SEB
Si le doy más vueltas a la cabeza, juro que me va a explotar el cerebro.
La fiesta de ayer estuvo guay, pero me dejó todavía más confundido en lo que a Mara respecta.
Joder, empieza a ser preocupante que no pueda sacármela de la cabeza ni dormido ni despierto.
Anoche tuve un sueño con ella que...hostia, cruzaba todos los límites a toda mecha y sin frenos. Cuando me desperté, en plena madrugada, estaba empalmado como un maldito adolescente en pleno brote de pubertad y casi me da algo.
En la vida me había pasado algo así.
Sí, me han interesado muchas chicas y he tenido dos o tres novias formales, pero ni siquiera por ellas he llegado a sentir algo ni remotamente tan intenso como lo que me está pasando con Mara.
Esta mañana me he levantado a las seis para salir a correr con Zeus, con la esperanza de encontrármela como aquella vez. Pero no ha habido suerte.
A decir verdad no la he vuelto a ver desde ese día y temo que haya cambiado de ruta solo para evitarme. No lo soportaría.
O quizá simplemente es que está demasiado cansada como pegarse semejante madrugón y yo le estoy dando demasiada importancia a algo que no la tiene.
Como sea.
El caso es que estoy disperso y malhumorado, incapaz de centrarme como es debido, y necesito hablarlo con alguien que sepa que no va a juzgarme, pero obviamente sin dar nombres.
Por eso, cuando localizo a Drew levantando pesas al fondo del gimnasio, como el que no quiere la cosa voy hasta allí y me coloco en la máquina de al lado para calentar los músculos de las piernas.
—Ey, Drew — saludo y él, todavía concentrado, me dedica una media sonrisa.
—¿Qué hay, Seb?
—Poca cosa —digo, pensando en cómo abordarlo sin que resulte demasiado sospechoso. Luego caigo en que no hay otra forma de soltarlo y decido que a la mierda las sutilezas —. ¿Puedo preguntarte algo? — inquiero, con cautela.
—Claro tío, dispara.
Sabía que podría contar con él.
—Vale, pues ahí va. ¿Cómo te diste cuenta de que estabas pillado por Grace?
No lo miro, me da demasiada vergüenza.
En cambio, él lo toma de la forma más natural y casi se le cae la baba al pensar en su chica. Están hechos el uno para el otro, solo hay que verlos.
Te da una sobredosis de azúcar, pero es bonito.
—Joder tío, ¿tú la has visto? ¿Cómo no me iba a enamorar de ella? Es perfecta — declara. Y los dos nos echamos a reír, pero enseguida él se pone más profundo.
—Pero bueno, ya en serio...lo supe cuando empecé a pensar en ella a todas horas y todo lo que quería hacer era buscar cualquier pretexto para que pasáramos tiempo juntos, a solas. Ya sabes que tuvimos que hacer aquel proyecto para clase de Estadística matemática —recuerda, con una sonrisa nostálgica. Y yo asiento.
—Claro que me acuerdo. Le dijiste a todo el mundo que no se pusiera contigo para poder ir con ella, porque era nueva. Buena jugada — lo felicito.
Él baja las pesas – de más de 150 kilos – y se seca el sudor de la frente y el cuello con una toalla. Decido secundarlo. Es mejor que nos tomemos un descanso.
—Si sientes todo lo que te he dicho y la sola idea de imaginártela saliendo con otro tío te despierta instintos asesinos, estás coladísimo. Pero dime, ¿quién es la afortunada?
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Diez razones para romper las reglas ✔️ COMPLETA ©
RomanceUn deporte para muchos; una pasión para ellos. Con tan solo veintiún años Sebastian Allen es una de las estrellas más reconocidas del fútbol americano. Lo tiene todo para despegar, si no fuera por la fama de mujeriego y juerguista que le precede...