🐆・𝐂APÍTULO TRES

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Momento y Lugar Equivocados

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Momento y Lugar Equivocados

19 de junio de 2019.

🐆 ; D I E G O

Una cubetada de agua fría hace que me despierte.

Pero, enserio, en el más literal de los sentidos, agua muy, muy, fría.

—¿Ya despertó el niño bonito?

No puedo ver nada, una venda cubre mis ojos. No reconozco las voces, pero parecieran ser de hombres, ya mayores.

No estoy muy seguro de qué pasó, sólo recuerdo haber terminado de comer, salir del restaurante y sentir un fuerte golpe en mi nuca. Supongo que me desmayé, porque de verdad no recuerdo nada de lo que ocurrió después. Ni un ruido, ni un aroma... nada.

—¿Seguro que nos va a ayudar? —susurra uno, sonando casi asustado.

—Sí.

—Pero sólo sus mejores trabajadores lo conocen, este parece que no mataría ni a una mosca. Debe ser un gato más.

¿De quién mierdas hablan?

Y me pregunto qué aspecto creen que debería llevar alguien rudo. Nunca fui muy musculoso, hasta hace tres años cuando comencé a trabajar como luchador. Desde entonces, he estado ejercitándome todos los días cuando no tengo nada más que hacer.

—Que confíes en lo que te estoy diciendo, chingada madre. Quítale la venda.

El tipo obedece y en cuanto me la quita me veo en la necesidad de cerrar los ojos, resintiendo la luz encima de mi golpeándome directamente. Estamos en una especie de contenedor. Lo digo por el aparente metal en las paredes, además de que no es de gran tamaño.

»Sabemos para quién trabajas. —habla uno de los hombres, el que parece llevar la batuta.

—¿Enserio? Qué sorpresa, no trabajo para nadie. —no me molesto en ocultar la burla en mi voz.

—No te hagas el pendejo —pierde la paciencia, la sonrisa que tiraba de sus labios desaparece dejando en su lugar una mueca—, ese sitio es propiedad de La Parca. Eres uno de sus luchadores.

—¿De quién hablas?

Después de un tiempo descubrí que el tipo que me contrató se llamaba Raúl, tenía un par de apodos..., ninguno amable, pero nunca escuché algo como "La Parca", no suena a una manera digna de llamarlo. En especial porque no tiene ninguna característica parecida, ni física ni, mucho menos, intelectual. Aunque, claro, siempre podía ser sarcasmo.

Pero sigo teniendo mis reservas.

—¿Así es como le dicen a Raúl? —termino cediendo. Saboreando la sangre que cae de mi nariz.

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