Capítulo 25

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Rod

—¡Ahora!—grité a plena luz del día.

Edmund salió de la casa junto con Frederick por la puerta principal, Frederick le lanzó una botella de vidrio a los corredores, esta le cayó a uno en la cabeza y llamó la atención de los dos, Edmund y Frederick comenzaron a correr y se separaron, uno se fue por la derecha y otro por la izquierda, repartiéndose a los corredores. Al ver que el trayecto estaba despejado, Elías y yo corrimos directo a la casa de al frente donde estaban las camionetas. Elías rompió el espejo de una y abrió la puerta. Entró e intentó arrancarlo de manera ilegal.

Verifiqué a los alrededores sin exponerme demasiado ante cualquier infectado, por fortuna, la suerte estaba de nuestro lado, no había ningún infectado.

Los motores del auto encendieron y Elías abrió la puerta del copiloto.

—¡Rápido sube!—me ordenó—Tenemos gasolina de sobra.

Intenté subir pero una bala cayó justo en la puerta abierta del copiloto, impidiendo que subiera. Era un sujeto armado con una pistola en mano, con una mano apuntaba y en la otra sujetaba a un jóven vestido con una capucha gris llena de sangre y tripas.

—¡Bajen del auto!—gritó el hombre armado.

Elías bajó de la camioneta y apuntó con su pistola al instante.

—¡Suelta el puto arma, llegamos primero!—exigió Elías.

—Tú...—el sujeto se impresionó al ver a Elías como si hubiera visto a un viejo amigo—Yo te conozco, tu estabas en la prisión, no me digas que ahora eres niñero.

El sujeto bajó un poco la guardia sin dejar de apuntar a Elías.

—¿Quién eres?...¿Quién es aquel hombre que tienes de rehén?—pregunté en busca de respuestas.

—Soy un simple amigo, este es un pequeño roedor. Vital para nuestro grupo, sabes...yo no confiaría mucho en aquel que dices llamar compañero.

—¿Elías a qué se refiere?—pregunté mirándolo.

—¡Ayuda por favor!—rogó la víctima del señor.

—¡Cállate maldita sea!—gritó el señor armado.

Aquel misterioso hombre tenía una camisa blanca, una gran barba y una cabello rapado, parecía haber salido de una prisión. Por lo tanto, podría estar diciendo la verdad.

—Escuchen, ¿Por qué no me dicen donde se están refugiando? Tengo personas de las cuales cuidar, mujeres, niños...necesitamos un techo, podríamos compartirlo—sugirió.

—¿Porqué no nos dejas en paz y te retiras con tus asuntos?—respondió Elías.

—Porque...lo que hago es pensando en todas las bocas que debo de alimentar. No son los únicos en esta ciudad. Es mejor que comencemos a compartir...

Silencio.

Eso fue todo lo que recibió.

Solo esperé con cautela la respuesta de Elías.

El señor se hartó, escupió a un lado y bajó el seguro.

De forma automática, Elías solo disparó.

Un tiro directo a la cabeza.

El sujeto cayó y el otro tipo se alejó del cuerpo.

Elías se acercó a él y lo tomó bruscamente de su ropa.

—¡¿Quién mierda eres?!—preguntó Elías.

—¡Soy un médico!—respondió.

Elías iba a torturarlo o dejarlo a su suerte fue lo único que pensé al presenciar esta situación, pero en este caso, si fuera una mentira o no, debemos de confiar en la posibilidad. Arya y Cristina necesitan uno.

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