Encadenados IV •Tetralogía Mortal• [✓]

Final: Confesión

La noticia de que Amari también estaba infectada por el parásito fue un golpe duro para todos. Después de que Robert realizó los estudios y escaneos, los resultados confirmaron lo que Vladimir me dijo. El parásito estaba alojado en su cerebro, aunque parecía estar en una etapa inicial y aún no se había desarrollado por completo.

Robert nos reunió en su oficina, donde nos dio los resultados y explicó la situación. El rostro de preocupación en los padres de Amari era evidente, mientras escuchaban atentamente las palabras de Robert. Habló con ellos en privado, aconsejándoles que tomaran medidas rápidas para intervenir a Amari, sometiéndola al mismo proceso quirúrgico que se había realizado en Vladimir.

Sentí un nudo en el estómago al pensar en lo que Amari y su familia tendrían que enfrentar. La idea de que ella tuviera que pasar por una intervención tan delicada y riesgosa era desgarradora. Sin embargo, también sabíamos que era la única opción para erradicar el parásito y salvar su vida.

Robert se aseguró de explicarles detalladamente el procedimiento, los riesgos involucrados y las posibles complicaciones. Instó a los padres a tomar una decisión lo más pronto posible, considerando el estado temprano del parásito en el cerebro de Amari y la oportunidad de eliminarlo antes de que se desarrolle por completo.

Deseaba con todo mi ser que la intervención fuera exitosa y que Amari pudiera recuperarse por completo. Aunque el camino por delante sería difícil, debíamos confiar en el juicio de Robert y en la esperanza de que la intervención pudiera liberar a Amari del parásito y permitirle llevar una vida normal, tal y como me gustaría que sucediera con Vladimir. Estaba dispuesto a apoyar en todo lo que fuera necesario, tanto emocional como físicamente, para asegurar su bienestar.

Aunque llevábamos muchas horas sin dormir y el procedimiento quirúrgico era extenso, respeté la decisión de los padres de Amari de acompañar a su hija durante la intervención. Entendía su deseo de estar cerca de ella y ofrecerle todo su apoyo en ese momento tan difícil.

[...]

Pasaron días y semanas desde la operación. La recuperación de Vladimir y Amari fue lenta pero constante. Ambos mostraban señales positivas de mejoría, lo cual nos llenaba de esperanza y alegría. Los padres de Amari estaban agradecidos de ver a su hija recuperándose y sabían que habíamos tomado la decisión correcta al someterla a la intervención quirúrgica.

Con el paso del tiempo, pude observar cómo los parásitos, encerrados en la cápsula de cristal, comenzaban a perder fuerza y vitalidad. Se movían frenéticamente, buscando una salida, pero poco a poco su energía disminuía. Era un espectáculo impactante presenciar su declive y darme cuenta de que nuestra lucha contra ellos estaba teniendo éxito.

El tiempo pasó y cada día que transcurría, los parásitos se debilitaban aún más. Se volvían más lentos y su movimiento se volvía errático. Era evidente que estaban perdiendo su capacidad de control y supervivencia. Sabía que estábamos cerca de lograr nuestra meta de eliminar por completo la amenaza que representaban.

Me sentía aliviado y esperanzado al ver cómo la cápsula de cristal se convertía en un santuario protector, manteniendo a los parásitos contenidos y evitando que afectaran a otros. Nuestro arduo trabajo y sacrificio estaban dando frutos, y podía vislumbrar un futuro libre de esa terrible amenaza.

Seguí vigilando el progreso de Vladimir y Amari, asegurándome de que recibieran el cuidado y el apoyo necesarios durante su recuperación. Era gratificante ver cómo ambos se fortalecían día a día, superando los efectos del parásito y retomando su vida normal.

A medida que los parásitos continuaban debilitándose y perdiendo su fuerza, sabía que estábamos cerca de alcanzar la victoria final. Era cuestión de tiempo antes de que se extinguieran por completo y pudiéramos considerar que nuestra misión estaba cumplida.