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MARA

Voy tan distraída haciendo malabares para que no se me caiga el café que no me doy cuenta y me choco con una chica joven que reacciona con gran habilidad de reflejos sujetando nuestras bebidas para evitar que nos empapen.

Enrojezco, dándole una sonrisa de disculpa por mi torpeza y la ayudo. Me alivia ver que no parece molesta, sino todo lo contrario. Sus ojos almendrados me estudian con curiosidad y simpatía, provocando que me caiga bien al instante. Con el día que llevo, realmente agradezco no haberme topado con una persona difícil.

— Lo siento mucho, iba distraída y no te vi... — le pido disculpas y de inmediato le resta importancia, sin perder esa bonita sonrisa que tiene. Es guapa de un modo tierno y adorable, sin resultar por eso su belleza demasiado llamativa; pero sí refrescante.

— Tranquila, yo tampoco estaba mirando por dónde iba. Un día duro, no hay problema — asegura, antes de extenderme su mano con un gesto amigable y presentarse —. Soy Mía Allen.

La sorpresa me inunda en cuanto pronuncia su apellido, pues me es demasiado familiar...especialmente con la reunión que he tenido esta mañana. No puedo creerlo, qué pequeño es el mundo.

A juzgar por su gesto, mi expresión debe de ser para enmarcar, así que decido no ser maleducada y le estrecho la mano.

— Encantada, yo soy Mara Dyers...y creo que voy a ser la entrenadora de tu hermano, ¿Sebastian? — aventuro, porque también podría ser una coincidencia y que compartan el mismo apellido pero que no sean familia.

Sin embargo, no es el caso. Y eso me queda claro en cuanto ella abre mucho los ojos y se ríe.

— Vaya, así que tú eres la hija de Tom — dice, con el reconocimiento brillando en sus pupilas —. Eres guapísima y más joven de lo que pensaba, no te ofendas.

Todo lo contrario, su espontaneidad me hace reír. Esta chica tiene un encanto natural que hace imposible que te caiga mal.

— Para nada, gracias por eso. Aunque creo que a tu hermano no le he gustado mucho después de nuestra charla mañanera — me sincero, pues algo me dice que ella me entenderá.

Y así es. La expresión risueña no se le quita cuando me ofrece que nos sentemos en la mesa más cercana. Por supuesto, accedo de buena gana.

La verdad es que no tengo amigos aquí y ahora que voy a pasar una temporada en este lugar me vendría bien empezar a hacerlos. Y Mía parece una excelente candidata para obtener el primer puesto.

— No se lo tengas en cuenta. Para Seb el fútbol americano lo es todo y no está acostumbrado a lidiar con las consecuencias de su impulsividad, ya se acostumbrará— me dice, sin perder la sonrisa.

Tendré muy en cuenta sus palabras, ya que no parece ser el tipo de hermana que adula pero tampoco la que exagera las cosas. Es pragmática e imparcial y eso me encanta, sobre todo después de haber visto cómo se las gasta su padre.

— Lo entiendo — aseguro —. Y de verdad que no es mi intención fastidiar a nadie. Solo intento ser justa.

Prefiero aclararlo de antemano para evitar malentendidos a futuro.

Mía enseguida me asegura que lo entiende y empezamos a hablar de cosas más triviales. Cuando le cuento, después de que me pregunte por mi formación, que estudié música se queda alucinada.

— Vaya, eres una caja de sorpresas. Me encanta — clama, impresionada —. Sería genial oírte cantar un día, si quieres claro. En la zona tenemos varios karaokes muy buenos y podrías venirte una noche con mis amigas y conmigo — ofrece y sonrío, agradecida por su cordialidad. No tendría por qué invitarme, ya que nos acabamos de conocer, pero lo ha hecho y lo cierto es que me apetece mucho — Disculpa, a veces me tomo demasiadas confianzas. Ya sé que apenas nos conocemos, pero...

Diez razones para romper las reglas ✔️ COMPLETA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora