El centro para jóvenes de la UA no era el tipo de lugar donde me imaginaba estar. Siempre había creído que mi vida seguiría por un camino distinto, uno que implicaba más caos y menos calma. Pero aquí estoy, en medio de un grupo de estudiantes que, como yo alguna vez, están intentando controlar sus quirks, intentando no perderse en el proceso.
Al principio, todo esto era un simple escape. Algo que me mantuviera ocupado después de que Saori se fue. No me engaño, lo hice para evitar caer más hondo. La soledad nunca ha sido buena compañera para alguien como yo. Pero ahora... ahora empiezo a darme cuenta de que estar aquí no es solo una distracción. De alguna manera, este lugar me está cambiando, y no estoy seguro de si eso es algo bueno o no.
He comenzado a encontrar cierta paz en la rutina. Aunque las noches sigan siendo largas, y el fuego de mis recuerdos me mantenga despierto, las mañanas aquí son diferentes. Los chicos que vienen al centro están llenos de energía, de esperanza. Son tan distintos a mí en muchos aspectos, pero al mismo tiempo, compartimos algo: esa lucha constante por controlar lo que llevamos dentro.
Una tarde, mientras observaba a los chicos entrenar, una de las estudiantes se me acercó. Una chica rubia, algo tímida, con su quirk de aire descontrolado. No sé cómo lo supe, pero vi en sus ojos el mismo miedo que yo tenía cuando mi fuego azul se desbordaba. Es ese tipo de miedo que te paraliza, que te hace pensar que nunca podrás ser dueño de tu propio poder.
—Todoroki-senpai, ¿puedes ayudarme? —me preguntó, su voz era baja, como si temiera molestarme.
Asentí. Todavía me cuesta abrirme a la gente, pero he aprendido que solo estar presente ya es suficiente para que los estudiantes se acerquen. Me explicó su problema con el control del aire. Cada vez que intentaba manipularlo, temía que se descontrolara, y eso hacía que su quirk terminara en una especie de tormenta.
—¿Qué sientes cuando eso pasa? —le pregunté.
—Miedo. Siento que voy a herir a alguien si no lo detengo rápido, pero cuando trato de controlarlo, se pone peor.
La escuché, y todo me resultaba tan familiar. No era su quirk lo que la estaba frenando, era el miedo que tenía de sí misma. Esa sensación de que todo lo que tocas se convierte en destrucción. Yo sé lo que es vivir con ese peso sobre los hombros. Y sé lo que es dejar que te consuma.
—Tu problema no es tu quirk —le dije—. Es tu miedo. Si piensas que vas a perder el control, vas a perderlo. Tienes que cambiar esa mentalidad. Deja de preocuparte por lo que podrías arruinar, y empieza a concentrarte en lo que podrías lograr.
No sabía si lo que estaba diciendo era útil. Yo mismo lucho con esas palabras todos los días. Pero vi algo en su mirada. Ella estaba escuchando, tomando cada palabra como si fuera algo que nunca había considerado antes. Cerró los ojos y trató de concentrarse. Pude ver cómo el viento alrededor de ella comenzaba a moverse de manera más controlada. Poco a poco, las corrientes de aire que antes eran inestables se volvieron suaves, equilibradas.
Cuando abrió los ojos de nuevo, su rostro se iluminó. —¡Lo hice! —dijo con una sonrisa que, por un breve momento, me recordó lo que se sentía estar orgulloso de algo.
Solo asentí, sin saber qué más decir. La vi alejarse, feliz por su pequeño avance, y me quedé allí parado, mirando hacia la ventana. La luz del atardecer se filtraba por los cristales, pintando la sala con tonos naranjas y rosados. Me quedé pensando en lo que acababa de suceder. ¿Realmente ayudé a alguien? ¿O simplemente repetí lo que me hubiera gustado que me dijeran a mí cuando era más joven?
Mis pensamientos, inevitablemente, volvieron a Saori. No hay un solo día en que no me pregunte qué está haciendo, si sigue adelante sin mí. Ella siempre fue más fuerte de lo que quería admitir. Tal vez por eso la dejé ir. Pensé que estaría mejor sin mí. Pero no puedo evitar sentir este vacío. Es como si una parte de mí se hubiera marchado con ella.
Aunque, ahora que lo pienso, algo está cambiando. Cada vez que veo a estos estudiantes luchar por ser mejores, por controlar sus poderes y encontrar su lugar en el mundo, siento algo diferente. No es solo vacío, es... algo más. No sé si puedo llamarlo propósito aún, pero es lo más cercano que he sentido en mucho tiempo.
Las semanas pasaron, y de alguna manera, terminé siendo más que un simple observador en el centro. Los estudiantes empezaron a buscarme para pedir consejos, y no solo sobre quirks. Parecía que veían algo en mí que yo no podía ver. Un tipo de confianza que, honestamente, no sentía merecer.
Una tarde, mientras revisaba algunos informes, uno de los otros voluntarios, un hombre mayor que trabajaba allí desde hace años, se me acercó. Su expresión era tranquila, como si ya hubiera visto todo lo que tenía que ver en la vida.
—Todoroki, he oído que los estudiantes vienen a ti para pedirte consejo. ¿Cómo te sientes al respecto? —preguntó, como si mi respuesta le importara más de lo que debería.
Me encogí de hombros, intentando no mostrar lo mucho que me afectaba. —No lo sé. No soy ningún consejero. Solo les digo lo que creo que necesitan escuchar.
El hombre sonrió, una sonrisa que me resultó extrañamente reconfortante. —A veces, eso es lo único que necesitan. Alguien que los escuche y les dé un empujón en la dirección correcta.
No le respondí. No sabía cómo hacerlo. No soy de los que buscan ser un ejemplo para nadie. No soy un héroe, ni un mentor. Solo soy alguien que está intentando no hundirse más en el abismo. Pero, tal vez, en el proceso de ayudar a otros, estoy encontrando algo más. Algo que no creí que pudiera encontrar después de todo lo que había pasado.
Un día, todo cambió. Estábamos en una de las sesiones de entrenamiento cuando uno de los chicos, Ren, perdió el control de su quirk de electricidad. Todo se salió de control en un instante. La sala se llenó de chispas, y la corriente se desató, poniendo en peligro a los demás estudiantes. El miedo en sus ojos me golpeó como un recordatorio brutal de mi propio pasado.
No lo pensé dos veces. Corrí hacia él, tomándolo del brazo para redirigir la energía. Sentí la descarga recorrer mi cuerpo, pero logré absorber parte de ella antes de que causara un desastre mayor. Cuando todo se calmó, Ren estaba temblando, lágrimas corriendo por sus mejillas.
—Lo siento... no pude detenerlo —dijo entre sollozos.
Me agaché junto a él. Vi tanto de mí mismo en ese chico. En su desesperación, en su miedo de herir a los demás por no poder controlar lo que llevaba dentro. Y, en ese momento, algo cambió dentro de mí.
—No fue tan malo como crees —le dije—. El control no llega de inmediato. Es un proceso. Vas a fallar muchas veces, pero eso no significa que no puedas mejorar. Lo importante es que sigas intentando, que no te rindas.
Ren asintió, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano. Lo ayudé a ponerse de pie, y mientras lo hacía, me di cuenta de que, de alguna manera, estaba encontrando mi camino a través de él. No era solo un estudiante. Era un reflejo de lo que yo había sido, y al ayudarlo, estaba empezando a encontrar algo que pensaba que había perdido para siempre: un propósito.
Ahora, mientras miro hacia el futuro, no puedo evitar sentir que algo ha cambiado dentro de mí. La partida de Saori sigue siendo una herida abierta, una cicatriz que tal vez nunca sane por completo. Pero ya no define quién soy.
Estoy comenzando a aceptar que mi vida no tiene que estar atada al pasado. Aquí, con estos chicos, estoy encontrando algo que me hace querer ser mejor, algo que no tiene que ver con mi venganza ni con mi dolor. Tal vez, ayudar a otros es la única forma en que puedo salvarme a mí mismo. Tal vez, en este proceso, puedo encontrar mi redención.
ESTÁS LEYENDO
Middle; Todoroki Touya.
Fanfiction«Construiré un nuevo mundo, contigo en el medio». [Actualizaciones: Martes] [Saga: Little Monster]