Cap 3

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Llegamos a nuestro destino y el tren silbó. Enseguida se despertó Salva, que bostezó un par de veces.

- Venga Salva, tenemos que coger un barco ahora mismo -dije con emoción, pero con mi respiración más calmada

- Sí, qué ilusión -suspiró aún con cara dormida

Nos bajamos del tren en una estación muy parecida a la de Berlín, pero con más gente y más ruido.

A lo lejos vi un señor con traje azul no muy oscuro y zapatos negros caros que me saludó con una sonrisa divertida y con el sombrero.
No se le veían los ojos por el sombrero, pero supe quién era enseguida. Rodé los ojos sin hacerle caso y me fui con Salva cogiéndolo del brazo, el cual por suerte no se había dado cuenta.

Un coche nos llevaría al puerto, y allí cogeríamos el barco para llegar a Nueva York. En el camino no pude evitar pensar en lo que dijo el señor Michael, de que nos volveríamos a ver. Llegué a pensar que lo vería en nuestro barco, pero aparté enseguida ese pensamiento.
Ahora mismo no estaba para imaginar esas cosas.

¿Por qué no me parece mal que aparezca?

No no, no iba a pensar en alguien que burlaba mi personalidad y capacidad de observación.
Y encima me había besado sin permiso, pero... ¿yo también?

No Mariam, eso no ha estado bien, ni siquiera lo conoces.

No necesitamos ninguna distracción...

Exacto.

Nuestro viaje en barco no fue muy interesante. Lo utilizamos para repasar el plan un par de veces y disfrutar de los servicios y la comida.
En un par de días estaríamos en el puerto de Nueva York llegando a nuestra hermosa nueva casa. La había comprado a través de contactos. Era prácticamente nueva y no era pequeña. Los dos millones de euros habían sido de gran ayuda. Aunque me seguía extrañando que nos pagaran tanto. Eran muchas joyas y buenas, pero dudaba que valieran dos millones. Algo raro pasaba ahí, pero no tenía tiempo para pensar en eso.

Me permití ilusionarme por una vez en mi vida, pero ilusionarme de verdad y disfrutar de ello. No solía dejarme llevar por la alegría, me preparaba para que algo malo pasara después. Pero en ese momento no me importaba, quería fingir que tenía una vida normal al menos por algunos minutos. Pues en poco iba a pisar Nueva York, la Gran Manzana.

Salva, Nueva York 13 de noviembre

Por fin llegamos a nuestro destino. Estaba tan ansioso. Mariam y yo habíamos vivido casi toda nuestra vida como pordioseros. Nos lo habíamos currado (no de la mejor forma) el salir de esa vida de espanto. Estábamos tan entusiasmados. Incluso llegué a experimentar ese cosquilleo en el corazón que tanto leía en los libros sobre cuando estás feliz. Creo que nunca lo había sentido, o casi nunca.

Tardamos un par de días en llegar con el barco, donde repasamos un montón de veces el plan.
Nos quedamos un día en un hotel mientras arreglábamos unas cosas de la nueva casa antes de poder entrar a vivir. Como firmas, papeles...

En el desayuno del hotel, Mariam estaba frente a mí. A lo lejos pude observar a una mujer muy bella y rubia, me recordaba a Mary, la mujer que nos había acompañado en nuestra visita al museo. Sí que me acordaba de ella perfectamente, me la había llevado a tomar algo para que Mariam pudiera hacer su parte del plan.

- ¿Es de por aquí señor...? -parecía que tenía un debate interior y alcé una ceja interesado- Oh qué modales los míos, no le he preguntado su nombre

Estábamos en una especie de barra de bar que había en el museo. Ahí había picoteo y bebidas.

- No es culpa suya -hice una pausa y me acerqué hacia ella- No nos han presentado debidamente

Mariam: sobreviveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora