🐆・𝐂APÍTULO ONCE

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"Alianza"

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"Alianza"

🐆 ; A T Z I N

Hago una seña para que se acerque el mesero, apenas disimulando que mi vista está en la mesa de Dalil y no en la carta. ¿Qué mierda quiere hacer?

Pido lo primero que veo y apenas escucho que Diego hace lo mismo después de mí. Dalil cambió completamente de actitud de un momento a otro, dejó atrás la hostilidad que tenía con Raiden, ahora luce casi amigable sonriéndole a Sandro, mi científico, queriendo ganarse su puta confianza.

Toma todo de mí no agarrar mi arma y dispararle antes de que pueda decir una palabra.

—Buenas tardes, Sandro —oculto mi reacción a su perfecto español—, me alegra que hayas aceptado mi invitación.

—Buenas tardes, señor. —responde temeroso. Le tiemblan las malditas piernas.

—¿Quieres algo de tomar? Tú pide, yo invito.

Con las voz quebrándosele y las manos con un temblor que se ve hasta la China, le habla al mesero para pedir un trago. El árabe no aparta la mirada de él mientras le da el primer sorbo a su bebida.

—¿Para qué me quería aquí?

—Negocios. ¿Cuánto te paga La Parca? —Sandro palidece.

—No es una cantidad que se pueda mencionar en público.

El hijo de puta saca un papel y un bolígrafo de su chaqueta, arrastrándolos por la mesa para que los pueda alcanzar el otro. Una gota de sudor cae por la frente de el científico mientras escribe en el papel.

Las cejas de Dalil se elevan involuntariamente al ver la cantidad.

—Me paga por trabajar exclusivamente para él. —agrega.

—Ya veo, no es avaro, ¿ah? —piensa un par de segundos— Te ofrezco el doble para que te muevas a mi lado.

Sería un idiota si acepta. Es más que obvio que sólo quiere la receta y después lo matará, no tiene los fondos suficientes como para mantener ese sueldo mensualmente. No lo calcularía más de dos meses vivo. Además, lo mataría en cuanto tengo oportunidad.

—No lo sé, señor. —toma una servilleta y la pasa por su frente sudorosa.

Asco.

—No veo porqué necesitas pensártelo tanto, es un buen trato, él no querrá pagarte más de lo que ya lo haces sólo para evitar que te vengas a trabajar conmigo.

—No estoy muy seguro de eso. Siempre ha recalcado que quiere exclusividad... Usted no es el primero que se me acerca a hacerme una oferta.

—¿Qué te retiene con él? —casi grita. Está comenzando a desesperarse.

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