Capitulo 12: Viernes

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Cuando Cristian abrió los ojos. Se movió en sus sábanas, tratando de estirarse, sacándose la pereza. Se sentó con las piernas tapadas. Se encontró de nuevo al gato durmiendo con él. Una expresión caída empezó desde temprano porque se supone que Marmolado no debía estar ahí. Valentino lo había mal acostumbrado.

Un segundo, ¿Valentino?

¡Cierto!

Las sábanas volaron por ahí y taparon al gato que sólo se movió un poco para seguir durmiendo. Cristian se levantó de la cama con un envión casi eléctrico. Corrió al baño, se quedó sólo unos pares de minutos para después salir casi corriendo con el cepillo de dientes todavía en la boca. Sus pasos condujeron hasta la ventana de la cocina de su casa. El cielo totalmente despejado y con el sol brillando tanto como la sonrisa que tenía en el rostro. Por fin, por fin era viernes.

Faltaban horas, ya no días. El día empezaba. Estaba contento, estaba bien, la sonrisa se le escapaba. Había energía en su movimiento al ponerse la ropa, al volver a girar la llave del auto. En el semáforo dejó caer su cara contra el manubrio, riéndose como tonto. Sólo faltaban horas.

Cuando entró al trabajo, otra vez Nahuel y Lisandro estaban tomando mate. Sus risas eran canciones para empezar la mañana. Los saludó con un beso a los dos.

—¿Me das uno? —preguntó Cristian cuando vio a Lisandro con el mate.

Los otros dos se miraron con sorpresa. Cristian nunca tomaba mate con nadie. Lentamente se movieron los muchachos, como si esperaran la normalidad de todos los días. Lisandro sirvió el mate y humeó el agua caliente.

—Tomá. —Lisandro había dudado un poco si es que debía dárselo. Aún así, sin gastar segundos, se lo pasó. —Mirá que está medio lavado ya.

—¡No importa, Licha!

Ni siquiera se quejó de que estaba muy caliente o que era dulce. No. Sólo tomó y se lo dio a Lisandro. Se fue a sentar pero antes le palmeó el hombro a Nahuel y le regaló una sonrisa. Sentado, de espaldas. Nahuel preguntó haciendo un puñito con la mano y Lisandro sólo hizo una mueca, levantó los hombros y siguió cebando mates como si nada.

Así empezó su mañana, tomando mate con sus compañeros y haciendo sus tareas con bastante motivación. Pensaba que si trabajaba, el tiempo pasaría con más rapidez. ¡Y qué razón tenía! Ya empezaba a ser las dos de la tarde y tenía casi todo el trabajo del día hecho.

—¿Te ayudo con algo, Licha? —Le agarró de los hombros a su compañero, mirando también la computadora de su amigo.

—Todavía estoy con los archivos del año pasado —comentaba Lisandro mientras jugaba con esa computadora que sólo él entendía —. Boludo, algo anda raro en el registro, no sé qué onda.

—¿Por qué dice que es del noventa y seis? —Cristian casi se ríe cuando nota eso.

—Ay, qué pelotudo que soy. —Lisandro casi cae encima del teclado por la frustración pero, en lugar de eso, se dejó caer sobre sus brazos que lo sostuvieron ante su caída. —Pasame los del 2006, los del año pasado —remarcó la última frase, haciendo énfasis en su error. —Y no los de hace diez.

—Ya me parecía.

Las horas siguieron pasando. Cristian miraba el reloj, contento cuando se movían las manecillas. Después de su tranquilo viaje de vuelta a casa, se encontró con la sala limpia y al gato con cara de aburrido durmiendo la siesta. Cristian fue a revisar la heladera y las alacenas para ver si había algo rico para Valentino cuando llegue. Ni siquiera se sentó porque, en realidad, estaba cansado de estar sentado.

Sin encontrar nada, decidió que era hora de caminar al mercado para comprarle algunas cosas para Valentino. Galletitas, pan, algún yogurcito para que no pierda calcio y una manzanita verde, de las que a él le gustaban. Todo eso metió en su canasta cuando fue al mercadito. Por suerte la fila iba rápido o eso sentía Cristian que andaba a mil por hora, ansioso, eufórico casi.

Friday (I'm in Love) | Cutison.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora