mí cada vez más a menudo.
No dejo de pensar en su boca, su sonrisa, sus bonitos ojos verdes y su pelo castaño revuelto y mojado cuando está recién salido de la ducha. Y esos hoyuelos tan monos que se le forman cuando sonríe.
Sus labios son suaves y carnosos...y después de haberlos probado, aunque me lo niegue a mí misma hasta el cansancio, no he hecho más que desear fervientemente volver a sentirlos contra los míos. Por mucho que sea una locura.
Así que, después de haberme preparado a toda prisa con un conjunto improvisado pero chic, me he despedido de papá y de Atenea (el pobre me ha prometido que se encargaría de sacarla a pasear y de darle mimos por mí, porque mi chica es muy cariñosa y la verdad es que me alegro porque a mi padre le vendrá bien salir también de casa un poco) tras prometerle que iba a divertirme.
Tengo toda la intención de hacerlo.
Mía me ha recogido en un flamante jeep y me ha asegurado que lo vamos a pasar genial, que los Woodshire son encantadores y siempre preparan comida y bebida para un regimiento. La verdad es que me ha hecho sentir cómoda enseguida y hemos pasado todo el camino cantando los mejores éxitos de Katy Perry y Ariana Grande, sin dejar de reír a pleno pulmón.
Es la mejor amiga que podría pedir y no se imagina cuánto le agradezco que me haya incluido en este plan para distraerme de mi horrible semana. Realmente lo necesitaba.
Los padres de los gemelos son muy amables y enseguida la señora Woodshire me ha invitado a comer y beber todo lo que quisiera, no sin antes asegurarme que lo que pasó en los partidos no fue más que una mala racha y, acto seguido, ponerse a despotricar contra los rivales, los árbitros y los periodistas imbéciles.
Me ha caído bien al instante.
Enseguida, los chicos me saludan y me hacen sentir integrada. Hay buena música y el ambiente es muy agradable, pero mis ojos no dejan de buscar continuamente a Sebastian entre la multitud y cuando por fin aparece, todo lo demás pasa a un segundo plano para mí.
Se ha puesto muy guapo; lleva una ajustada camiseta negra de manga larga que resalta los músculos de sus bíceps y unos pantalones cargo que le sientan como un guante.
Ha venido con Stephen y un chico castaño muy mono al que no había visto nunca, pero que según me informa Mía, es el hermanastro de este. Hablando de mi amiga...no le quita ojo a mi centro y enarco las cejas. Porque ahora que me doy cuenta...ella siempre está muy pendiente de Stephen y viceversa.
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Diez razones para romper las reglas ✔️ COMPLETA ©
RomanceUn deporte para muchos; una pasión para ellos. Con tan solo veintiún años Sebastian Allen es una de las estrellas más reconocidas del fútbol americano. Lo tiene todo para despegar, si no fuera por la fama de mujeriego y juerguista que le precede...