Finalmente, después de una larga jornada, me encuentro en mi pequeño apartamento. Es modesto pero acogedor, y por primera vez en mucho tiempo, siento una chispa de esperanza. Estoy comenzando una nueva vida, lejos de las sombras del pasado. Aquí, puedo ser la heroína que siempre quise ser. Aquí, puedo hacer una diferencia.
Me dejo caer en el sillón, con la cabeza recostada hacia atrás, mirando el techo blanco. La tranquilidad de este espacio, el sonido amortiguado del tráfico desde la ventana, me trae una paz que casi había olvidado que existía. Respiro profundamente. Cada rincón de este apartamento representa una nueva etapa, una que se construye sobre las ruinas de mi pasado. Aun así, siento que esos escombros todavía están presentes, como un eco persistente.
Es imposible no reflexionar sobre todo lo que he pasado para llegar aquí. La misión fallida en Japón, la pérdida de mi equipo, la desgarradora despedida de mi madre. Todo eso sigue fresco en mi mente, especialmente cuando cierro los ojos. Y luego está Touya. Recuerdo el dolor en sus ojos, su expresión cuando lo dejé. La separación fue inevitable, lo sé, pero eso no hace que duela menos.
Me levanto del sofá, buscando distraerme. Camino hasta el pequeño balcón y abro la puerta para sentir la brisa fresca de la noche en Nueva York. El aire frío acaricia mi rostro, despejando parte del cansancio acumulado. La ciudad está llena de vida, sus luces brillan como si intentaran competir con las estrellas. Aquí, puedo ser otra persona. Aquí, puedo ser fuerte.
Mis pensamientos, sin embargo, siguen regresando a él. Me pregunto cómo estará. ¿Estará bien? ¿Pensará en mí? No puedo evitar sentir un nudo en el estómago cada vez que lo imagino solo, intentando seguir adelante sin mí. Lo extraño, pero sé que no puedo permitirme ese lujo ahora. Mi vida ha cambiado, y debo seguir adelante.
De repente, el sonido de mi celular rompe el silencio. Lo miro con un sobresalto, y el nombre en la pantalla hace que mi corazón se detenga por un segundo: Touya.
Un millón de emociones me invaden de golpe. Es como si todo lo que he intentado dejar atrás me estuviera alcanzando. Las heridas, que creía que comenzaban a cicatrizar, se abren de nuevo con solo ver su nombre. Mi pulgar tiembla sobre la pantalla, dudando si debería contestar. Me quedo ahí, congelada.
Finalmente, decido dejar que suene. No estoy lista para esa conversación. No ahora.
El sonido de la llamada se detiene, pero la culpa se queda. Siento que lo estoy abandonando, que estoy dándole la espalda cuando más me necesita. Pero al mismo tiempo, sé que es lo correcto. Si le contesto ahora, reviviremos todo ese dolor, esa incertidumbre que nos separó. Ambos necesitamos sanar.
Un mensaje llega. Sé que es de él, pero no lo abro. Lo dejo ahí, sin leer, como si ignorarlo pudiera hacer que el peso de su presencia desapareciera. Pero el peso no se va. Permanece conmigo, mientras me dirijo de vuelta al balcón, abrazándome a mí misma para encontrar algún tipo de consuelo.
Las primeras misiones junto a Cathleen son intensas, más de lo que esperaba. La acción, la adrenalina, el peligro... todo me hace sentir viva de nuevo, como si cada instante en el campo reafirmara que estoy exactamente donde debo estar. Cathleen es una líder imponente, su calma bajo presión es impresionante, y me siento afortunada de aprender de alguien tan experimentada. No solo me enseña técnicas de combate y estrategias, sino también cómo mantener la cabeza fría en situaciones extremas, algo que he tenido que aprender a la fuerza.
Un día, después de una misión particularmente difícil, nos sentamos en la terraza de la agencia, disfrutando de un merecido descanso. Nuestras miradas se cruzan, y ella me sonríe.
—Estás haciendo un gran trabajo, Saori —dice con un orgullo palpable—. Tu padre estaría muy orgulloso de ti.
Sus palabras me tocan más de lo que esperaba. Desde que llegué aquí, no he hablado mucho de mi padre. Su legado siempre ha sido una carga y una bendición. Saber que Cathleen lo recuerda y cree que estoy honrando su memoria me llena de una calidez inesperada. Sonrío, aunque me siento vulnerable.
—Gracias, Cathleen. Estoy aprendiendo mucho de ti —respondo, con sinceridad.
Ella asiente, mirando hacia el horizonte. El sol comienza a ponerse, tiñendo el cielo de un naranja suave.
—Todos enfrentamos pérdidas y desafíos, Saori. Lo importante es cómo nos levantamos y seguimos adelante. Eres fuerte, más de lo que crees.
Asiento, dejando que sus palabras se hundan en mí. Ella no tiene idea de cuánto necesito escuchar eso. Cada misión es un paso hacia adelante, un paso que me aleja del dolor, pero también una prueba de que puedo soportar cualquier cosa que venga. Estoy aquí por una razón. Tengo una misión, una responsabilidad. No voy a dejar que el pasado me detenga, pero eso no significa que sea fácil.
Con el tiempo, me adapto a mi nueva vida en Estados Unidos. Las misiones se vuelven más naturales. Comienzo a entender mejor a mis compañeros, sus estilos de trabajo, sus personalidades. Formamos un equipo eficiente, pero también una pequeña familia. Nos apoyamos mutuamente, sabiendo que nuestras vidas dependen de ello.
Cada noche, regreso a mi pequeño apartamento. Siempre que abro la puerta, siento una mezcla de alivio y soledad. Es mi refugio, un lugar donde puedo desconectar del caos exterior, pero también es donde los fantasmas del pasado parecen más presentes. Aun así, me esfuerzo por llenar el espacio de vida, con pequeños recuerdos de mis nuevas amistades y con las cartas de mi padre que ahora adornan la pared, recordándome de dónde vengo.
Cathleen y yo nos hemos vuelto inseparables. Trabajamos juntas, compartimos experiencias y, poco a poco, formamos una amistad que no esperaba. Para mí, ella es más que una compañera de trabajo, se ha convertido en una hermana mayor, una guía en este mundo que aún estoy descubriendo. Nuestra reputación como heroínas crece, y con ello también nuestra confianza mutua.
A pesar de los desafíos, miro hacia el futuro con esperanza. Sé que el camino no será fácil, pero estoy preparada. Las cicatrices del pasado siempre estarán ahí, pero ya no son el ancla que me detiene. He encontrado una nueva familia, una nueva misión, y una nueva vida.
Las llamadas de Touya eventualmente cesan. Me pregunto si ha decidido finalmente dejarme ir. La última llamada fue hace semanas, y no puedo evitar sentir un hueco en el pecho cada vez que recuerdo lo que compartimos. Aun así, la distancia entre nosotros es necesaria. Él también debe encontrar su camino.
En una de nuestras misiones, Cathleen y yo salvamos a un grupo de niños de un edificio en llamas. La gratitud en sus ojos y las sonrisas en sus rostros me recuerdan por qué elegí ser una heroína. Este es mi propósito. Esta es mi razón de ser.
Al final de un día agotador, regreso a mi apartamento, cansada pero satisfecha. Miro alrededor, viendo las pequeñas decoraciones que he ido colocando, los recuerdos de mis nuevos amigos, y las cartas de mi padre pegadas en la pared. Todo esto es parte de mi nueva vida, mi nuevo comienzo.
Me desplomo en el sofá, mirando al techo. Cierro los ojos, respirando profundamente. Mañana será un nuevo día, lleno de oportunidades y desafíos. Pero por ahora, estoy en paz. Estoy lista para lo que venga, sabiendo que tengo la fuerza y el apoyo para enfrentar cualquier cosa.
A veces me pregunto si algún día hablaré con Touya y le explicaré por qué tomé la decisión de irme. Pero por ahora, me concentro en ser la mejor versión de mí misma, por mí y por las personas que dependen de mí. El pasado siempre estará ahí, pero no me define. Estoy aquí, soy Saori, y mi nueva vida apenas comienza.
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Middle; Todoroki Touya.
Fanfic«Construiré un nuevo mundo, contigo en el medio». [Actualizaciones: Martes] [Saga: Little Monster]