🐆・𝐂APÍTULO OCHO

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"Primer Trabajo"

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"Primer Trabajo"

11 de septiembre de 2019.

🐆 ; D I E G O

Sosteniendo la respiración, fijo la mirada en el objetivo. Tenso la mano y presiono el dedo en el gatillo, disparando justo en el blanco.

—Aprendes rápido. —reniega Damien a mi derecha.

—No es tan difícil.

—Claro. —no disimula en enfado.

Tengo la ligera sospecha de que no le caigo bien, pero no sé.

—¿Terminamos por hoy?

—Sí, le avisaré a La Parca que ya estás listo. Creo que se tenía que encargar de unos asuntos hoy, probablemente te mande a ti.

—Está bien.

Le entrego la pistola al hombre encargado del campo de tiro para que la guarde. Suelto un bostezo mientras camino de regreso a la mansión.

Tuve un entrenamiento intensivo de veinticuatro horas, de las cuales, apenas tuve tres para dormir. Entrené con todo tipo de armas, incluyendo cuerpo a cuerpo, desde cuchillos hasta rifle de francotirador. Alondra me enseñó a como pisar.

¡Me enseñó a caminar! Porque, aparentemente no sabía hacerlo. Dijo que pisaba demasiado fuerte y por mi culpa podían descubrir una emboscada.


Sin duda, fue la lección más difícil. No la dió por terminada hasta que caminé sin hacer ni el más mínimo ruido. Se aseguro de que fuera así usando un amplificador de sonido.


También, tuve una lección sobre tortura. Dijeron que no importa qué pasara debía mantenerme callado antes de revelar información sobre La Parca, no hubo mucho al respecto porque, debido a que apenas me recuperé de la operación, ella no quiso que me torturaran, por lo que sólo tuve la parte teórica.

Ya dentro, me quito la sudadera mojada por la leve lluvia que había afuera. Encuentro a Atzin viendo por la ventana... con la cadena de una pantera negra en la mano. ¿Qué?

Me quedo petrificado, sin saber si debería avanzar hacia mi habitación o salir antes de que el animal decida que seré su comida de hoy.

Antes de que pueda tomar una decisión, ella me nota y se voltea hacia mí, dándome una sonrisa al ver el miedo que le tengo a su gatito.

—No te había presentado a Iztli, ¿verdad? —camina hacia mí, con el animal siguiéndola obedientemente.

—No... no tenía el gusto.

—Tiene seis años. La rescaté cuando aún era una bebé. Un tipo me debía mucho dinero, cuando fui a matarlo la encontré llorando en una jaula porque tenía hambre. Decidí quedármela.

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