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Henry había dejado un montón de mensajes que Luz no planeaba responder. Se preparó para las clases y salió a comprar un café.

Estaba estudiando Artes Liberales, y ahora iba a llegar tarde a su clase de razonamiento lógico matemático, pero tenía mucho sueño aún para pensar en ello.

Entró a la cafetería y ordenó un capuchino con extra caramelo. Su madre solía compararla con una niña pequeña gracias a toda la azúcar que consumía.

–Oh wow, Luz Noceda.

La chica se giró al oír su nombre, quedando sorprendida al ver quién era.

–¿A-Amity?

–La misma, – dijo moviendo sus manos en el aire – ¿qué tal todo?

–Bueno, – Luz se volvió a girar hacia el mostrador – voy tarde a clases y estoy esperando mi bebida.

–No, o sea, ¿todo bien con tu novio y eso? – Luz le dirigió nuevamente la vista– Es que, aveces puedo ser algo mala, no debí llevarte al baño conmigo.

–Ah, tranquila, está bien, yo fui quien chocó contigo en primer lugar, además ya terminé con él.

Amity relajó la mirada.

–Oh... ¿puedo saber por qué?

–Era un idiota. – dijo Luz con un tono molesto.

–Entiendo.

–¡Capuchino extra caramelo para Luz!

–¡Soy yo! – respondió mientras lo tomaba rápidamente.

–Bien, pues, me voy a clase.

–Está bien, ¿nos vemos por ahí?

Luz asintió con una sonrisa.

Después de sus clases Gus y Willow fueron a su dormitorio, pidieron una reunión de emergencia.

Al parecer todos tenían algo importante que contar.

–Bueno chicos, ¿qué piensan de Hunter?

–Es extraño-

–Gus, shh, – lo interrumpió Luz – creo que es agradable, tomé una clase de historia del arte con él y siempre estaba muy emocionado.

–¿Cierto? Es tierno.

Gus las miró con desaprobación.

–En otra noticias, – los miró a ambos nerviosa – chicos, yo... terminé con Henry.

–¿En serio? – preguntó Willow.

–Sí. – respondió la chica jugueteando con sus manos.

–¡Gracias a Dios! – exclamó Gus.

Los tres no paraban de reír ante el comentario.

Al parecer a ninguno de los dos les agradaba, en especial a Gus, ya que un día lo amenazó en un ataque de celos.

El tipo era un controlador.

Sus amigos se marcharon y Luz se fue a dormir.

Por las 2:30 de la mañana se escuchó cómo tocaban la puerta.

La muchacha se levantó y la abrió lo suficiente como para ver quién era.

–Luz.

–¿Qué haces aquí Henry?

–Vine a verte, es que no contestas mis mensajes.

–Ugh, vete por favor.

–¿Por qué? ¿No podemos hablar?

–No, además son casi las tres de la mañana.

–Amor.

–Déjame dormir.

Trató de cerrar la puerta pero él la detuvo.

–Oye-

–Me vas a escuchar Luz, – dijo firmemente mientras se adentraba al pequeño lugar – te dediqué mi tiempo, te di mi amor, ¿todo para que me dejes por la enfermita esa?

–Oh no... – se tocó la curva de la nariz – ¿en serio eres tan narcisista que no puedes creer cuando tú eres el problema?

–¿Disculpa? Te vi en el café con ella.

–¿Y si nos encontramos ahí? Por Dios.

–¿En serio piensas que me voy a creer eso?

–Dame un respiro, quería hacer esto desde hace tiempo y ahora no lo aceptas.

–¿Hacer qué cosa?

–¡Terminar contigo!

El silencio se apoderó de aquel cuarto.

–Debí saber que eras lesbiana, mírate. – señaló a Luz de pies a cabeza.

–No soy lesbiana.

–¿No? – preguntó con un tono desafiante.

–No, – se acercó más a él – soy bisexual y, simplemente, ya no me gustas. – sonrió – Ahora, ¡lárgate de mi habitación, ve a terapia y déjame dormir!

Henry salió molesto del cuarto, dejando la puerta abierta tras de él.

Allí se volvió a encontrar con una cara familiar: Amity Blight.

Un golpe de suerte [Lumity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora