—Por supuesto que hay opciones, Benja.
—Es insoportable el hambre últimamente. Desde que salí de allí, no he vuelto a ser el mismo. Siento cosas moviéndose en mi cabeza. Las pesadillas no permiten que pueda dormir bien. La comida que habitualmente degustaba, ya no me sabe igual.
—Entiendo tu frustración y desesperación, pero no puedes ir por ahí matando.
—¿Crees que lo hago por gusto? Lo hago por necesidad. Si pudieras sentir lo mismo que siento aquí dentro, te aseguro que no te atreverías a juzgarme.
Las aguas se calentaron entre los dos, tanto así que no articuló nada más hasta traernos por fin a nuestro destino. No reconocí la casa a la que nos trajo. Estaba ubicada en la sexta calle de una urbanización. No era precisamente lo que imaginé por “escondite”, pues jamás se me cruzó por la cabeza que estarían alojados en una casa rodeada de vecinos. Eso puede ser peligroso.
El interior de la casa estaba patas arribas. Cristales rotos, paños blancos húmedos, algunos ensangrentados y otros extremadamente sucios. Tenía aire central, era lo único que vi de manera positiva. Era el lugar perfecto para Blair.
Benjamín nos trajo a la habitación principal donde yacía su novia tendida sobre la cama. Era el lugar donde se centraba más el frío.
Blair se echó al lado de ella, noté que al lado de su ojo derecho se reflejaban a través de su piel blanca varias venas finas y oscuras.
—Te recomiendo bañarla con agua bastante fría. Fue recomendación de ese sujeto y, de algún modo, ayudó a mi novia a sentirse un poquito mejor. Ella también estaba mostrando ciertos hematomas en la piel y se apreciaban las venas brotadas, pero el agua fría hizo que desaparecieran.
«¿Cómo será nuestra vida de ahora en adelante? ¿Cómo vamos a salir de esto? ¿Cómo ayudaremos a los demás?». Son preguntas que me mortifican.
Vladímir
Desde que desperté, han estado viniendo varios enfermeros a extraerme muestras, tanto de sangre como de cabello. No sé qué planean hacer con eso, pero evidentemente, nada bueno es.
Cuando el último enfermero abandonó el cuarto, dejándome atado de brazos y piernas con cadenas de acero en la pared, vi entrar a ese tal Vincent, tan rampante y sonriente como que la cosa no es con él.
Han debido pasar varios días desde la última vez que lo vi, no es difícil intuirlo dejándome llevar por las visitas que recibo.
Después de lo que pasó, su presencia es bastante incómoda para mí. Solo puedo recordar lo que sucedió ese día, en lo deliciosa y adictiva que supo su sangre. Aún puedo percibir su sabor en mi paladar.
Espera un momento, la mordida desapareció. ¿Cómo pasó? En primer lugar, ¿por qué no muestra síntomas de estar infectado también? Su fragancia no ha cambiado ni un poco. ¿Cómo es eso posible?
—¿Has descansado lo suficiente?
—Tú… ¿por qué no estás infectado?
—¿Me mordiste con ese propósito? —sacó de su bolsillo un pequeño frasco naranja, cuyo contenido era desconocido, aunque aparentaba ser una especie de crema pastosa verde.
—¿Qué es eso?
—Es una crema medicinal totalmente inofensiva, acelera el proceso de curación y cicatrización—untó en su dedo índice de la crema y la esparció en la herida abierta que tenía en el hombro, dejando por último la del pecho—. Solo funciona en animales.
—¡El único animal aquí eres tú!
En sus labios se ensanchó una sonrisa, hasta que su mirada descendió a mi abdomen, fue ahí donde se borró.
—Tantas cicatrices—acarició mi abdomen con su mano abierta.
Fue humillante y extremadamente vergonzoso que mi cuerpo hubiera reaccionado a la caricia de otro hombre.
Retiró parte de mi cabello para llevarlo a mi espalda. Tuve la impresión de que su mirada curiosa examinaba con detenimiento mis pasadas cicatrices.
—Nunca había visto a alguien tan majestuoso, único y lindo como tú. Aunque brillabas más cuando estabas ahí fuera—su mano acarició mi hombro ascendiendo hacia mi cuello y causándome escalofríos—. Recuerdo cada detalle de ti. Tus alas se veían tan saludables y fuertes, tu piel fresca y pálida, tu cabello rojo resplandecía en medio de la oscuridad, ahora se ha vuelto opaco. Aun así, me sigues pareciendo una preciosa y magnífica criatura— descendió de mi cuello por mi pecho hasta situarse un poco más abajo de mi ombligo—. Tal parece que mis palabras te han emocionado. No puedo soltarte, pero si quieres, puedo echarte una mano, o tal vez, las dos. Tú eliges.
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Encadenados IV •Tetralogía Mortal• [✓]
RomansaEn su ardua lucha por mantener en secreto sus identidades, sobre todo, el peligroso y misterioso virus que llevan en su sistema, con tal de llevar una vida normal en la sociedad, al final, tuvieron que asumir la derrota tras ser capturados. Dicen q...