Días después
SEB
En cuanto mi culo toca el banquillo, aprovecho el breve tiempo de descanso para beberme por lo menos medio litro de agua de un solo trago.
Tengo la adrenalina por las nubes y evito por todos los medios buscar entre las gradas al ojeador, porque sé que está entre la multitud que hoy me está viendo regresar al juego y me vitorea llena de fervor.
No puedo decepcionarlos. No cuando he esperado tanto tiempo este momento.
—Eh quarterback, deja de comerte el coco. Estás que te sales, te aseguro que ya tienes a ese tío en el bolsillo —me suelta Steph, que me salpica al tirarse el agua por encima.
Al final, se lo conté y me ha estado apoyando desde entonces. Es un amigo en toda regla y confía más en mí que yo mismo.
—¿Tú crees? Este año hay mucho nivel y no sé...—me rasco el mentón, sin tenerlas todas conmigo.
—Vamos, manda a la mierda la modestia por un rato. Nadie es rival para ti, tronco. Métetelo en la cabeza. Y por cierto...¿quién es ese que está hablando con Mara? —cambia de tema, mirando hacia la zona opuesta del banquillo, donde efectivamente mi rubia está hablando con alguien a quien no tardo en reconocer.
—Es Stan Davis —le cuento lo que sé, ya que yo me enteré de todo esto por Daniel y su obsesión por controlarlo todo. —Su nombre estuvo sonando para ser el sucesor de Tom desde hace unos meses, pero al final le dieron el puesto a Mara. No tengo ni idea de cómo se lo tomó, pero que esté aquí no me huele bien...—admito, estudiando la expresión de mi novia para ver si está incómoda. Parece que no, pero aun así...
—Bueno, este partido es decisivo, tampoco veo raro que haya venido y...—Steph se queda congelado en mitad de la frase cuando Mía pasa frente a nosotros ejecutando una serie de acrobacias perfectas. Las chicas están dejándose la piel animando y se me hincha el pecho de orgullo al ver a mi hermana.
Claro, eso hasta que sigo la trayectoria de sus ojos y veo adónde está mirando.
—Si le sigues mirando el culo a mi hermana voy a patearte el trasero, Wellington —le advierto.
—¿Por quién narices me tomas, Allen? Solo me estaba fijando en sus piernas. Son...muy estilizadas —farfulla y asiente varias veces para enfatizar su punto, pero a mí no me engaña.
Suelto un gruñido.
—Ya, ¿por qué será que no te creo?
—Pues ese es tu problema —bufa, poniendo los ojos en blanco.
Estoy a punto de replicar cuando Drew se une a nosotros, rojo como un tomate por la carrera.
—Esto está siendo una mierda sin Devon —sisea, con los dientes apretados. Los tres a una nos giramos hacia los asientos en primera fila de la grada, donde su gemelo está sentado con una expresión triste que se mitiga un poco cuando nos ve y sonríe.
Su cara todavía está muy magullada, lleva el brazo en cabestrillo y muletas, pero aun así se ha empeñado en venir a vernos.
Charles y él cruzan miradas y le pongo una mano en el hombro al rubio al verlo tan abatido.
—Lo sé, pero tenemos que ser más fuertes que nunca. Vamos a ganar por él, ¿oído?
Me responden con un coro de síes que más bien se parece a un grito de guerra.
...
Hemos arrasado con más de cien puntos por encima de los Scorpions y estoy eufórico.
Vamos de camino al hotel y todo en lo que puedo pensar es en colarme en la habitación de Mara y pasar la noche con ella.
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Diez razones para romper las reglas ✔️ COMPLETA ©
RomanceUn deporte para muchos; una pasión para ellos. Con tan solo veintiún años Sebastian Allen es una de las estrellas más reconocidas del fútbol americano. Lo tiene todo para despegar, si no fuera por la fama de mujeriego y juerguista que le precede...