Cap 28

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Cómo se notaba el haber estado en una habitación toda a oscuras, porque seguía acostumbrándome a la luz. Fuera era natural del Sol, lo que significaba que era de día. Pasamos un mueble, y me había llamado la atención un reloj antiguo y largo de madera. Daba las tres de la tarde. O sea que había estado las completas 24h en ese cuarto oscuro, húmedo y agobiante.

En silencio me condujeron a un despacho. La puerta era blanca, el suelo de madera oscura, el cual seguía chirriando con los pasos. Salazar abrió la puerta como si dentro se escondiese el peor secreto o temor. No entró, se quedó al lado de la puerta cediéndome el paso, y por el hueco solo logré ver una gran mesa de madera con un sillón de color rojo.

- Dejarnos solos -sentenció Salazar seriamente pero con media sonrisa

Los hombres que habían estado sujetando mis manos y brazos como si fuese la peor criminal del mundo, me soltaron y sin decir nada se fueron en orden siguiendo filas hasta desaparecer. Se llevaron a Salva con ellos. Dudé por si le hacían algo, pero por el plan tenía que hablar con Salazar a solas.

- Pasa -me ordenó

No es que no quisiera desobedecerlo, pero sin duda había logrado despertar mi curiosidad.

Al entrar me fijé en muchas cosas: había cuadros de flores, de jarrones o campos, pintados con colores amarillentos y beige. Frente a la mesa había dos pequeños sillones negros y detrás, donde supongo que se sentaba Salazar, había un sillón rojo. Sobre el suelo descansaba una esponjosa alfombra blanca, hacía más acogedora la habitación. Aunque yo seguía estando en ese lugar por la fuerza.

- Siéntate por favor -me sentía como una trabajadora en el despacho de su jefe

Respondí alzando una ceja y yendo a un sillón negro. Por su puesto, me seguía el sonido de las cadenas chirriando.

- Se me hace tan extraño que no hables -se rio, pero yo no cambié mi expresión, eso borró su sonrisa y carraspeó- Bien, me parece que deberíamos aclarar pequeños datos

Relajé mi postura, me dejé caer en el sillón encorvando la espalda. Se sentía tan bien notando el suave y esponjoso cojín. Eso era un pequeño descanso después del frío y duro suelto del cuarto oscuro.

- ¿No dirás nada? -alcé la ceja de nuevo y cruzó los dedos de ambas manos, nos quedamos un rato en silencio observándonos a los ojos

No sé qué pensaba él, pero yo indagaba en sus ojos para buscar cualquier debilidad suya, no para convencerlo de nada ni suplicarle.

- Bien -suspiró- Odio estar así...

- Al fin estamos de acuerdo, aunque yo me lo estaba pasando bien -ni siquiera sonreí

- No te he secuestrado por nada personal, yo solo...

- Quieres vengarte de mamá... creo que me ha quedado bastante claro -puse una sonrisa irónica

- No es solo eso, querida...

- También es por dinero, créeme, lo sé -bufé

Alzó las cejas- Vaya, te crees que lo sabes todo

- No todo -achiné los ojos

- Mariam, eras mi favorita, créeme... pero no iba a estar siempre viviendo con vosotros, aún menos con el engaño de tu madre

- Mamá es culpable, pero no tanto como tú -despegué la espalda del respaldo- Que te engañen no implica que debas abusar de tu hija o intentar un asesinato

- Mira, sé que estás enfadada, pero solo quiero conseguir mi vida soñada... como tú

- No compares ni de lejos lo que ambos queremos -dije entre dientes, señalando con el índice y con lágrimas amenazando en salir

Mariam: sobreviveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora