5: Santa Tell Me

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10:10. 

22ºF


5: Santa Tell Me, Ariana Grande. 

🏒 BOOTH 🏒

Detuve el coche frente al bloque edificios que Blair indicó. En el momento que el motor atenuó su leve rugido, escuché como tomaba aire de forma irregular por las fosas nasales y se hundía un poco en la tapicería del coche, con la mirada clavada en la ventana. 

No pude evitar el desviar la vista hacia ella, como me había sorprendido a mí mismo haciendo más veces de las que realmente estaba dispuesto a admitir. 

Tenía los labios fruncidos en una mueca de tensión y el cuerpo preparado para salir huyendo en cualquier momento, con los pies dirigidos hacia fuera. Pude leer a la perfección su lenguaje corporal, sus ganas de salir del coche. Ella, en ese sentido, era fácil de descifrar, desde el principio daba la impresión de ser alguien que estaba a punto de desaparecer. De simplemente desvanecerse. 

Eché un vistazo al espejo de atrás, Andrew y Thiago fingían estar muy concentrados en sus respectivos teléfonos móviles, ajenos al mundo exterior. Aunque ambos tenían el oído agudizado e iban a ser espectadores de cada palabra, mínimo gesto o mueca que pusiera, estaba cien por cien convencido de ello. Quise suspirar, pero me conformé con aferrar el volante con un poco más de fuerza y aclararme la voz. 

Blair se removió en el asiento, llegando al límite en los segundos de silencio que podía soportar. Al detener el motor, la música de la radio también había parado, orquestando en el interior del vehículo una quietud espesa y frágil. Cuando se volvió hacia mí, nuestros ojos se encontraron sin paliativos, pues los míos seguían fijos sobre ella.

Pestañeó despacio, recibiendo el impacto que también se propagó por mi mente ante la colisión. El verde de sus ojos se tragó mis pensamientos durante una milésima de segundo. Un verde que se volvía especialmente mortífero cuando lloraba. Hecho que había contemplado no sin una fascinación considerable, he de admitir.  

—Yo... —carraspeó y su ceño se hundió un poquito, de forma adorable. Ella era adorable, sin pretenderlo—, gracias por el desayuno y por acercarme. Ha sido...

No encontró un remate de la frase que la convenciese, así que elevó las comisuras de los labios en una sonrisa suave, de despedida. 

Yo también sonreí.

—Bueno —la palabra se deslizó por mis labios con un deje de diversión que la hizo ponerse un poco alerta. Bajé la mirada, elocuentemente, hasta sus zapatos antes de volver a buscar a naufragar en el conjunto de matices verdes de sus ojos—. No podía dejar que anduvieses por ahí con tu equipo para la nieve.

Blair refunfuñó.

—Habría sobrevivido.

—¿Y tus queridos zapatos también?

La chica se encogió de hombros, con cabezonería, lo que ensanchó mi sonrisa.

—A veces hay que estar dispuesta a hacer ciertos... sacrificios. Por una buena causa. Pero —cargó, contra mí, mohína, con un puchero sin consolidar temblándole en el labio inferior—, esta vez no era necesario. Gracias, de nuevo. 

Vislumbró su ventana de oportunidad para marcharse cuando me limité a asentir, aceptando su gratitud, y retrocedió en el asiento, volviéndose hacia la puerta. 

Sin lugar a duda era el fin natural de la conversación, y de aquel extraño intervalo de horas en el que nuestros caminos se habrían cruzad, por un cúmulo de decisiones caóticas por mi parte e intenciones ocultas de su compañera de cuarto.

La ciencia (in)exacta de los copos de nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora