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Volví a quedarme sola en la habitación. Touya fue donde su familia para dejar a Shoto porque quería hablar a solas conmigo. Los hermanos Suzuki se encuentran con su familia. Últimamente he notado a mis padres un tanto distraídos. Cuando comento algo con ellos, no es como que me presten tanta atención. No me molesta, pero, sí me hace sentir un poco mal.
Suspiré con pesadez.
La puerta se abrió lentamente para después de segundos cerrarse. Conozco el sonido de esos zapatos. En los pasillos al dirigirnos a la cafetería, prácticas deportivas, ese tap suena con cada paso.
— ¿Qué tanto piensas? — preguntó, sentándose a mi lado.
— Nada — respondí. Lo miré sonriente. Es claro que no me cree, su seriedad es una clara evidencia.
— Bien — dijo. Giró sobre su asiento para verme cara a cara. Hice exactamente lo mismo que él. Sujetó mis manos frías, que se congelaron gracias al ambiente gélido en el que me encuentro, con sus manos cálidas. Sería completamente irónico que sus manos estén frías cuando tiene una Quirk de fuego —. Vamos a jugar. Yo te pregunto algo, y tú lo respondes con sinceridad.
Ese juego solíamos jugarlo cuando éramos niños cuando queríamos conocer si alguno de nosotros hicimos alguna travesura en nuestras casas y así poder reír un rato. Cuando nos tomábamos de las manos, nos dábamos cuenta porque; sus manos comienzan a sudar y las mías tiemblan.
— Está bien — dije.
— ¿Cómo te sentiste en el festival?
— Pensé que iba a ganar el primer lugar.
— Pe...
— Tú lo ganaste — interrumpí —. No yo. Yo fui el segundo lugar.
— Saori...
— Agradezco lo que hiciste allá afuera — solté sus manos para tomar los costados de su cabeza —. Pero tú eres el ganador de nuestro último festival — besé su frente —. Y estoy orgullosa de ti.
Ver mis brazos con cicatrices me hace sentir mal. Como que no soy yo. No soy Toshinori Saori, no soy Riot Princess. Las cicatrices van a tardar en sanar, pero, no me siento completa. Siento que se me ha caído mi escudo, aquel que nadie podía deshacer y me mantenía con entereza en cualquier circunstancia.
Bajé mis manos para cruzarme de brazos y esconder las cicatrices.
— Oye, no hemos terminado — reprochó.
— Ya no quiero jugar — dije. Suspiró.
— ¿Son por tus cicatrices? — asentí —. Perdóname — dijo. Iba a acariciar mis brazos pero me puse de pie —. Saori.
— No. Lo mejor... Ah... Iré por mi sudadera para...
