Capitulo 30: Entre tanta nada

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Antes de aplaudir, miró su vieja casa con un poco de nostalgia. Odió el sentimiento de culpa que le recorrió el estómago. Cerró los ojos fuerte, queriendo callar el ruido mental que le daba estar ahí de nuevo. La casa de Karen, su viejo hogar.

El portón estaba pintado de otro color y hasta la puerta había sido barnizada finalmente. Volvía a crujir como una hoja de otoño pisada en medio del camino.

Cristian aplaudió las manos para después darse cuenta que, a un lado, había un timbre. Lo ignoró porque no iba a pensar más acerca de los cambios de la casa.

—¡Voy! —Oyó la voz de Karen gritar desde adentro.

La puerta se abrió un poquito y pudo ver a Valentino mirarlo por la pequeña ranura que había. Su carita entraba justo. Cristian lo saludó con toda la alegría del mundo.

—¡Hola, papi!

—Valen, terminá de ponerte las pepes, dale. —Se oyó a Karen otra vez, apurada como siempre.

Tardaron unos minutos más  hasta que la puerta de la casa finalmente se abrió. Valentino apareció a la vista, yendo a las corridas al portón y Karen, tan simpática que casi le daba ternura.

—¿Cómo andás? ¿Todo bien? —saludaba Karen mientras abría el portón para salir.

—¡Papi, papi, hoy hice un dibujo para vos!

—¿Lo trajiste? —Karen miró a su hijo que hizo cara de sorprendido cuando se dio cuenta que no. Ella estaba cerrando el portón cuando valen se dio cuenta del dibujo. —Bueno, a la vuelta.

—¿Cuándo no? —Se reía Cristian de su hijo.

—Hijo tuyo. —Agregó Karen.

Compartieron un intento de sonrisa, que era más mueca que otra cosa. El momento era incómodo donde cada silencio pesaba. Cristian no quería decir nada, porque pensó que esa burbuja podía explotar en cualquier momento. No dijo mucho, sólo un par de monosílabos a lo que Karen le comentaba y una que otra risa acompañada de un "sí". Cuando subió al auto sus dedos golpeaban el manubrio inquietos. Valentino estaba en su sillita, detrás suyo, contento, mirándolo por el espejo retrovisor. Entonces, a su lado, se sentó Karen, sonriéndole cuando sus miradas se cruzaron.

Miró al frente rápido, sin querer mirarla más. Quiso que el auto encienda, aunque siempre tardaba. Quería terminar con esto antes de que el ambiente termine de tragar lo último de cordura que le quedaba.

—Bueno, tenemos que pasar por el negocio del centro que ahí la chica me está esperando con el disfraz del pajarito rojo acá —comentaba Karen mientras Cristian intentaba prender el auto. Giraba y giraba la llave. —¿Te acordás donde estaba la rotisería del papá de Pau? Ahí.

—¡Ah sí! La mercería. —Prendete, por favor.

—Sí, ahí. Igual vamos con tiempo. —Parece que Karen se dio cuenta que Cristian estaba apurado. —¿Prendo la radio?

El auto por fin se prendió.

—Sí, prendé, por favor. —Con el auto encendido estaba más tranquilo. Llevó su mano a la palanca de cambios.

Pero en el camino, su mano y la de Karen chocaron. Sus miradas, también. Ese choque fue incómodo.

Se acordó de las manos de Heungmin. Sus manitos calentitas, suaves, aquellas que atrapó en las suyas el domingo pasado. Le molestaba que le gustasen más las manos de Heungmin que las de Karen.

La risa de Karen aligeró un poco el ambiente, por suerte, que se encargó de prender la radio. Cristian se vio movido por el arrasar de sus pensamientos. Sólo movió la palanca y apretó el acelerador, dejando que sea la radio la que llene ese silencio incómodo.

Friday (I'm in Love) | Cutison.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora