🐆・𝐂APÍTULO VEINTICINCO

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"Manipulación"

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"Manipulación"

🐆 ; D I E G O

Observo con cautela como Atzin cuelga la llamada y apoya el celular contra su pecho. A diferencia de ayer, hoy no hay una sonrisa en su cara. Las lágrimas bajan como ríos por sus mejillas sin nada que las detenga.

Sin saber qué más hacer, me acerco hasta ella, envolviendo mis brazos a su alrededor. Inmediatamente esconde su cabeza entre mi cuello y mi hombro. Los gritos que deja salir de sus labios son tan desgarradores que temo por saber qué fue lo que le dijeron.

Pero sé que no es prudente preguntar, así que simplemente me quedo aquí, a su lado, sosteniéndola porque soy lo único que tiene en este momento y casi siento hasta pena por ella.

Acaricio su espalda en leves círculos cuando comienza a calmarse. Y, por calmarse, me refiero a que deja de gritar, aunque claro, es porque ahora todo lo que puede emitir es un gracioso hipo.

—Tengo —se sorbe la nariz—... que ir a Italia. —su voz suena amortiguada porque su cabeza sigue recargada sobre mi hombro.

—¿Por qué?

—Hirieron a Giulio. —la voz se le quiebra la mitad de la oración.

Vuelve a llorar y le doy tiempo. No la quiero presionar.

»Estaba con Damien, lo quería dañar a él... pero terminaron dándole a Giulio. —pasa sus brazos por mi cintura, aferrándose mientras los sollozos vuelven a salir de sus labios entre el hipo.

A este momento, mi camiseta está completamente húmeda por sus lágrimas. Pero es una camiseta que compré con su dinero, así que tampoco me veo en la posición de reclamar o algo por el estilo.

Ella me dió su apoyo cuando más lo necesitaba, lo mínimo que puedo hacer es estar aquí para ella.

—¿Está muy grave?

—No, pero estuvo a punto de morir.

—No te preocupes por él, si un simple disparo pudiera matarlo no habría llegado hasta donde está hoy en día. Ustedes necesitan algo más que eso para morir.

—Ya sé, pero...

»Giulio es como un segundo padre para mí. Ya perdí a uno...

—No lo vas a perder. —acaricio su cabello con una mano.

—Tengo miedo. —las palabras salen tan débiles que incluso pienso que las imaginé.

No digo nada más, porque sé que nada de lo que pueda salir de mi boca será lo suficientemente inteligente para poder hacerla sentir mejor. Simplemente me quedo a su lado, apretándola contra mi pecho hasta que se queda dormida de tanto llorar.

Después de unos minutos, me aparto para seguir con mis quehaceres. Tengo que hacer la maldita comida.

Pero apenas pongo un pie en la cocina, otro grito me detiene.

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