—Treinta, ochenta, cien, ciento diez…
Hasta para contar plata parecía agrandado, pensó el "amigo de Julián". El muy amigo, sí, Cristian, que negaba con la cabeza y tensaba la cara.
Nueve tipos mirando a otro contar plata. En la mesa del buffet estaba Julián contando los billetes de diez, veinte y cincuenta que había juntado para pagar la cancha. Cristian pagó con uno de cincuenta, el más roto que tenía, porque no le iba a dar sus billetes buenos al agrandado de Julián.
Desde que empezó a contar por el diez hasta los ciento diez que iba ahora, parecía que pasaron dos horas. Las manos de Cristian se ponen inquietas cuando lo miraba contar. Dos segundos más y lo mataba.
—Ciento… —Julián se quedó sin billetes por contar. Miró a todos, sorprendido. —Uy, falta plata.
—¿Cuánto está la cancha? —preguntó Lionel ahora, amagando a sacar la billetera de la mochila que había traído.
—Ciento setenta.
—Re caro —murmuró Rodrigo, tratando de que no lo escucharan desde el mostrador. No estaba muy lejos de la mesa donde Julián contaba la plata.
—Y así están las cosas últimamente, ¿no? Todo caro —comentó ahora uno de los Nicolás, el Tagliafico. Todavía le caía bien. —La cancha, salir a tomar algo, la luz, el gas, ¡hasta un paquete de arroz!
—La otra vez quince pesos me salió media docena de huevos, imaginate —agregó Leandro a la conversación.
—Los que te faltan. —Rodrigo y Leandro hicieron "¡bue!" juntos, como si esa fuera su manera de reírse de las tonterías que decían.
—A veces ya no se puede vivir acá y la gente elige irse —se quejó Nahuel. Cristian cruzó miradas con él, aunque sintió que su amigo hacía un esfuerzo sobrehumano para no mirarlo.
—Y, desde el 2001. —agregó Paulo riendo un poco.
—Pero son re vende patria esos — sentenció Lionel después de por fin sacar la plata de la billetera —. Tengo así no más, perdón —le indicó a Julián cuando tenía sólo dos billetes de cinco.
—No pasa nada. —Juntó los dos billetes al montón que tenían y ahora sí: ciento setenta.
Ahora que recordaba, Cristian juraría que pagaron ciento cincuenta la última vez y, viniendo de Julián, tenía sus motivos para creer que algo estaba mal. Bueno, no tenía, pero le caía tan mal así que no iba a pensar si sí o sí no.
—¿Adónde está Heungmin? —preguntó Julián una vez tenía todo. Miró a los lados, buscándolo entre tanta gente dando vueltas.
—¿Cómo dijiste? —Leandro se aguantaba la risa. Se tapó la boca.
—Pero pagá ahí, animal —indicó Rodrigo, apuntando al mostrador que estaba atrás suyo.
—No, no sé, no me gustan esos. —Hizo una seña que mostraba desconfianza. —Mi tío dijo que le hable a Heungmin.
Leandro estalló de risa, solito. Cristian rodó los ojos.
Sólo para sacarse a Julián de encima y poder irse de una vez (o al menos que el tonto este se vaya), buscó con la mirada al chino amigo de su hijo, Sonny o Heungmin. Sí, Heungmin.
Todos en el grupo hicieron lo mismo. Sólo Cristian notó que al fondo había una puerta abierta que daba a un cuarto de empleados del local y unas cajas amontonadas delante de ella. De la puerta salió el que estaban buscando.
—Ahí. —Fue lo único que aportó en todo lo que había estado parado allí. Apuntó a la puerta y lo encontraron.
Julián salió disparado a buscarlo, llamándole la atención a los gritos para frenarlo. Si hubiese estado más cerca, Cristian le daba un castañazo de lo fuerte que había gritado.
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Friday (I'm in Love) | Cutison.
FanfictionPerdido en la ciudad que no ve nevar. Buenos Aires, 2007. Él aprendía a vivir solo cuando la casualidad lo llevó a abrir viejas heridas que creyó haber cerrado y amores que juró haber olvidado. ¿Hasta dónde somos nosotros mismos? Cristian volvía a...