Portador

74 12 2
                                    

Las palabras de esa niña volvieron a mi mente. Ni siquiera sé si fue producto de mi cabeza, pero siento esa necesidad de salir de aquí, pese a no tener nada que buscar ahí fuera. 

—¿Qué debo hacer? 

—Espero que me recompenses y no te olvides de mí cuando salgas de aquí— corrió hacia la pared y saltó, alcanzando la cámara en lo alto y arrancándola casi de raíz, dejándola colgando. 

Pasó su tarjeta en la puerta, mientras con la otra mano me señalaba al otro sujeto. 

—Vístete. No hay mucho tiempo.

Me puse la ropa de ese hombre, tratando de ser lo más rápido posible. Tras oír la alarma que se activó, el cuarto se llenó de humo proveniente de varios ductos localizados en cada esquina. 

—¡No respires! —me agarró la muñeca, haciendo que saliera con él al pasillo, pues la puerta del cuarto estaba cerrándose sola por seguridad. 

La estructura de este lugar se ve reforzada y amplia. Hay cámaras en cada esquina del pasillo. Dudo mucho que podamos llegar demasiado lejos. 

Teniendo ese pensamiento fue cuando vi al otro extremo del pasillo a varios hombres uniformados, como si fueran parte de los equipos especiales, con mascarillas de gas y portando pistolas con dardos. 

Mi cuerpo se congeló al sentirme tan inútil e impotente. Vi rodar por el suelo vinílico hacia ellos una granada de humo, que había salido de las manos de Vincent y, en instantes, me llevó casi arrastrado a una habitación en medio del pasillo, no muy distante de la que estuve encerrado. 

—¡¿Por qué demonios te quedaste como una piedra?! ¡¿Quieres que te vuelvan a encerrar o qué?!

Aseguró la puerta con ayuda de una pequeña estantería de madera. 

—¿Dónde rayos estamos?

—Este es un pequeño almacén. No podemos quedarnos mucho tiempo aquí—se acercó a la ventilación, dándole varias patadas que fueron inútiles. 

—¿No hay otra salida?

—¿Te parece que la hay, genio? Si no te hubieras quedado quieto, habríamos ido a otro lugar, pero no, te quedaste como un maldito miembro erecto. 

—¿Por qué haces esto? Acaban de descubrir que me estás ayudando. 

—¿Realmente crees que no se habían dado cuenta? Todo se ha ido a la mierda por tu culpa. 

—¿Por mi culpa? Fuiste tú quien decidió ayudarme, yo no te pedí nada. Aún estás a tiempo de entregarme de nuevo a ellos si tan arrepentido estás. 

—Cállate y déjame pensar. 

—¿Por qué no te afectó el gas?

Me miró de reojo, manteniéndose en completo silencio.

—Me pediste que no respire, pero tú lo estabas haciendo y no te hizo nada. 

—¿No te lo he dicho antes? Todo método que se emplea aquí, funciona únicamente en animales. 

—Ellos están usando máscaras de gas, por algo es, ¿no? Están muy equipados. ¿A qué le temen? ¿A contagiarse? ¿Y por qué tú no pareces preocupado de que suceda estando cerca de mí? Incluso te mordí y estás intacto. No hay rastros de la mordida, tampoco has presentado síntomas de estar infectado. Estuviste en contacto conmigo y con mi sangre. ¿Por qué no estás infectado? ¿Qué estás ocultando?

—Será imposible sacar a los demás. Aunque sé la ubicación exacta de cada uno de ellos, han activado los controles y protocolos de seguridad. Ni siquiera sé si pueda sacarte ahora. 

—Me estás cambiando el tema—me acerqué a él, sosteniéndolo por el cuello de la camisa y observando el lugar donde lo había mordido, cuyo rastro definitivamente se había perdido—. ¿Qué estás ocultando? 

En sus labios se dibujó una media sonrisa. 

—¿Estás decepcionado porque no funcionó tu plan de contagiarme y convertirme en lo mismo que tú? Tus amiguitos crearon un lazo indestructible y bastante curioso con sus parejas, algo tan interesante que ni la ciencia ha podido explicar. ¿Pensaste que ocurriría lo mismo conmigo? ¿Que ibas a convertirme en tu macho? Dime, ¿quién es el que está ocultando cosas aquí? 

—¿Convertirte en mi macho? ¿De qué demonios hablas?

—Son las hembras quienes eligen con quién aparearse, por medio del olfato encuentran a la pareja ideal que garantice la mayor diversidad genética con total éxito, pero tú presentaste unos niveles bastante altos de feromonas en esa ocasión que me mordiste. En pocas palabras, estabas excitado y entraste en celo, como si fueras una hembra. Una de las tantas observaciones que han realizado en los recientes estudios, es que una hembra contagiada no presenta interés en reproducirse con humanos, pues estos no segregan un perfume agradable o lo suficientemente fuerte que pueda provocar que esta entre en celo. Lo más extraño es que ese día, teniendo el fuerte y exquisito aroma de esa mujer, te fuiste sobre mí. Dime, pollito, ¿qué tipo de aroma tengo que te atrajo tanto? 

Solté su camisa, retrocediendo con cierto grado de vergüenza. Sé bien que su motivo es hacerme sentir incómodo y así evadir la pregunta que le hice. Lo peor es que no podía usar o decir nada en mi defensa, pues ni yo mismo tenía una explicación que justifique lo que me pasó. 

—Le pongo un punto final a esta conversación sin sentido—desvié la mirada. 

—Al parecer soy inmune al virus. 

Mis ojos se engrandecieron al oír sus palabras. 

—¿Qué? 

—Mi padre fue uno de los tantos desafortunados en contagiarse. En su intento por mantener bajo control la ola de infectados, resultó siendo mordido por uno de ellos. Él me atacó. Todas las heridas que dejó en mi cuerpo desaparecieron como por arte de magia. Me hicieron varias pruebas, pero resulta que, pese a las heridas y el contacto directo que tuvo conmigo, no soy portador del virus. 

Encadenados IV •Tetralogía Mortal• [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora