Ansias

75 12 4
                                    

—Si tu padre estaba intentando controlar la ola de infectados, ¿significa que es parte de esta gente que nos tiene encerrados?

—Era. Mi padre perdió el juicio, atentando contra su propia vida y teniendo éxito. En ese momento de lo sucedido, aún no habían descubierto una forma de contrarrestar los síntomas.

—Si sufriste en carne propia lo que es tener a un familiar contagiado y perderlo a causa de esto, ¿por qué estás ayudando a esos desgraciados? Por culpa de todos ellos han muerto muchos inocentes.

—Ellos son los mismos que pueden acabar con todo esto. Eso es justamente lo que quiero. Los capturé porque ahí fuera hay más peligros que aquí dentro.

—¿Peligros? ¿Qué peligros?

—Ese parásito que creó Emilia, es mucho más peligroso de lo que crees. Aunque ahora mismo hayas regresado a tu media forma humanoide, gracias a ellos, no significa que estés libre del virus. Mientras estás fuera de la cápsula, expuesto al calor, ese parásito se sigue multiplicando y esparciéndose por todo tu cuerpo. Emilia lo usó en ti y en el cuerpo de tu hermana. Pudo controlarla gracias a ese parásito que sembró en su cerebro. Más que nadie conoces lo que ese parásito puede llegar a hacer. Los cuatro amigos tuyos que ayudé a escapar, están ahí fuera, pero no creas que la están pasando bien. Ellos estuvieron a punto de morir luego de haber sido atacados brutalmente por Luna. Es ese parásito el que reconstruyó sus tejidos y está regado en su sistema, gracias a ese parásito están con vida. En el momento que llegue a regarse en sus cerebros, perderán la cordura y ya sabes cómo todo va a terminar.

—¿Quieres decir que es más seguro quedarnos aquí, siendo ratas de laboratorio y permitiendo que esos infelices hagan de las suyas con nosotros? Si es así, ¿por qué los ayudaste a escapar, sabiendo que iba a ser más peligroso para ellos estar ahí fuera?

—Porque iban a exterminarlos. Lamentablemente ninguno de ellos les sirve para nada.

—¿Y por qué me estás ayudando ahora? No lo entiendo.

—Los escuché. Ya descubrieron que ayudé a tus amigos y tienen órdenes claras de deshacerse de todo lo que represente una amenaza—suspiró—. Yo los traje aquí, supongo que me siento responsable de liberarlos por mi error.

—¿Te arrepientes?

—Pensé que les estaba ayudando, porque ellos tenían planeado encontrar un antídoto que pudiera suprimir una cuarta parte del virus, pero después todo cambió. Me di cuenta de mi error, pero era muy tarde para remediarlo. Todos ustedes, sobre todo tú, brillaban más estando ahí afuera que en cautiverio.

Esas palabras ya las había oído antes.

Oímos los fuertes golpes que le proporcionaron a la puerta, uno detrás del otro. La estantería de madera no iba a soportar mucho tiempo. Nos encontraron demasiado rápido.

—Déjamelo a mí. Yo lo hago—me ofrecí.

El sistema de ventilación es la única ruta de escape que tenemos, aunque no sé si su robusto cuerpo quepa.

Después de varios intentos fallidos y con ayuda de mis uñas, pude arrancar la rejilla. Para nuestra mala suerte, esos malditos lograron derribar la puerta, llevándose junto a ella parte de la pequeña estantería.

—¡Vamos! —le grité a Vincent, adelantándome a entrar por la estrecha ventilación.

Intenté darme prisa a entrar completamente para darle espacio a que pudiera entrar también, pero oí cuando este volvió a poner la rejilla y miré por encima de mi hombro como pude para ver qué demonios estaba haciendo.

—Haz que valga la pena. Reúnete con tus amigos y sácalos de aquí—puso la mano sobre la rejilla y sonrió de ese único modo irritante que lo caracteriza—. Brillen.

En ese momento, mi mal presentimiento se volvió una realidad, cuando el sonido de tres detonaciones se escucharon y de su boca salió expulsada una cantidad alarmante de sangre. Su cuerpo cayó, haciendo que lo perdiera de vista. El olor de su apetecible sangre invadió mis fosas nasales, al mismo tiempo, un agudo dolor en el pecho impidió que pudiera respirar adecuadamente por unos instantes.

«Nunca había visto a alguien tan majestuoso, único y lindo como tú. Aunque brillabas más cuando estabas ahí fuera».

«¿Por qué? ¿Por qué hiciste eso?».

—Objetivo uno eliminado. Objetivo número dos localizado, se encuentra en el sistema de ventilación. Cierren todas sus rutas de escape.

Tensé la mandíbula, sintiendo que mis propios dientes perforaban mis encías y el sabor nauseabundo y detestable de mi sangre se impregnaba en mi paladar. Miré mis manos y esa sustancia oscura estaba haciéndose presente en ellas. Sentía unas enormes e incontrolables ansias de destruir todo lo que se pusiera enfrente.

Encadenados IV •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora