Reencuentro

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Su transformación a mitad había convertido su figura en una amalgama de hombre y murciélago gigante. Sus garras afiladas y sus alas amenazantes representaban un peligro inminente.

La pelea se desató en una vorágine de violencia y caos. Vladimir, en su forma parcialmente transformada de murciélago gigante, se abalanzó sobre Luna con una furia desenfrenada. Sus garras afiladas cortaban el aire, buscando hacerle daño.

Luna se defendía con todo lo que tenía, aprovechando su increíble fuerza y agilidad para contrarrestar los ataques de Vladimir. Era una batalla épica, donde la vida de todos los infectados pendía de un hilo.

—Una vez te pateé el trasero, pero parece que no fue suficiente y buscas más.

Doce y los demás intentaron unirse a la lucha, pero rápidamente me di cuenta de que no podían hacer mucho frente a la abrumadora fuerza de Vladimir. Era una batalla de la que solo Luna nos podía librar.

Mientras Luna mantenía ocupado a Vladimir, me concentré en preparar la jeringa con el antídoto. Cada movimiento era preciso, consciente de que cada segundo contaba. Sabía que la ventana de oportunidad para salvar a Vladimir se estaba cerrando rápidamente.

Luna, ágil y rápida como un rayo, evadía los ataques con movimientos gráciles y precisos. Desafiante, se enfrentaba a Vladimir con una valentía inquebrantable. Cada golpe que lanzaba, lo hacía con una determinación feroz.

Doce, en un último acto de heroísmo, se lanzó al frente para defender a Luna. Con su fuerza agotada y su cuerpo maltrecho por las heridas, se interpuso entre Vladimir y ella. El impacto de la embestida de Vladimir sacudió el suelo, pero Doce se mantuvo firme, protegiendo a Luna con su último aliento.

El enfrentamiento adquirió una intensidad aún mayor. Luna, agradecida y llena de rabia, redobló su esfuerzo. Sus golpes se volvieron más certeros y potentes, mientras su cuerpo brillaba con una energía sobrenatural. Cada movimiento era una danza mortal, una sinfonía de fuerza y destreza.

Doce, a pesar de su debilitado estado, encontró fuerzas para contraatacar. Sus ataques eran un reflejo de su determinación y lealtad. Aunque herido y exhausto, se arrojaba valientemente contra Vladimir, golpeándolo con todas sus fuerzas. Su sacrificio inspiraba a los demás, dándoles la valentía necesaria para seguir luchando.

El aire se llenaba con los rugidos feroces de Vladimir y los gritos de dolor y furia de Luna. Los golpes resonaban, formando una melodía caótica. La tierra temblaba bajo sus pies, testigo de la batalla épica que se libraba.

En un momento de distracción, aproveché la oportunidad para acercarme sigilosamente con la jeringa en mis manos temblorosas. A cada paso que daba, sentía el peso de la responsabilidad sobre mis hombros. Cada movimiento debía ser preciso, pues el más mínimo error podía ser fatal.

Doce, en su último acto de sacrificio, se lanzó una vez más contra Vladimir, distrayéndolo por un instante crucial. Aprovechando la apertura, me acerqué a Vladimir y clavé la jeringa en su brazo expuesto, inyectándole el antídoto salvador.

Un grito desgarrador escapó de los labios de Vladimir mientras el antídoto surcaba su cuerpo. Su transformación se detuvo abruptamente, y su figura comenzó a convulsionar. La oscuridad que lo había envuelto comenzó a disiparse, dejando al descubierto al hombre que había sido consumido por el parásito.

Luna, exhausta pero triunfante, se apartó de Vladimir mientras el parásito abandonaba su cuerpo debilitado.

Pude presenciar cómo el parásito que lo había poseído comenzó a perder su control sobre él. Su cuerpo temblaba con intensidad, como si estuviera librando una batalla interna. Luego, lentamente, pude notar los cambios y síntomas que indicaban su liberación.

Encadenados IV •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora