7: Baby Its Cold Outside

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22:00.

14 ºF

7: Baby Its Cold Outside, India Mendez, Michael Bublé. 

Las llaves que Booth dejó caer sobre el mueble de la entrada reverberaron en el silencio. Cerré los ojos unas milésimas de segundo, aprovechando que me daba la espalda, para recomponerme, porque sentía que, otra vez, se me licuaba el intestino.

Había logrado mantener un grado de calma nada desdeñable durante el trayecto en coche. Todo había sido gracias a él y a ese extraño don que tenía para templar mis nervios con una sonrisa o una broma. Pero franquear la puerta de su piso logró desequilibrar la balanza de mi interior y avivar el familiar cosquilleo de estrés puro.

Booth se deshizo del abrigo y lo imité de forma automática. Tras asimilar la noticia de que me había quedado de patitas en la calle ambos abandonamos el gimnasio, de inmediato. Y de inmediato significaba sin una visita necesaria a las duchas.

Notaba la piel pegajosa y sentirme tan asquerosa no ayudaba a mejorar mi estabilidad mental o mi estado anímico. Era culpa mía. Yo fui quien se distrajo tanto como para no percatarse del crucial detalle de que la residencia cerraba. Y estaba pagando mi karma, por despistada. La forma en la que los papeles se habían invertido era una broma cósmica. 

El universo y su humor negro que a nadie le hace gracia. 

El apartamento era pequeño, en un tercero sin ascensor. Los muebles parecían estar desfasados un par de décadas en el tiempo. Booth caminó por el pasillo que era, aproximadamente, de la misma amplitud que sus hombros.

—No me jodas —se lamentó, en voz alta.

Me alteré.

Más de lo que estaba ya de por sí, quiero decir.

—¿Qué ocurre? —traté de disimular la nota histérica de mi voz.

Cuando Booth se giró hacia mí, tenía una sonrisa torcida en los labios que hizo que mi estómago diese una voltereta.

—Mira hacia allí.

Seguí la dirección que me indicó y mi vista se estampó con una puerta cerrada. Agudicé la vista en la cerrada penumbra del pasillo para leer las letras del cartel que colgaba del pomo. Rezaba un "no molestar" bastante claro y explicativo. 

—¿Eso quiere decir que...? —no fui capaz de finalizar la frase.

—Tranquila, son silenciosos si saben que hay gente —golpeó con un puño la puerta y su sonrisa se amplió—. Y ahora lo saben. Con suerte se unirán a nosotros... en algún momento. O no. 

Torcí el gesto sin identificar como me hacía sentir todo aquello.

—Por aquí —Booth me guio hasta la siguiente habitación, situada en el otro extremo del salón.

La que, sin duda alguna, era la suya, claro. 

Inspiré de forma trémula, inestable, mientras lo seguía, en silencio.

Booth se puso a hurgar entre los cajones de la cómoda mientras yo permanecía de pie, en medio del cuarto, procurando camuflarme con el papel pintado de la pared. Tenía práctica siendo indetectable. Era de ese tipo de personas que pasa desapercibida por donde va. De la que te puedes cruzar cientos de veces sin identificarla, porque no llama la atención. 

No era una queja, me gustaba mantener un perfil bajo.

Era cómodo, nada conflictivo. 

Y aquello... aquello se alejaba tanto de aquel perfil que no sabía si tener un ataque de risa o pellizcarme las mejillas para sacarme a tortas de aquel sueño absurdo. 

La ciencia (in)exacta de los copos de nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora