ARIADNA
Arthur me despertó temprano y por unos segundos creí que solo era un día de instituto normal, como en los viejos tiempos, luego recordé donde estaba y que iba a pasar esa misma mañana y todo cambió.
Ninguno de los presentes quería desayunar sin embargo fuimos obligados a comer mínimo un pedazo de pan.
Me vestí con la armadura que papá había encargado que me hicieran apenas un mes atrás y agarré mis dagas, escodiéndolas bajo las capas de ropa y metal.
Estaba a punto de salir cuando recordé que olvidaba despedirme de alguien, solo por si acaso. Me senté en el suelo y toda la manada se me echó encima. En estos últimos meses nos habíamos vuelto más cercanos si cabía. Sabía que lucharían a mi lado y que no podía evitarlo, aún así necesitaba un momento a solas con ellos, por si nunca volvíamos a ser la manada al completo. Los acaricié a todos y cada uno de ellos y les agradecí su lealtad, tras eso bajamos a reunirnos con los demás.
Papá me abrazó antes de salir, Arthur hizo lo mismo, aunque se sintió muy distinto.
Alguien había preparado cuatro caballos para nosotros, cada uno subió a su correspondiente montura, todos eran puras sangres y llevaban el estandarte del rey.
Salimos a trote del palacio, todavía era de noche aunque el cielo comenzaba a aclararse. Pude oler la sangre antes de ver los cuerpos, cientos de soldados habían muerto esa noche, sus cuerpos todavía seguían en el suelo. Y en medio de esos cadáveres un círculo perfecto, otros tres corceles se dirigían a el desde la dirección contraria.
Llegamos al círculo, o campo de batalla mejor dicho y desmontamos, Alexis y sus hombres hacen lo mismo, dejamos marchar a todos los caballos.
-Nosotros ganamos así que jugáis con mis reglas.- Afirma Alexis.- Tú contra mi, eso estaba claro, al igual que tú segundo contra el mío. Has traído a más hombres de los necesarios, o se marcha o se enfrenta en duelo también.- Papá mira a Lars y él asiente.
-Que así sea pues.- Acepta. -Cuando queráis.
-Quiero saber sus nombres- Pide el segundo de Alexis, mirándolo a él como si fuera el único que los sabe.
-Arthur V de Hecatión- Se presenta mi hermano ofreciéndole la mano para un apretón.
-Ethan, hijo de Einar, comandante del ejército de la leuksna.- Dice el hombre rubio, aceptando el apretón de manos de mi hermano.
-Mateo, hijo de Luan.- Se presenta el otro soldado.
-Lars, hijo de William.-
Alexis me mira, y se lo que quiere, decido que no pierdo nada por dárselo, camino hasta llegar frente a él y estiró mi mano.
-Ariadna de Hecatión- Me presento mientras él acepta mi apretón de manos.
-Encantado de conocerte, hermana- El énfasis en la última palabra hace que papá tiemble de ira.
Vuelvo a retirarme a la parte de atrás del círculo mientras ellos hablan unos segundos más.
Papá es el primero en desenvainar su espada, uno hoja de medio metro con intrincados grabados, pesada y afilada hasta la letalidad. Alexis lo imita, su espada es completamente distinta, su hoja mide casi diez centímetros menos y no tiene ningún tipo de adorno más que las líneas de su damasco, el delgada y ligera tanto que casi parece un florete.
Arthur saca dos hachas gemelas y su rival, Ethan, otra espada. Es gracias a esa espada que me doy cuenta de que él fue quien rescató a aquel niño, Nox. No tengo tiempo ni de preguntarme que habrá sido de él antes de que Lars empuñe un cuchillo de combate. Su rival utiliza un arma peculiar, un pequeño trozo de metal que encaja entre sus dedos como anillos, con pequeños picos alineados con sus nudillos.
Quiero intervenir, pero se que no puedo hacerlo, saldría perdiendo si lo hiciera.
ESTÁS LEYENDO
Corona de magos
FantasyAriadna odia tener que pasar las vacaciones en Salem. Pero este año parece que las cosas no van a ser tan aburridas. Después de un misterioso encuentro su hermano comienza a actuar raro. Esto la lleva a descubrir numerosos misterios sobre su familia.