🐆・𝐂APÍTULO DOS

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Medidas Desesperadas

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Medidas Desesperadas

28 de mayo de 2016.

🐆 ; D I E G O

Suelto un suspiro y me trueno los dedos de la mano derecha mientras entro al lugar. El olor no es precisamente el mejor, pero no esperaba algo mejor tomando en cuenta que aquí sólo hay hombres borrachos y sudorosos.

Me acerco al señor que tiene una cantidad bastante deslumbrante de dinero en las manos, asumiendo que es quien guía todo esto.

—¿Y 'hora? ¿Qué hace este güero aquí? —pregunta, sin tratar de disimular que trata de mí, al hombre que está a su lado.

—¿Buscan luchadores nuevos? —ignoro su comentario, centrándome en lo que vine a buscar.

—¿Apoco le quieres entrar a los madrazos? —una sonrisa se estira en sus labios, volviendo a hacer rodar el fajo de billetes entre sus dedos.

No respondo, simplemente asiento con la cabeza, comenzando a perder la paciencia.

—¿Y sí se te dan bien, güero?

—Pues me defiendo.

—No se te nota —murmura más para sí mismo, como si fuera un pensamiento que le salió en voz alta—. Pero si no tienes miedo a que te rompan la carita, puedes estar aquí a las ocho, Tumba necesita un rival, los luchadores le están huyendo.

No me imagino porque le huirían a alguien que le nombran "Tumba", no sé, quizá simplemente sean personas que aprecian su vida...

»Y no te olvides de traer el dinero para tu participación. —acota cuando ya estaba por darme la vuelta para salir.

—¿Dinero?

—Eres nuevo, nadie va apostar por ti, ni aunque estuvieran ahogados en tequila, y no te voy a dejar luchar así como así, ¿qué ganaría yo? Son cinco mil pesos.

—Mierda.

—¿Te me vas a echar para atrás?

—Te los traigo a las ocho.

Salgo del lugar, paso las siguientes tres horas tratando de recolectar el dinero que necesitan. Si tuviera esa cantidad no estaría tan desesperado como para buscar trabajo en un lugar donde, probablemente, termine gastando más dinero en el hospital del que podría ganar.

Pero por algo se empieza, ¿no?

La situación está difícil y no te puedes poner muy exigente si quieres que tu familia tenga un plato con comida en la mesa.

Poco antes de las ocho de la noche, vuelvo a entrar al sitio de peleas clandestinas. Una especie de local al que sólo puedes acceder por una entrada escondida en un callejón lleno de drogadictos. No es lo que te imaginas como el trabajo de tus sueños, pero, reitero, no estoy en condiciones de ponerme exigente.

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