Reencuentro

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—No hay tiempo para hablar— cerró la puerta detrás de él y pasó agachado por el lado nuestro para tomar el control de la minivan—. Mantente con ella.

Mantuve su cabeza presionada a mi pecho. Su respiración ya no se oía tan agitada.

—Pensé que estabas muerto.

—A estas alturas, ya no sé si prefiero estarlo.

—¡No digas eso, por Dios! ¿Dónde está tu novia?

—La he llevado a un lugar seguro. Ella también está infectada como tu mujer. Tiene exactamente los mismos síntomas. Seguramente todos nosotros lo estamos, pero aún no se ha manifestado, a excepción de ese tipo.

—¿Qué tipo?

—El que nos ayudó a mi novia y a mí. Creo que ese hombre es inmune al virus. Él fue mordido por mi novia y no presentó ningún síntoma. Tuviste que haberlo conocido, porque de otra manera, no habrían podido salir de allí. Él también las ayudó, ¿cierto?

—Supongo que hablamos del mismo hombre. La verdad es que no vi su rostro en ningún momento. Ni siquiera sé cómo luce.

—No entiendo por qué nos ayuda si es uno de ellos. Fue él quien nos capturó. ¿Por qué nos está ayudando ahora? ¿Qué gana ayudándonos? ¿Por qué está jugando en dos bandos? No entiendo nada.

—Yo tampoco lo entiendo, pero lo único que me queda claro es que va detrás de algo, o tal vez, de alguien. Ahora bien, ¿cómo sacaremos a los demás? Ni siquiera sabemos la ubicación exacta de ese lugar donde estuvimos. ¿Cómo vamos a rastrearlos?

—¡Maldita sea, Leonor, ahora hay que pensar en nosotros! —apretó el volante, rechinando los dientes—. Siempre es lo mismo contigo. Siempre pensando en los demás, ¿y tú qué? Estamos en una situación donde no sabemos si despertaremos mañana, si perderemos el juicio y acabaremos con los nuestros o arrastraremos a más inocentes a este infierno que estamos viviendo—su voz se quebró—. Todo el mundo ha seguido con sus vidas, algunos tomando sus medidas de prevención, mientras otros de ellos le restan importancia a la situación, porque piensan que como han pasado varios meses sin aviso de contagio, no están en riesgo de contagiarse. Pero hasta eso han mantenido oculto.

—¿Meses?

—Sí, Leo. Han pasado once meses desde que nos capturaron. Hasta hace solo unas semanas pude ver la luz del día. En ese lugar fácilmente se pierde la noción del tiempo.

«No puedo creer que haya pasado tanto tiempo».

—Pero ahí están todos rampantes. Viviendo sus vidas tranquilamente, del mismo modo que me gustaría vivirla a mí y que, por desgracia, no podré. Mejor dicho, ninguno de nosotros podrá, porque esos infelices nos jodieron la vida. ¿Sabes qué es lo más jodido de todo? El gobierno ha ocultado las cifras de todas esas personas que fueron víctimas de esos malditos. Ahora mismo es como si no hubiéramos existido nunca. Nadie habla de nuestra desaparición. A nadie le importa. Nadie nos ha echado de menos. A todos les da exactamente igual lo que haya pasado con nosotros. Solamente nos tenemos a nosotros mismos. Yo no quiero seguir viviendo así. Yo no quiero matar a nadie más por sobrevivir. No quiero.

—¿Has estado matando personas, Benjamín?

Me miró por el retrovisor y noté que sus ojos estaban completamente negros.

—¿Y hay otra opción?

Encadenados IV •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora