Cap 27

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No iba a luchar, ya estaba harta. Me lo arrebataban todo una y otra vez. Cuando hacía algo para recuperarlo, me lo volvían a arrebatar y encima salía malherida. Estaba agotada de que no sirviera para nada lo que hacía.

¿Por qué? ¿Por qué simplemente no podía ser... normal?

De tener una vida normal me hubiera convertido en una reconocida modista, escritora, filósofa... puede que incluso doctora. Pero con la vida que me había tocado yo no era nada. Era una simple ladrona que a pesar de tener mucho dinero por alguna razón seguía siendo o sintiéndose pobre.

Desperté en una sala toda negra, eso o por fin me había muerto. Me di cuenta de que no me había muerto al notar dolor en todo el cuerpo: en la cabeza, en las piernas, incluso en las manos... Después me di cuenta de que estaba encadenada y me apretaba mucho las muñecas.
A penas me había movido diez centímetros y ya se oían las cadenas chirriando. Me llevé una mano a la cabeza, como si eso pudiera parar el mareo.

La sensación era horrible. Me repetía continuamente "has perdido" "estás encerrada". Quería salir de ahí, pero no podía. "Estás acabada" "deja de luchar". Me agobiaba no ver nada.

Había tratado de levantarme un par de veces, pero enseguida me tropezaba o resbalaba y caía de rodillas. Había cadenas por todas partes y no podía moverme.

Se acabó, ya no se va a solucionar.

Enseguida me entró pánico, un ataque de ansiedad. ¿Gracioso no? Yo que siempre lo tenía bajo control, lo había perdido. Me rompí en mil pedazos. Mi corazón se apretó, mi garganta se desgarraba ella sola, y mis ojos iban a empezar a derrumbarse.

Relájate, ya acaba todo.

Lloraba, me ahogaba, quería irme de ahí y simplemente acabar con todo. Entonces... ¿por qué no pasaba eso? Supongo que aún me quedaba algo por lo que luchar: Salva.

Así fue como entre lloros de desesperación, me entró miedo, o peor, terror.

- Sa-salva -murmuré tratando de parar las lágrimas descontroladas- ¡Salva!

Traté de mover las cadenas para poder levantarme y poder buscarlo, aunque fuese a oscuras. Mi corazón latía a toda velocidad.

¿Dónde estaba Salva? ¿Qué habían hecho con él?

Sabía que no debía de haber confiado en él... en nadie salvo en mi hermano.

- ¡Salva no! -volví a llorar

No podía perderlo, a él no...

Conseguí levantarme con mucho esfuerzo. Había apartado unas cadenas y seguía haciéndolo conforme caminaba. Solo había logrado dar tres pasos cuando me tropecé con algo más grande y no muy duro. Traté de agarrarme de esa cosa para volver a ponerme en pie, pero diferencié un brazo y me paré.

- ¿Sa-salva? -pronuncié con un hilo de voz

No respondía, así que lo sacudí un poco. Palpé su rostro y creí diferenciar que era Salva. Lo puse boca arriba, pero realmente no veía nada, y no sabía si era él en verdad. Apoyé mi cabeza contra su pecho, y me alivió oír su corazón funcionando perfectamente. Un poco débil, pero estaba vivo.

- Solo espero que seas tú, Salva -suspiré contra su pecho y noté algo frío bajo mi cabeza

Eso despertó mi curiosidad. Y... resultó ser una cadena con una estampita.

- ¿Será...?

¿De verdad podía serlo?

Salva y yo teníamos unas estampitas colgando de una cadena a juego. Las habíamos tenido desde pequeños, nos las dio nuestra madre biológica y nunca nos las habíamos quitado.

Mariam: sobreviveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora