🐆・𝐂APÍTULO QUINCE

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"Cara, dulce Cara"

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"Cara, dulce Cara"

18 de septiembre de 2019.

🐆 ; D I E G O

Quince horas de vuelo.

Quince malditas horas en un jodido jet.

Siento que tanto tiempo sentado ya aplastó completamente mi retaguardia, y no estoy nada contento por eso. Además, ¿alguna vez han pasado quince horas seguidas encerrados con una persona que no duerme y no hace más que trabajar? Es incómodo, en especial cuando todo lo que quieres hacer es dormir.

Siento que me juzga.

Todo lo que hace es teclear en su computadora, hablar por teléfono, anotar cosas en una libreta... y a mi me cuesta mantener los ojos despegados. Es mi segundo día consecutivo sin dormir, el suyo también, pero por alguna razón ella luce fresca y descansada, mientras que mis ojeras ya están a punto de llegar a mi mandíbula.

Debo preguntarle su secreto para mantenerse así.

Cuando el jet por fin aterriza, me estiro todo lo que puedo en mi asiento, asegurándome de que mis malditas articulaciones siguen funcionando. Ella vuelve a ponerse sus lentes de sol; después del tiempo de vuelo, más la diferencia horaria, son cerca de las cinco de la tarde.

Al salir, un hombre muy viejo está esperándonos delante de una camioneta... negra. El único vehículo aprobado por mafiosos, aparentemente. Algo así como un lenguaje universal, me atrevería a decir.

Atzin me da la correa del cachorro y la ayudo a bajar los escalones. No se quitó los tacones en todo el vuelo, me pregunto cómo es que sus pies siguen funcionando, honestamente. Yo no podría. Aunque, claro, tampoco es como que planee usar tacones.

Cuando por fin estamos pisando tierra, ella se ve arrebatada de mi agarre por una mujer gritona y pelirroja. Estoy preguntándome aún qué pasó, si es amiga o enemiga, pero cuando la veo plantarle un beso en los labios me vuelvo a quedar parado en mi lugar.

—¡Niñas, compórtense! —gruñe el anciano. Atzin se ríe y se despega de la pelirroja, acariciándole el cabello.

Ok...

Estoy confundido ahora.

—¡Me tienes tan abandonada! —reclama la mujer besucona— No te acuerdas de mí, sólo tienes tiempo para Damien. —hace un mohín con los labios.

—No es así, es él el que no me deja en paz. Pero hablemos de eso en otro lado, ¿te parece? —ella asiente y Atzin avanza hasta mi lado, llevándome con el viejo regañón.

»Padrino, Cara, este es Diego, mi nuevo mano derecha.

—Pensé que tu nuevo consigliere era una mujer. —refunfuña el viejo, extendiéndome la mano para que se la estreche. Cuando veo que alza una ceja y me fijo mejor en la posición de su mano, me doy cuenta de que espera que se la bese.

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