Sed

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—¿Q-qué? ¿E-eres mujer?

—¿Por qué me miras así? Hace un momento dijiste que jamás te enamorarías de un hombre, por lo que creí que te sentirías menos confundido ahora y te sería más fácil aclarar tus verdaderos sentimientos.

—Eso no puede ser.

—Estoy acostumbrada a ese tipo de reacción. Desde que era una niña, me costaba entender el porqué era tan diferente a las demás. Era alta, robusta, demasiado tosca y torpe, en comparación a las niñas con las que cursaba. Me recriminaba mucho a mí misma e incluso me menospreciaba por eso. Tenía la ridícula idea en mi mente de que debía cambiar para ser aceptada por el resto. Pero lamentablemente, eso de usar tacones, faldas y lazos no era lo mío. Frecuentemente solía ser confundida con un niño. Como te dije, mi apariencia nunca ha sido muy afeminada que digamos, mi voz ronca y gruesa tampoco me hace justicia. Mis gustos, a diferencia de todas las niñas que rondaban mi edad, eran diferentes. Me encantaba la lucha, los deportes, ensuciarme, correr, trepar, era bastante salvaje. Incluso me di cuenta de que era un imán que atraía hombres. Me crie rodeada de muchos hombres, compartiendo sus mismos gustos. Ninguno de ellos me criticaba o me juzgaba por cómo era. Fue ahí y con ellos que comencé a aceptar que está bien ser diferente. No hay nada de malo en eso. A medida que fui creciendo, comencé a perseguir mi gran sueño de unirme al ejército y trabajé por ello, mejorando mi salud física. Poco a poco, mi esfuerzo rindió sus frutos. Este cuerpo que ves aquí, ha sido producto de mucho sacrificio y perseverancia.

Su temperatura corporal ese día en que la mordí estaba bastante caliente. Había varias zonas rojas que pude apreciar por medio de los infrarrojos. Esas zonas rojas estaban exactamente en todas sus partes. Un hombre no podría emitir tanto calor de sus pechos, ¿O sí? Además, recuerdo su olor, era igual de agradable y atrayente al de Luna.

Imagino también que ese tipo que me golpeó, sabía que él en realidad era ella o lo sospechaba como mínimo. ¿Será por celos que en realidad me golpeó? ¿Será que le gustaba ella? Eso explicaría el hecho de que la haya cogido conmigo, cuando ni siquiera lo conocía. Aparte de eso, lo más que me reprochó fue el haber estado a solas con Vincent.

“Sus pectorales son tan firmes y grandes que podrían pasar como los pechos de una mujer”.

Levanté la mirada hacia ella, sintiendo un atisbo de emociones contradictorias.

Todo este tiempo la verdad estuvo frente a mis ojos, pero fui tan idiota que no pude darme cuenta.

—¿Estás decepcionado? ¿Acaso preferías que fuera un hombre en todo el sentido de la palabra? Lamento decepcionarte.

—¿La gente que te contrató sabía que eras mujer?

—Solamente Robert Watson y sus ayudantes. Como te dije, mi padre trabajó con él. Por medio de esa conexión que tuvo con mi padre, es que fui contratada para el proyecto. Además de que, él estaba al tanto de que yo era inmune al virus, fue él quien me realizó varios estudios y pruebas, dando como resultado que mi sistema estaba libre del virus, por lo que, cuando llegó el momento, fui tomada en cuenta como la opción perfecta para el trabajo.

—Hay cosas que no encajan en todo esto.

—¿De qué cosas hablas?

—¿Siempre fue así? ¿Desde que eras una niña tu cuerpo sanaba tan rápidamente como lo hace ahora?

—Cuando pequeña sanaba rápido, pero siempre quedaban cicatrices. A medida que fui creciendo, todo eso fue cambiando. Ya no quedan cicatrices.

—De eso me di cuenta. Hay otra cosa. Ese día que te hirieron, todo en la habitación estaba cubierto por el parásito, pero a ti fue incapaz de cubrirte. ¿Por qué?

—No lo sé.

Siempre he sabido que en Vicky había algo especial, pero ahora todo comienza a tener sentido. Considerando los eventos recientes y la información que he recopilado a través de ella, una teoría empieza a formarse en mi mente.

Vicky, genéticamente, es una mujer, pero ha sido criada y presentada como un hombre. Esta identidad dual podría estar relacionada con su singularidad biológica. Según ella, las pruebas realizadas en el laboratorio revelaron algo extraordinario en su sistema inmunológico. Ella es inmune al virus y tiene una capacidad de curación acelerada que va más allá de lo normal.

Es posible que los científicos hayan descubierto esta peculiaridad durante los experimentos con los demás infectados y, conscientes de la importancia de su hallazgo, decidieron mantener a Vicky en secreto. En lugar de utilizarla como sujeto de experimentación, la mantuvieron en observación, estudiando sus respuestas inmunológicas y tratando de comprender el origen de su inmunidad. Después de todo, ella estuvo en el laboratorio todo ese tiempo.

Ahora bien, pero si era importante, ¿por qué habrían atentado contra ella?

El hecho de que el parásito no haya podido cubrirla por completo durante el incidente en la habitación también es revelador. Esto sugiere que el parásito tal vez detecta alguna diferencia en el organismo de Vicky que lo hace incompatible con su propagación. Tal vez su sangre contenga una sustancia o anticuerpo que neutraliza la acción del parásito.

En cuanto a mi reacción hacia Vicky, a pesar de su supuesta inmunidad, ahora me doy cuenta de que mi comportamiento no estaba relacionado con un intento de infección o de reproducción. Más bien, podría haber sido una respuesta hormonal o química inesperada, quizás una conexión emocional o atracción debido a su singularidad genética.

Todo esto me lleva a una conclusión audaz: Vicky tal vez sea la clave para comprender la inmunidad y encontrar una cura definitiva; una cura que pueda devolvernos nuestra apariencia humana en su totalidad. Su naturaleza dual y su respuesta inmunológica excepcional podrían contener las respuestas que hemos estado buscando. Vicky puede representar una esperanza para nosotros, una esperanza de liberarnos de esas secuelas.

—Te ves muy pensativo. ¿Qué pasa por esa cabecita? ¿Me guardas rencor por haberte ocultado mi verdad? 

—Es tu vida. No es como que me debas explicaciones.

—Siempre tan orgulloso. En fin, iré a recogerme. Ha sido un largo día para los dos—se puso de pie y mis ojos siguieron su figura.

—Eres grande.

Mi comentario la llevó a detenerse y me puse de pie.

—¿Y te gustan grandes? —dejó en evidencia su doble sentido detrás de la pregunta con esa sonrisa aniquiladora y llena de malicia.  

—Tal vez—me acerqué lentamente a ella, sintiendo una extraña excitación recorrer mi cuerpo. Es como si hubiera despertado algo en mí, algo que había permanecido dormido durante mucho tiempo. Sin embargo, también sentí un dolor punzante en mi cabeza, una sensación opresiva que amenazaba con nublar mi juicio.

Intenté apartar esos pensamientos, enfocándome en Vicky, en su presencia y buen cuerpo, pero una sed, una sed incontrolable, comenzó a apoderarse de mí. Era un ansia voraz, una necesidad primitiva que despertaba en lo más profundo de mi ser.

Tragué saliva con dificultad, tratando de mantener el control. ¿Qué está pasando? ¿Por qué siento esta sed insaciable? Hace tiempo no experimentaba esto.

Vicky se acercó, preocupada por mi expresión de angustia. Sus ojos reflejaban una mezcla de curiosidad y temor. Intenté sonreírle, pero el dolor en mi cabeza se intensificaba, como si alguien estuviera martillando dentro de mi cráneo.

—Vladimir, ¿estás bien? ¿Qué te sucede? —preguntó con voz llena de preocupación.

Tragué saliva una vez más, sintiendo un rastro de sangre en mi boca. El sabor metálico se mezclaba con mi deseo por ella. Me esforcé por controlar mis impulsos, por alejarme antes de que fuera demasiado tarde. Pero ¿tarde exactamente para qué? No lo sé. Pero esa sed, esa sed era abrumadora.

—No puedo quedarme aquí contigo.

Me alejé de ella, tratando desesperadamente de resistir la tentación. Esperando que lo que estaba experimentando fuera parte de esas secuelas que aún se aferraban con fuerza a mí y no fuera nada grave.

Encadenados IV •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora