Capítulo 24

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Rod

Las calles seguían quietas, no hubo rastros de infectados por el perímetro, por lo tanto, llegamos a la farmacia con facilidad e instalamos un pequeño campamento para descansar, se nos dificultó llegar porque la ruta estaba bloqueada por un gran camión, tuvimos que tomar un atajo y entrar hacernos paso por un callejón, tres casas y un gran restaurante. Tampoco se nos apareció un infectado dentro de estos lugares, algo muy extraño ya que suelen ocultarse en espacios cerrados y oscuros.

Elías se dedicó a vigilar la entrada y ordenó a Frederick a cuidar la salida de emergencias. Edmund y yo nos encargaríamos de buscar las cosas que Kate escribió en la lista. La mayoría eran antiinflamatorios, vendas y antibióticos.

Encontré vendas y tomé todos los medicamentos que quedaban a mi alcance, al igual que curitas, agujas y vendas, sin embargo, no encontraba antibióticos. Revisé hasta la última fila y nada, solo encontré a Edmund probando la pasta dental que quedaba.

—¿Qué haces?—pregunté al encontrarle con las manos en la masa.

—Nada—Edmund se limpió rápido la pasta dental de su boca y la guardó en su mochila.

—¿Encontraste antibióticos?—pregunté.

—Es lo único que falta, ya encontré todo lo demás en la lista.

—Está bien, sigamos buscando en los cajones, busca llaves si es que las hay, en la oficina de esta farmacia he visto varios casilleros con candados, a lo mejor los antibióticos están ahí—sugerí.

—Tómalo como un hecho.

—¡Apúrense niñas! Están comenzando a aparecer infectados a lo lejos—exclamó Frederick—Aún podemos irnos a tiempo antes de que oscurezca.

—Le doy la razón a Frederick, tenemos solo unos minutos antes de que se forme una horda—Elías sustentó.

Edmund me tomó del hombro y asintió fijamente.

—Tú a la derecha y yo a la izquierda—indiqué.

—Perfecto—Edmundo respondió.

Ambos comenzamos a correr y a hurtar todo lo que encontrábamos. Limpiamos estante por estante buscando alguna llave o cosa que nos ayude a abrir ese casillero.

Tiré todo con desesperación e inspeccioné cada área y esquina de los estantes de la izquierda de la tienda, hasta debajo del papel higiénico. La llave no aparecía el tiempo seguía transcurriendo.

—¡¿Cómo vas Edmund?!—pregunté con desesperación.

—Tenemos solo 4 minutos para irnos, los infectados comienzan a juntarse—avisó Elías.

—¡Espera, creo que encontré algo por aquí!—gritó Edmund al otro extremo de la farmacia.

—¡Al carajo!—exclamó Frederick, quién dejó su puesto y entró a la oficina de donde se encontraba el casillero—Yo mismo abriré esto.

Frederick tomó su pistola y disparo al candado más de una vez.

—¡¿Qué carajos haces?!—exclamé—¡Vas a atraer a los infectados idiota!

—Para cuando lleguen no estaremos aquí—respondió.

Frederick disparó una tercera y última vez, rompiendo el candado con éxito.

—Lo lograste...—quedé impresionado.

Frederick abrió el casillero y de él sacó un par de antibióticos y revistas para adultos.

—¿Quién mierda colocar una revista así en un casillero?—pregunté de la impresión.

—Algún pedófilo o inútil—comentó Frederick mientras tiraba las revistas a un costado.

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