Mutación

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—¿Qué harás con eso? ¿Vas a golpearme?

—Voy a adiestrarte. Es así como se les enseña a los animales salvajes y habladores como tú.

Mi cuerpo se ha vuelto a prueba de golpes. He recibido tantos desde que era un niño por parte de todos que me he acostumbrado a ellos.

Lilith, ¿qué sentido tiene todo esto?

¿Qué sentido tiene seguir luchando, si ya no te tengo conmigo?

Te he fallado. Te prometí tantas cosas y, al final, ninguna de ellas pude cumplir.

—¿A dónde se ha ido tu arrogancia? 

—¿Te lo han dicho, cobarde? Pegas como una maldita niña.

La punta del bastón aterrizó en mi boca, partiéndome los labios y varios dientes. Oí el crujido de ellos y sentí los pedazos en mi boca, junto al sabor nauseabundo de mi propia sangre.

En mi cuerpo en general no es mucho el dolor que percibo, pero ese fuerte golpe que me dio directamente en la boca, sí me dolió y mucho.

—¿Aún sigo pegando como una niña?

—Sí—suprimí esos quejidos de dolor que amenazaban con salir de mi boca.

Sangre goteaba de mi barbilla al suelo, era una cantidad excesiva, no sé si se debía a no tener mis poderes, pero el ardor se estaba extendiendo por todo mi rostro. Apreté las cadenas con fuerza, esperando el otro golpe.

Con toda honestidad, mi propósito era claro; quería provocarlo para que me hiciera el inmenso favor de reunirme con mi hermana. Esta era una oportunidad que no tendría dos veces.

Cerré los ojos y estando en completa oscuridad, oí la voz de una niña en mi cabeza, pero esta no logré reconocerla. No sé si estaba enloqueciendo o qué estaba ocurriendo conmigo, pero sentía que mi cabeza iba a estallar.

—Tú no puedes morir. Solo tú puedes traer de vuelta a mis padres.

—¿Quién eres? —le cuestioné por lo bajo.

—Por favor, no te rindas, trae a mis padres de vuelta.

Tuve la sensación de que mi corazón se estrujo al oír su súplica. Aunque desconocía quién era esa niña, su voz sonaba tan triste y desamparada.

Algo en mi interior despertó; una energía resurgió de lo más profundo, extendiéndose a través de mi cuerpo y mi piel. Había luchado con esas cadenas mucho tiempo, incluso consideré imposible que pudiera romperlas en algún momento dado con mi estado actual, pero ellas se rompieron con solo un ligero tirón.

Mis uñas se alargaron, mientras que mis dientes se restauraron casi en su totalidad, provocando un ligero dolor en mis encías. Pasé mi lengua en cada uno de mis dientes y cada uno de ellos estaba afilado, me hincaban nada más de rozarlos. Ni siquiera mi boca podía cerrarla completa.

Me alertó el sonido del intento fallido de su tarjeta al deslizarla en el sensor de la puerta. Fue divertido ver su terrorífica expresión y notar su desespero por querer salir.

—¿A dónde vas con tanta prisa?

Antes de que pudiera alcanzarlo, la puerta se abrió desde fuera y alcancé a ver a Vincent, quien frustró su intento de salir con la descarga del bastón eléctrico que le proporcionó en el costado derecho. Su cuerpo cayó al suelo inconsciente y con espasmos involuntarios.

«La puerta está abierta. Es el momento de salir de aquí», pensé.

—Ni lo intentes. Eres más inteligente que esto, pollito. Incluso si logras tumbarme, tu imprudencia hará que te encierren en otro lugar y tomen medidas extremas contigo. ¿Eso quieres? No seas tan revoltoso, ¿sí? —entró al cuarto, cerrando la puerta detrás de él.

Está muy confiado. Me encanta cuando me subestiman y les cierro la boca.

—Te traje algo—de su bolsillo trasero sacó un biberón sin tapa con un líquido de color crema—. ¿Lo reconoces? ¿Sabes lo que es? —pasó por encima de ese sujeto, hasta acercarse a mí y lo miré desconfiado. 

No bajé la guardia, pues aún en su otra mano tenía el bastón eléctrico.

—¿Esto te pone nervioso? —lo sacudió en su mano y ese impulso como mecanismo de defensa se activó en mí, haciendo que le golpeara la mano y el bastón saliera arrojado a la otra esquina del cuarto.

En ese momento de descuido, la tetina del biberón aterrizó en mi nariz y esta se dobló, haciendo que ese líquido se escurriera hacia mis labios hinchados. Ese sabor fue extrañamente agradable, adictivo y reconfortante.

—Tómalo sin miedo. No tiene veneno ni nada que pueda perjudicarte.

Fue mi cuerpo quien reaccionó primero, tomando directamente del biberón. El sabor de la leche, mezclada con el dulce néctar, llevó arrastrado ese sabor nauseabundo de mi sangre en el paladar. Pese a lo humillante que era tomarlo con la tetina puesta, en ese momento solo deseaba tomar más y más.

No recuerdo cuándo fue la última vez que comí o tomé algo que mi estómago lo recibiera con tanto gusto.

—¿Te gusta? No puedes huir de tus instintos. Eres como un bebé encerrado en el cuerpo de un hombre—sonrió—. Te ves tierno tomando leche.

Lo mordí tan duro sin querer, en el afán de tomarla rápido, que me quedé con la tetina en la boca.

—Esos dientes serán un problema. No recuerdo haber visto todos tus dientes así, solamente los caninos. Debemos lentificar el proceso de mutación, antes de que sea muy tarde.

—¿Por qué querrías lentificar el proceso? ¿No son ustedes mismos quienes quieren acelerarlo?

Miró de reojo hacia la cámara y luego posó su mirada en mí.

—Voy a requerir un poco de tu asistencia. ¿Crees que pueda contar contigo?

—¿Qué quieres?

—Si quieres salir de aquí, tendrás que darme una mano.

Encadenados IV •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora