Búsqueda

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Mientras buscaba los dardos tranquilizantes, sentí las miradas de Dereck, Zaira y Robert clavadas en mí. Sabía que debía compartir mi descubrimiento con ellos, no podía embarcarme en esta misión solo. Pero al mismo tiempo, no podíamos dejar a Robert solo en el laboratorio. ¿Y si escapaba?

Mis compañeros intercambiaron miradas de preocupación, y fue Dereck quien habló primero. Me recordó que no podía enfrentar a Vladimir solo, que era mejor que fuéramos juntos. Comprendía su preocupación, pero tampoco podíamos abandonar a Robert.

Robert nos interrumpió, como si hubiese leído mis pensamientos, prometiendo que se quedaría en el laboratorio y asegurándonos que no iría a ninguna parte. Sus palabras era reconfortantes, y aunque dudamos por un momento, no nos quedó más opción que confiar en él.

Les dije que creía saber dónde encontrar a Vladimir, que estaba dispuesto a llevarlos allí, pero que debíamos ser cautelosos y estar preparados para cualquier eventualidad.

Juntos, nos preparamos para partir hacia esa ubicación que tenía grabada en mi mente. Mi cabeza se llenó de pensamientos y emociones encontradas. La incertidumbre y el temor se mezclaban con la determinación y la esperanza de poder detener a Vladimir y encontrar a Amari sana y salva.

[...]


Llegamos al lugar, un sitio que alguna vez fue su escondite y el de su hermanita, pero que ahora se encontraba en ruinas. El aire frío y el silencio nocturno se mezclaban en una atmósfera cargada de intriga y peligro. La luna apenas lograba filtrar su luz entre las ramas de los árboles, creando sombras que danzaban en el suelo cubierto de hojas caídas.

Nos adentramos con cautela, nuestros pasos resonaban en la quietud de la noche. Entre susurros, intercambiamos palabras de preocupación. Los rastros de pelaje oscuro de Vladimir eran evidencia de que estábamos en el camino correcto. No me equivoqué, estuvo aquí.

Avanzamos por un camino serpenteante, siguiendo los rastros que nos guiaban hacia un puente que se alzaba sobre un río. La escasa iluminación del lugar nos hizo dudar por un momento, pero sabíamos que debíamos seguir adelante.

De repente, sentí unas gotas de agua caer sobre mi hombro, y con la linterna en mano, dirigimos su luz hacia arriba. Fue en ese instante que vimos a Vladimir, colgando boca abajo como un murciélago, sus alas extendidas cubriéndolo. Intentamos retroceder sin hacer mucho ruido, pero fue en vano. Vladimir notó nuestra presencia y comenzó a moverse por la estructura del puente, adentrándose más en la oscuridad.

Nos encontrábamos ahora en un juego mortal de gato y ratón. La tenue luz de nuestras linternas apenas alcanzaba a iluminar el lugar, obligándonos a buscar en cada rincón con cuidado y precaución. Mantuve el rifle en mis manos, en alerta constante, preparado para cualquier evento que requiriera una rápida reacción.

En medio de la tensión y el suspenso, sentí que Vladimir no quería lastimarnos. Su lucha interna contra el parásito aún persistía. Aquella humanidad que quedaba en él era nuestra última esperanza, y estábamos decididos a encontrarla y ayudarlo.

Avanzamos con precaución, cada paso que dábamos resonaba en el puente de madera crujiente. Cada vez que nuestras luces iluminaban un rincón oscuro, esperábamos encontrar a Vladimir acechándonos desde las sombras. La tensión era palpable, el tiempo parecía detenerse mientras buscábamos la oportunidad perfecta para neutralizarlo.

De repente, un crujido resonó a nuestro lado. Giramos rápidamente nuestras linternas hacia el sonido y vimos a Vladimir deslizándose sigilosamente por un poste de soporte del puente. Sus ojos brillaban con una intensidad sobrenatural, reflejando la lucha interna que libraba contra el parásito que lo consumía.

Sin perder tiempo, levanté el rifle y apunté con precisión. Uno tras otro, disparé los dardos tranquilizantes, apuntando a distintas partes de su cuerpo. El sonido del aire al atravesar las plumas de sus alas acompañó mis disparos. Cada dardo impactó con precisión, hundiéndose en su carne.

Vladimir emitió un grito silencioso mientras luchaba por mantenerse en pie. Su cuerpo se sacudió violentamente y, finalmente, cayó al suelo. El cansancio y el efecto del tranquilizante lo dominaron, y poco a poco, perdió el conocimiento.

Cuidadosamente, nos acercamos a Vladimir y aseguramos sus manos y pies con cuerdas. Queríamos evitar cualquier posibilidad de que se escapara y volviera a ponernos en peligro.

—¿Dónde estará Amari? Aquí no hay rastros de ella—murmuró Dereck.

—Espero que no hayamos llegado demasiado tarde—respondió Zaira.

—No estoy seguro de la razón por la cual todo apunta a que se la llevó. Si realmente fue él quien se la llevó, dudo mucho que haya sido con el propósito de hacerle daño. ¿No lo vieron? Él estaba alejándose de nosotros, lo que significa que aún el parásito no ha tomado el control por completo de él. Además, él la ve como a su hermanita. Y él no sería capaz de lastimarla.

—Amari tenía una extraña conexión con él, era capaz de ver a través de sus ojos y de leer sus pensamientos. Ella estuvo infectada, aunque de una manera un tanto diferente a todos nosotros—comentó Dereck.

—¿Y si su propósito era protegerla? ¿Y si estamos confundiendo las cosas y, en realidad, Vladimir lo que ha hecho es llevarla a un lugar seguro, donde no sufriera una estimulación que pudiese regenerar el parásito de su cerebro? Tal vez él pudo ver algo que nosotros no vemos—solté.

—Pero ¿a dónde pudo haberla llevado? ¿Crees que esté cerca de aquí? —indagó Zaira.

—No lo sé, lo sabremos cuando despierte, pero esperemos que no lo haga todavía.

Encadenados IV •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora